Apuntes para aproximarse a la Nada

    Hoy, la Nada como muchas otras categorías filosóficas, es usada por la gente de manera espontánea sin que se comprenda su complejidad y sin que se conozca su historia.

    Quisiera llamar la atención hacia un raro fenómeno que aparece en nuestro lenguaje y comenzar con una obviedad descomunal: la palabras tienen un referente: decimos “perro” y nos referimos a un tipo de animal al que reconocemos como perro, y esto sucede con la mayoría de las palabras: designan un objeto, un sentimiento, un valor o una idea: casi todos lo términos que empleamos se refieren a algo y la frecuencia con la que las empleamos delata la importancia que ese algo tiene en nuestras vidas. Así, nos la pasamos hablando del trabajo, de la política, de nuestros seres queridos o de la comida. Hay una palabra, no obstante que por definición no tiene referente, con ella no señalamos algo que forme parte de nuestro entorno y, sin embargo, es una de las más usadas: la palabra “nada”.

    ¿A qué nos referimos cuando decimos “nada”? Generalmente, a la ausencia de algo: “La comida chatarra no tiene nada de nutritivo”, o también cuando no sabemos o no queremos decir lo que nos pasa: ¿Qué tienes? Nada. ¿En qué piensas? En nada. Su uso en el lenguaje coloquial es extraordinariamente extendido: “No pasa nada”, “no queremos nada”, “no hay nada que pueda salvarnos de esta situación”, “nada es más dañino que la apatía”... en muchos casos empleamos “nada” como sinónimo de falta; pero también la usamos en su verdadera dimensión cuando no se trata simplemente de la carencia de algo, sino de nada de nada, de la Nada (escribámosla con mayúscula para darle todo su rango). La Nada aparece en múltiples enunciados: “La Nada es lo contrario del Ser”, “la Nada es lo que nos espera después de morir”, dicen los ateos; “Nada había antes del Big Bang”, dicen quienes entienden que también el espacio y el tiempo surgieron de la gran explosión.

    A Martín Heidegger le llamó poderosamente la atención esta frecuencia del término Nada en el habla y, en su conferencia denominada: ¿Qué es metafísica?, lo señaló como un síntoma, abordó el problema y propuso una explicación. Permítaseme resumir su planteamiento: aunque sea imposible, dice, para el entendimiento preguntar por la Nada, pues la pregunta traicionaría aquello por lo que pregunta: ¿qué es la Nada? supondría que la nada es... Y aunque sea imposible para el entendimiento entender la Nada, porque el entendimiento sólo puede entender aquello que se representa y, por lo tanto, al representársela la convertiría en algo: la volvería una representación... hay un modo directo en el que los seres humanos captamos la Nada -más allá de la lógica y del entendimiento- a través de una experiencia límite: la angustia. La angustia nos permite acceder a la Nada y es esta vivencia la que permite que este extraño término sí tenga un referente, aunque el acceso al referente no pase por la lógica ni por el entendimiento.

    El concepto de la Nada fue inventado por Parménides en su texto: Poema ontológico; ahí aparece definido como la negación absoluta de “lo que es”; y solo es mencionado para excluirlo y señalar que es la puerta del camino erróneo. La Nada tuvo una importancia mayúscula en la filosofía de Sartre y no solo porque figura en el título de su máxima obra: El ser y la nada, sino porque la convierte en la gran clave que explica al ser humano: “somos una nada que introduce la Nada en el mundo”.

    Hoy, la Nada como muchas otras categorías filosóficas, es usada por la gente de manera espontánea sin que se comprenda su complejidad y sin que se conozca su historia.

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