José Francisco Gómez Hinojosa
1. Paul Tilich, máximo representante de lo que se llamó, a fines del siglo pasado, la Teología de la Cultura, distinguió entre signo y símbolo. El primero permanece extraño a lo que remite. El segundo, en cambio, participa de alguna manera de la realidad a la que nos traslada ¿Ejemplos? Signo: luz roja de semáforo. Símbolo: la bandera. El primero, que nos exige detenernos, puede referirse a otras realidades con diferentes significados -hay notas rojas, chistes rojos, ideologías rojas-. La bandera: ¿qué simboliza? ¿de qué realidad participa?
2. El miércoles de la semana pasada celebramos el Día de la Bandera. Se recordó en todas las instancias oficiales que el 24 de febrero de 1821, hace 195 años, nació lo que hoy conocemos como el estandarte de nuestro País. Ha sufrido, a lo largo de estos años, sucesivas modificaciones. De ser la insignia del Ejército Trigarante, ya con los tres franjas coloridas de verde, blanco y rojo, con una estrella en cada línea, y con una corona imperial dorada en el centro, devino en la que ahora ¿veneramos?, por órdenes de Porfirio Díaz en 1880.
3. Recuerdo cómo, en primaria, ese día salíamos al patio, se izaba la gran bandera en el asta del colegio, y cantábamos la composición de Palomino y Manzanares -letra y música, nunca se me olvidó-. Al pronunciar la estrofa que decía: “... desde niños sabremos venerarla, y también por su amor morir”, me surgieron dos dudas que aclaré con mi maestro de religión: venerar era diferente de adorar; a los santos y a la bandera se les venera, sólo a Dios se le adora. Por otra parte, todos los niños deberíamos estar dispuestos a morir por nuestra bandera,...
4. ... como lo hicieron los Niños Héroes, porque ella significaba a nuestra patria, a nuestro querido México. Me gustaba verla ondear en lo alto del mástil, y hasta participé en la escolta como abanderado. Me sentí honrado de marchar con el lábaro patrio -batallé para pronunciar la palabra-, pero le pedía a Dios que mi País no participara en alguna guerra, para no tener que morir por mi bandera. Al paso de los años me he preguntado: ¿qué ha quedado de aquella veneración? ¿Todavía significa algo nuestra bandera, nuestra patria?
5. Porque podemos presumir que nos sentimos orgullosos de ser mexicanos, pero si se entrega el petróleo a inversionistas extranjeros y nacionales -como sucederá a partir de abril, en que empresas privadas podrán comenzar a importar gasolina y diésel-; si nos preocupa más el alto costo del dólar que el desempleo en nuestro País; si adoptamos, cada vez más, en nuestro lenguaje y costumbres, el american way of life; si disfrutamos, en la tele y en el cine, más de la literatura extranjera que de la nacional: ¿qué tan mexicanos somos?
6. Por ello me pregunto si la bandera nacional, esa que se levanta en el mástil como un sol entre céfiros -brisa, vientecillo, para que no tenga que consultar en el diccionario- y trinos, esa que está muy adentro en el templo de mi veneración, la que oigo y siento contento latir en mi corazón, es todavía un símbolo que participa en alguna manera de la realidad a la que nos traslada: patria, nación, México. O, más bien, un simple signo que lo mismo sirve para bolígrafos y camisetas, que para ayudar a desempleados cuando la venden en las fiestas patrias.
7. Cierre ciclónico. La semana pasada fallecieron Fernando Cardenal y Umberto Eco. Nicaragüense el primero, italiano el segundo. Ambos, desde trincheras distintas, regalaron notables aportes a la educación. Cardenal impulsó la cruzada de alfabetización que aterrizaba la revolución sandinista en la década de los 80’s. Eco instruyó a millones de lectores con El Nombre de la Rosa, aunque a mí me cautivó con su diálogo con el Cardenal Carlo Maria Martini, publicado bajo el título En qué creen los que no creen. Descansen en paz.
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