Apuntes sobre un viaje a Disneylandia

ENTRE COLUMNAS
    omar_lizarraga@uas.edu.mx
    En Disneyland, todas y todos asumen su rol del paisaje, nada es verdad, todo es ficticio. Al salir del parque temático, se vuelve a la realidad. En ese otro mundo, los trabajadores -en su mayoría inmigrantes mexicanos-, son los que dinamizan la economía; son los que toman la orden en los restaurantes, son los que recogen los platos, recortan el césped, limpian las habitaciones de los hoteles, y tantas cosas más.

    Existen sitios turísticos en el mundo que todos queremos visitar, son famosos por su riqueza cultural e histórica, son lugares hermosos y en ellos se viven experiencias inolvidables. Aunque en muchas veces se trata de lugares “inflados” por estrategias de mercadotecnia, todos queremos tomarnos una fotografía ahí para subirla a las redes sociales y dejar testigo de nuestra visita; mostrar distinción y status, pues no cualquier persona tiene los recursos para realizar viajes internacionales de placer.

    A esto se le conoce en la turismología como el “Efecto Snob”. Este se refiere una situación en la que la demanda de cierto bien, o en este caso, cierto destino turístico, tiene una alta demanda por parte de individuos con un nivel de ingresos alto, lo que marca tendencia y demanda por parte de otros grupos con un nivel más bajo. El esnobismo ha tenido un auge con la aparición de las redes sociales, donde las experiencias personales se vuelven públicas.

    Mi aguinaldo de este año lo invertí en llevar a mi familia a uno de estos sitios, en este caso se trató de Disneyland (o Disneylandia) ubicado en Anaheim, California. Es la primera vez en mi vida que visito este parque temático, por lo que el asombro de mi niño interior, tuvo una rara mezcla con reflexión y crítica, propia de un científico social adulto.

    En primer lugar, es de llamar la atención la importancia económica que tiene el parque para la ciudad de Anaheim. En promedio el parque recibe diariamente a 47 mil visitantes de todo el mundo ¡Esto es cada día! Tan sólo en el año 2022, Disneyland resort recibió a un poco más de 17 millones de visitantes.

    Si multiplicamos el número de visitantes diarios por los 104 dólares que se cobra por persona, tenemos un ingreso diario de más de 5 millones de dólares, sólo por boletos de entrada. Pero el ingreso por tickets de acceso al parque representa una ínfima parte del impacto económico que generan los turistas al hospedarse en los hoteles de los alrededores, al consumir en restaurantes de la localidad, en el uso de transporte público y privado, en compra de souvenirs, etc. Esto lo ubica como un importante polo de desarrollo para la localidad de apenas 349 mil habitantes.

    El poder económico de Disneyland viene de la mano con el poder político. Siendo el principal generador de ingresos para la ciudad, todo lo positivo lo enaltecen las autoridades locales, los empresarios, y los medios de comunicación, pero lo negativo se esconde “bajo la alfombra”. Como en cualquier concentración masiva de personas, los accidentes y eventos fatales son inminentes. Notas periodísticas (aunque muy pocas), apoyadas en declaraciones anónimas de ex trabajadores, han dado cuenta de los accidentes en los que han muerto colaboradores y visitantes. Lo que hacen, según esas fuentes, es limpiar rápidamente el área, sacar los cuerpos al exterior, y seguir como si nada hubiera pasado. Son cosas que no pueden ocurrir en el “lugar más feliz del mundo”. O tal vez, hay mucho dinero de por medio.

    Al ingresar a Disneyland, a uno le ofrecen la idea de un mundo de fantasía, y los visitantes la aceptamos; eso es lo mágico de los parques temáticos. Solo los seres humanos tenemos esa capacidad de darle un sentido a algo de manera colectiva. En la antropología social, se conoce como la “tendencialidad”. Es decir, solamente el ser humano puede reunirse en grandes masas y estar en sintonía con el significado que tiene una puesta en escena, sea un parque temático, un concierto, una mezquita, o un partido de futbol. Por ejemplo, no se pueden reunir treinta mil chimpancés en un estadio y darle un mismo sentido a un montón de jugadores pateando un balón. En palabras del filósofo Yubal Noah, solamente los seres humanos tenemos la capacidad de crear ficción y mitos comunes.

    En Disneyland, todas y todos asumen su rol del paisaje, nada es verdad, todo es ficticio. Al salir del parque temático, se vuelve a la realidad. En ese otro mundo, los trabajadores -en su mayoría inmigrantes mexicanos-, son los que dinamizan la economía; son los que toman la orden en los restaurantes, son los que recogen los platos, recortan el césped, limpian las habitaciones de los hoteles, y tantas cosas más.

    Pues bien, mi tan esperado y tardío aguinaldo de este año se esfumó en un par de días, pero al menos subí una foto frente al castillo de Disney a mis redes sociales, y hasta tuve cincuenta likes.

    Es cuanto....

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