Cada noche se repite un proceso que inicia cuando dormimos y concluye al despertar. Durante este tiempo, la mente reorganiza ideas, el cerebro elimina residuos metabólicos, se regulan las emociones y son llevados a cabo procesos fisiológicos fundamentales para el cuerpo, siguiendo una estructura conocida como la arquitectura del sueño.
En esta entrega nos interesa explicar con mayor detalle el efecto que tiene restar horas de sueño, ya sea al inicio de la noche o al momento de despertar, y el impacto negativo que esto tiene sobre dicha arquitectura.
La arquitectura del sueño está compuesta por dos fases principales: el sueño REM y el sueño no REM. La fase REM corresponde a la etapa onírica, cuando los sueños aparecen con mayor claridad. En esta fase, el cerebro muestra una alta actividad mientras el cuerpo permanece paralizado.
Por su parte, la etapa no REM no se asocia directamente con los sueños, pero en ella se llevan a cabo otros procesos neurofisiológicos importantes. Esta fase se divide en tres niveles: leve, moderada y profunda. A medida que se avanza en estas etapas, el sueño se vuelve más profundo; mientras que en la fase leve es fácil despertar ante una interrupción, en la fase profunda esto resulta difícil.
Estas fases se repiten en bloques consecutivos de aproximadamente 90 minutos. En una noche completa de alrededor de ocho horas de sueño se presentan, por lo general, cinco de estos bloques. No se conoce con certeza la razón de esta duración, pero se sabe que en otras especies estos ciclos pueden ser más cortos o más largos.
Aunque el orden de las fases dentro de cada bloque es constante, comenzando por el sueño no REM y concluyendo con el REM, la duración de cada fase cambia a lo largo de la noche.
Durante la primera mitad de la noche el sueño está dominado por la fase no REM. En esta primera etapa se llevan a cabo procesos como la eliminación de residuos derivados de la actividad neuronal y la organización de la información aprendida durante el día, facilitando su posterior acceso.
En contraste, en los últimos bloques de la noche predomina el sueño REM con una casi nula presencia del sueño no-REM. En esta fase se establecen conexiones entre conocimientos previos y recientes, lo que permite integrar experiencias.
Este proceso favorece la generación de patrones generales a partir de la experiencia acumulada, lo que explica por qué durante el sueño REM se asocian con frecuencia procesos vinculados con la creatividad.
La distribución no equitativa de estas fases, con predominio del sueño no REM al inicio de la noche y del REM hacia el final, implica que cualquier reducción del tiempo total de sueño tenga efectos desproporcionados sobre estos procesos.
Por ejemplo, si se redujera entre una y dos horas de sueño al despertar, podría pensarse que se trata de cerca del 20 por ciento del tiempo total, equivalente a un solo bloque. Sin embargo, dado que en la última parte de la noche predomina el sueño REM, esta reducción puede representar entre el 60 y el 90 por ciento del tiempo total dedicado a dicha fase.
Esto se explica por la distribución no uniforme de las fases del sueño, con una mayor concentración de sueño REM al final de la noche y una ínfima presencia del sueño no REM.
Esta situación ilustra que el impacto de reducir una o dos horas de sueño es mayor de lo que se suele considerar al analizar únicamente el tiempo total.
Algo similar ocurre cuando se retrasa la hora de acostarse: se reduce el tiempo dedicado al sueño no REM, limitando los procesos que se desarrollan principalmente en esta fase, sin que la reducción temporal refleje de manera directa la magnitud del efecto.
En la Universidad Autónoma de Sinaloa, este es uno de los temas de investigación que hemos desarrollado un grupo de investigadores de distintas disciplinas, con el propósito de generar información de utilidad para nuestra comunidad.
El sueño, especialmente en una época del año en la que diversas actividades sociales tienden a reducirlo o alterarlo, puede tener consecuencias a largo plazo. Por ello, resulta conveniente que uno de los propósitos para el próximo año sea mejorar la calidad del sueño. Esta práctica tendrá efectos positivos directos tanto en la salud cognitiva, en el equilibrio emocional y en la forma en que interactuamos con los demás, como en la salud en general.