Las típicas arañas, cantadas por José Alfredo Jiménez... carruajes que fueron parte del paisaje urbano de Mazatlan -¡y hasta de Culiacán!- hoy arrastran la polémica social.
En realidad eran calesas. Para muchos de nosotros, cualquier cosa jalada por un caballo es una carreta y pare de contar si es un landó, una faetón o una berlina… La mayoría solo ubicamos a las diligencias gracias al Western y ya desconocemos el resto de la tracción hípica.
¿Por qué les llamaban así? Porque sus dos únicas ruedas altas, y su tamaño compacto, brincando a ratos con sus muelles, les daba un aire arácnido. Los rayos de madera asemejaban los cadenciosos pasos de una araña al caminar.
Por definición, una calesa es un carruaje de dos o cuatro ruedas, tirado por caballerías con taburete delantero para el conductor, por dentro con dos o cuatro asientos «cara a cara» de madera cubierto por capota de vaqueta, abierto por delante y resguardado parcialmente de la intemperie por detrás.
Sobre esta se apoyan los pasajeros, sirviendo de este modo de respaldo el carruaje. Junto con el landó, era uno de los métodos de transporte de aristócratas más usados por la época.
El nombre calesa procede del francés calèche, y este del checo kolesa. Me pregunto si las palabras “calandria” y “calafia” (las de Tijuana) no será una deformación del habla popular del concepto calesa. En Yucatán aún usa el término calesa si usted desea pasearse en un carruaje por el Paseo Montejo.
Yo de infancia escuché en la RJ al locutor Manolo Nava mandar saludos a sus amigos del Sindicato de “Las arañas motorizadas”, jocosa forma en la que se refería a las actuales “aurigas”, llamadas en su momento “Bronquitis”, como eco a las “Pulmonías”… palabra en desuso, ya que médicamente la correcta es neumonía.
La auriga viene desde el imperio romano y en realidad no se refería a la carreta, sino al conductor. En Ben Hur vimos carreras de cuadrigas, o sea, conductores de cuatro caballos y en Los Diez Mandamientos, Ramses II cabalgaba un carro jalado por dos caballos, el típico carro de guerra de la Edad de Bronce que se menciona por toda la Biblia desde el Éxodo al Apocalipsis.
La palabra carroza ha quedado limitada al mundo de la Cenicienta y al ámbito funerario. En nuestra ciudad, había tres carrozas fúnebres propiedad de don Catarino Rubio, una para hombres, otra blanca para mujeres y la otra con un angelito con una cruz para los infantes.
Las arañas fueron parte de nuestro paisaje típico y nuestra historia. En el reporte de la muerte del Gobernador Rodolfo T. Loaiza, se registra que sus guardaespaldas lo dejaron solo al momento que “El Gitano” fue a ejecutarlo en pleno Carnaval. Uno de ellos estaba pidiéndole una canción a la orquesta y el otro “se resbaló con una bosta en el sitio de arañas afuera del Hotel Belmar”.
Pues el temor es que ahora el Centro Histórico se llene de bostas, boñigas y cuachas (esta ultima palabra sinaloense) si las arañas despliegan su paso por el Viejo Mazatlán, como en los tiempo de Antonio López Sáenz.
Extraña que siendo tan arañas nos enredemos siempre en la misma telaraña del Centro Histórico y las confusiones sociales... Dejaremos de ser mazatlecos.