La vida no transcurre escondida tras el biombo de la indiferencia. No se puede permanecer ajeno al vivir. Sin embargo, en muchas ocasiones la vida se escapa sin que seamos capaces de conducirla y aferrarla.
El gran drama es, como en la canción de Julio Iglesias, que nos olvidamos de vivir. “Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir”, subrayó Robert Louis Stevenson.
Vivir no es sólo respirar, es encontrar un significado trascendente y un sentido ontológico. Vivir es comprender el instante y extraer con fruición la savia del momento. “Sólo tengo este instante presente para despertar y ser consciente de lo que hago y cómo lo hago, de lo que digo y cómo lo digo, de lo que pienso y cómo lo pienso y de lo que siento y cómo lo siento”, señaló José María Toro.
No se puede vivir de manera despreocupada, distraída o ausente. “La vida no es indiferente; a la vida no le es indiferente ser o no ser; no le es indiferente ser esto o aquello... A la piedra no le importa ser o no ser; al triángulo rectángulo no le importa ser o no ser. Y son indiferentes no sólo en cuanto a su existencia -no les importa existir o no existir- sino también son indiferentes en cuanto a su consistencia o esencia. No sólo no les importa ser, sino que no les importa ser esto o lo otro. Pero la vida es justamente lo contrario; la vida es la no-indiferencia. O dicho de otro modo, el interés. A la vida le interesa: primero ser y segundo ser esto o ser lo otro; le interesa existir y consistir”, dijo Manuel García Morente.
¿Vivo indiferente?
rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf