"¿Esfuerzo igual a sufrimiento?"
Muchos de nosotros hemos escuchado y ocasiones hasta participado en conversaciones donde asociamos la cultura del esfuerzo con un gran sufrimiento. Con frecuencia escuchamos frases como “si no te esfuerzas no conseguirás nada en la vida”, “todo lo que yo he conseguido es porque me la he partido trabajando”.
Sin querer construimos una devoción por el esfuerzo y el sacrificio, y de manera inconsciente asociamos el sufrimiento con la responsabilidad. Declaramos como un hecho que si una persona lucha, sufre y trabaja duro, interpretamos que es una persona madura y responsable. Y esta devoción crece a niveles exagerados si observamos que los trabajos que realizamos no son placenteros, no es lo que soñamos, se realizan porque no hay de otra opción, a la vista tenemos un nuevo mártir social.
Es aquí donde fundamento mi reflexión de la semana. Debemos conocer que el mundo está lleno de personas que se esfuerzan muchísimo, sus días se vuelven trabajo y trabajo, pero contrasta con la declaración de que hay muy poca gente que se siente realmente feliz, lo que nos invita a preguntarnos: ¿y de qué sirve trabajar tanto si no es para ser feliz? ¿Tiene sentido estar en un lugar que no disfrutas lo que haces? ¿La vida es para vivirla o para sobrevivirla?
Es un hecho que esforzarnos y padecer carencias sin más, no tiene ningún sentido. ¿Entonces cuándo es necesario sacrificarse? La respuesta es tan sencilla que por lo mismo nos reta a la decisión del día a día. La alineación a la cultura del esfuerzo y determinación, la autodisciplina y la autorregulación, toma un significado especial cuando hacemos con lo que nos gusta, cuando a los aparentes sacrificios o renuncias le acompaña a búsqueda de un sueño, de un propósito de vida. Es así cuando la palabra esfuerzo se interpreta como la fuerza de voluntad, cuando las horas de entrenamiento se disfrutan, no se sufren; cuando los tiempos de preparación y capacitación se transforman en un sentido de vida. Es un hecho que la mayoría de las cosas que nos hacen disfrutar la vida requieren una parte de esfuerzo y tomar decisiones de algunos abandonos o renuncias.
Entonces, ¿cuál es valor real del esfuerzo? Y la respuesta es básica, esforzarse solo tiene sentido si nuestro esfuerzo está impactando positivamente nuestro bienestar pleno. Los carros, la acumulación de dinero, la ropa de marca, las joyas, incluso el trabajo, solo tiene valor real en la medida que nos ayuda a ser más felices. Para interpretar correctamente la cultura del esfuerzo pasa lo mismo: es verdaderamente significativa si nos acerca un poco más a nuestro propósito de vida y nos permite declarar que somos felices.
¿De qué sirve vivir obsesionados en la obtención de satisfactores materiales, si para obtenerlos debemos renunciar a nuestros sueños, olvidamos lo que nos apasiona y nos da sentido en la vida?
En el avión que me trasladaba a una reunión de trabajo, terminé esta columna y de forma circunstancial me encontré con una película que presenta un caso de la vida real, se titula Eddie the Eagle, una historia muy ad hoc con la actual moda olímpica, con reflexiones llenas del valor y fortalezas de un alma, en busca de dar sentido a tus sueños, ampliamente recomendable. Hoy más que nunca los padres necesitamos habilitar a nuestros hijos a encontrar lo que les apasiona y da un sentido a su vida, invitándolos a que, al descubrirlo, sea la cultura del esfuerzo la que les permita conseguirlos.
Te invito a visitar mi página Oscar Garcia Coach y nos acompañes con las diarias reflexiones de vida.
* El columnista está certificado en neurolingüística, liderazgo, prevención de conductas y adicciones, Psicología Positiva y es Coach Ontológico. Es director del Campus Mazatlán de Universidad Tecmilenio.
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