¿Aliarse o no aliarse?,
¡he ahí el (falso) dilema!
En los últimos cinco días he leído más artículos sobre Movimiento Ciudadano que desde su refundación hace once años, ni qué decir de sus inicios en 1999. La gran mayoría de los escritos giran en torno a la figura de Dante Delgado, su fundador; sus figuras presidenciables, Luis Donaldo Colosio, Enrique Alfaro o Samuel García (en ese orden); un plan “B”, llamado Marcelo Ebrard; y, evidentemente, los pros y contras de adherirse al PRI-PAN-PRD, en “Sí x México.”
Salvo honrosas excepciones, prácticamente todos hablan del “por qué sí” o “por qué no” aliarse al resto de la oposición, pero rara vez se detienen en el “¿para qué?” No es una pregunta ociosa ni romántica, sobre buenos o malos - en política esa categoría no existe - ni sobre la pureza ideológica o histórica de unos sí y otros no. Todo lo contrario, es una interrogante desde la naturaleza misma del poder, que a todo partido político interesa: sobrevivir.
Hacer la pregunta correcta es determinante al momento de plantear una estrategia. Y, para ser sinceros, se leen o se escuchan demasiadas “falsas” verdades, preguntas a medias o respuestas convenientes. Confieso haber replanteado mi propio posicionamiento, como consecuencia de diversos elementos que a continuación comparto.
Desde el punto de vista de los “aliancistas”, la alianza es condición necesaria para derrotar a AMLO. Sin la alianza, Morena asegurará la presidencia de la República en 2024. Puede ser, aunque los datos dicen que la manera de enfrentar al “oficialismo” tampoco parece ser la idónea. En cuatro años, el partido del Presidente les ha arrebatado 21 estados de la República al PRI, PAN y PRD. Cierto, dieron la pelea en el Congreso de la Unión, lo que no es menor; de la Ciudad de México me guardo mi opinión por el factor Ricardo Monreal y su operación política (en contra).
En todo caso, de estos hechos obtengo dos lecturas, una histórica y otra para el futuro. La primera me remonta a la elección presidencial del 2000, cuando Vicente Fox se levantó de la mesa y se negó a ir a unas primarias abiertas con el PRD y Cuauhtémoc Cárdenas. Todos dijeron que la oposición estaba aniquilada por el hecho de ir separada. Lo demás es parte del pasado... o del futuro. Veamos.
A Fox y al PAN lo benefició una estrategia política, sin duda, producto de una realidad latente en el electorado mexicano desde hacía unos años. El electorado de oposición no sólo estaba presente desde 1988, cuando se dividió el PRI, sino se consolidaba en el tiempo. Para el año 2000, 61 por ciento de la población ya era gobernada por la oposición a nivel local. Es decir, a pesar de que el PRI no perdía la Presidencia de la República, la configuración del poder estaba lejos de la hegemonía de los 70’s ni de la dominación de principios de los 90’s. Se había consolidado un nuevo sistema de partidos, el mismo que hoy ha desaparecido.
Asistimos en el México de hoy a la configuración de un nuevo sistema de partidos, otro, en el que Morena será un firme competidor, al día de hoy sin una alternativa clara frente a ellos. ¿Puede el PRI, el PAN y el PRD representar esa opción? ¿Puede la alianza ser una opción? ¿Puedes combatir el futuro con el pasado? Mucho me temo que gran parte de las derrotas se explican en este sólo punto.
Pero, la oposición está demasiado concentrada en el presidente y voltea poco a entender al ciudadano. El ejemplo de Francia en la actual coyuntura es de utilidad. Más que la suma de siglas, la base electoral de cualquier coalición está en su significado. La extrema izquierda y la extrema derecha votaron juntos en la segunda vuelta, en gran medida y contra todo pronóstico, por ser partidos “anti-sistema”. Los electores de Morena defraudados, pueden votar por MC, pero difícilmente regresarán al PAN o al PRI; es más, gran parte del electorado del “oficialista” es electorado del PRI. Incluso, la mucha o poca base electoral de MC no los seguirá en su aventura aliancista, terminarán absteniéndose. Visto de esta forma, ¿cuáles son los incentivos para jugar con la alianza?
Dicho de otra forma, la elección en el 2018 representó una hecatombe para los partidos tradicionales y, desde entonces, el elector lo sigue refiriendo una y otra vez. Esa disputa, entre AMLO y Morena y lo que representan los partidos tradicionales ya se dio en el pasado y, frente a ello, el elector vive en la orfandad de cara al futuro. Cierto, las formaciones tradicionales no se han desplomado, aunque eso podría depender del tiempo que les tome a las nuevas formaciones consolidarse. Entonces, el tema es consolidar nuevas formaciones con identidad de futuro, no en si se alía o no.
Me detengo en un breve paréntesis. Consolidar una organización partidista el día de hoy no es sinónimo de “estructuras”. Esta formación ya la tiene Morena, y además tiene más recursos financieros que cualquiera. Por ahí no se les vencerá. Toda organización partidista es una respuesta orientada a enfrentar el entorno donde se desarrolla. Por eso tampoco entiendo por qué “Sí x México” insiste en el mismo estilo de hace décadas, los mismos mecanismos y, con todo respeto, los mismos chistes y hasta las mismas mentiras. Debemos ser exigentes con el gobierno, pero más con la oposición.
Algunos miembros de la oposición suelen decir, “es lo que hay”; estos son los líderes con los que tenemos que arar. Cierto, algo hay de eso; sin embargo, tal parece que no entienden que “no entienden”. Se sorprenden por los porcentajes de aprobación del Presidente de la República, pero pocos se detienen a preguntarse por qué un fuerte porcentaje de la población lo apoya. ¿Es ÉL o es el rechazo a lo que tienen enfrente?
Utilicemos un caso 100 por ciento hipotético. Si Morena tuviera candidatos vinculados al crimen organizado y se les señalara, ¿eso habilita a la oposición para también tenerlos? ¿Eso los hace ver menos “peor”? No sería opción uno ni otro. En el fondo se corre el riesgo de inhabilitarse como opción, porque no ofrecen contraste alguno ... sólo las siglas. Si se prefiere, no es un tema moral, sino de estrategia política. El electorado al que responde necesita una alternativa.
Para dejar atrás esos “falsos dilemas”, bien vale la pena imaginar dos vías en construcción: la primera, impulsar una agenda donde se defina el contenido con un alto sentido de lo social, el perfil de la candidatura presidencial y la renovación de la vida pública desde lo local a partir de sus liderazgos; la segunda, cualquier convocatoria es parte de un diálogo, para fines electorales, a una clase media, situada principalmente en las ciudades y en torno a mujeres y jóvenes; la meta es elevar la participación electoral.
El dilema para Movimiento Ciudadano no se reduce a decidir si se alía o no, sino para qué hacerlo. Suele pensarse que ello se debe a una apuesta personalísima de la autodenominada “tercera vía”, pero estoy empezando a dudarlo. Está en el interés de México. La regresión autoritaria en el país está en marcha y hará falta un instrumento fidedigno para combatirla después de la elección en el 2024.
Que así sea.
#LaTareaNuncaAcaba