Aspirantes alineados y la ruta de Morena hacia 2024
@chamanesco
Animal Político / @Pajaropolitico
La encerrona en Palacio Nacional, la noche del viernes 28 de abril, fue el parteaguas: ahí, frente a los senadores de la Cuarta Transformación, Andrés Manuel López Obrador retomó el control de la sucesión presidencial, marcó tiempo y método, y disipó cualquier riesgo de ruptura.
La fotografía de ese día, difundida por la Presidencia de la República, muestra al Presidente al micrófono, con hojas de papel, tarjetas, lápices, bolígrafos y dos botellitas de agua frente a él. Algo dice al micrófono que provocó la risa de quienes están sentados a su lado en la mesa cubierta por un mantel rojo.
A su izquierda, el Senador Ricardo Monreal detiene la carcajada colocando su mano debajo del mentón, y Claudia Sheinbaum ladea la cabeza, también hacia la izquierda, en el extremo de la mesa.
A la derecha del Presidente, Adán Augusto López se ríe menos animado, ocultando las manos debajo de la mesa, donde reposa un fólder rojo. Marcelo Ebrard parece menos divertido, cruzando las manos sobre el vientre y esbozando una leve sonrisa. Su rodilla derecha apenas cabe dentro de la fotografía.
Pero una cosa es lo que las fotos muestran, y otra lo que las fotos evidencian.
En este caso, la imagen deja ver el control que el Presidente mantiene sobre su movimiento, su partido, sus bancadas en el Congreso y sus aspirantes a sucederlo, a quienes él mismo les colgó el triste mote de “corcholatas”.
Recién recuperado de su tercer contagio de Covid-19, el Presidente luce dueño de la escena y de la agenda nacional.
Esa noche mandó a llamar a sus senadoras y senadores para recordarles que no debían titubear, y que su mayoría debe ser ejercida aún en contra de la lógica política, el diálogo democrático o las reglas mínimas del procedimiento legislativo.
Aprovechó para sentar a Monreal a su lado y recordar (a él y a todos) que no hay causa personal más grande ni proyecto más importante que la Cuarta Transformación.
Incluirlo en la fotografía parecía un premio por no haber caído en la “tentación” de salvar al INAI, como había comprometido con los demás grupos parlamentarios.
Si se revisa la semana de la y los candidatos, destaca la frase de Monreal descartando cualquier intento de rompimiento: “nunca voy a traicionar al Presidente... prefiero no ser nada”.
Un sometimiento que contrasta con la escaramuza verbal entre Ebrard y Sheinbaum:
“Si es Claudia, ¿para qué hacemos encuesta?”, cuestionó Ebrard.
“Sí hay favorita, y hay encuesta”, reviró la jefa de Gobierno.
Y, finalmente, la ya exagerada promoción de Adán Augusto López en páginas de internet, redes sociales y a través de encuestas distribuidas en mensajes SMS. Los promotores del Secretario de Gobernación llegaron al extremo de repartir gorras y sombrillas con la frase “Ahora es Adán Augusto” en el evento conmemorativo de la Batalla de Puebla.
Los aspirantes a la candidatura presidencial están desatados, aprovechando la ambigüedad de las leyes electorales y la tibieza de la nueva Comisión de Quejas del Instituto Nacional Electoral, que en sus recientes sesiones ha decidido negar medidas cautelares que antes sí hubiera aprobado en contra de los aspirantes de Morena.
Luego de los relevos en el INE, la comisión la conforman ahora dos consejeros recién llegados -Rita Bell López y Jorge Montaño-, quienes han privilegiado el criterio de “libertad de expresión” de los funcionarios, sobre las restricciones a las que deberían estar sujetos como funcionarios públicos.
La actitud de los nuevos consejeros coincide con la postura pública de Morena, con una de las pretensiones del Plan B, y genera un alto contraste con la posición de la presidenta de la Comisión, Claudia Zavala, quien está porque se siga respetando la Constitución, e incluso ha solicitado en las sesiones que el Tribunal Electoral defina ya criterios claros para impedir que la promoción de los aspirantes siga implicando la ejecución de actos anticipados de campaña violatorios de la norma.
Pero esa es otra historia.
Mario Delgado, dirigente de Morena, aprovechó el manotazo presidencial para fijar la ruta de la sucesión dentro del partido. En diversas entrevistas que otorgó entre jueves y viernes de la semana pasada, dejó claro que ya ha aterrizado las instrucciones presidenciales en un cronograma.
Primero habrá que esperar a que ocurran las elecciones del domingo 4 de junio en Coahuila y el Estado de México, donde su partido apuesta a que Delfina Gómez sume el estado 23 de la autodenominada 4T, y pinte de guinda el más poderoso bastión electoral del País, donde habitan 17 millones de habitantes y casi 13 millones de electores.
La semana siguiente a la cita electoral, entre el 8 y 10 de junio, Mario Delgado se reunirá con todos los aspirantes para definir las reglas que se plasmarán en la convocatoria que, una semana después, sería emitida formalmente por Morena.
La intención del dirigente es que haya una primera encuesta entre julio y agosto, en la que podrían participar los cuatro aspirantes y otros que han levantado la mano, como el diputado del PT, Gerardo Fernández Noroña.
Aquí podría surgir una primera diferencia: si Marcelo Ebrard -y quizás Monreal- insisten en que todos deben separarse de sus cargos tras la emisión de la convocatoria, pues ni Claudia Sheinbaum ni Adán Augusto parecen querer dejarlos.
No hay regla -más allá del decoro- que los obligue a hacerlo.
Delgado ha dicho que habrá encuestas espejo; es decir, que varias casas encuestadoras serían convocadas para validar los resultados de ese primer filtro de aspirantes.
Su idea es que los mejor posicionados vayan a una segunda encuesta, entre octubre y noviembre de 2023, para que de ahí surja la candidata o candidato que sería ungida a finales de noviembre para hacer precampaña como aspirante único de Morena a la Presidencia.
Llevar la decisión hasta allá implica cinco meses más de posicionamiento de los aspirantes, pero también el riesgo de nuevas sanciones por parte del INE y de la Sala Regional Especializada del Tribunal Electoral.
A Sheinbaum los tiempos le permitirían llegar hasta su Quinto Informe de Gobierno, programado para octubre, con la promoción que ello implica, y llegar a la segunda encuesta en condiciones idóneas de reconocimiento público.
Para Adán Augusto, son cinco meses más de un cargo que le ha permitido pasearse por todo el País, crear estructuras en estados y municipios, mostrarse como gobernante, aparecer todas las semanas en eventos cerca del Presidente y hasta sustituir a López Obrador en las mañaneras.
Para Monreal, luego de sobrevivir al fin del periodo ordinario, esto le permite seguir usando el Senado como plataforma, con los recursos, medios y agenda que ello implica.
Y Ebrard parece el menos favorecido con esta ruta, pues la agenda de la Cancillería es menos lucidora para un presidenciable, y su libro (ya olvidado por la mayoría de los medios) no le va a dar para recorrer el País. Quizás por eso insiste en que sólo la dimisión anticipada de todos los aspirantes puede garantizar piso parejo.
A esto habrá que sumar el factor aliados: ¿en qué momento PT y Partido Verde se suman a la ecuación? Por lo pronto, además de Fernández Noroña (PT), en el Verde ya también hay quien levantó la mano: el Senador chiapaneco Manuel Velasco.
Pese a todo, el Presidente parece tener control del proceso y sus protagonistas.
Como no lo lograron Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, él sí tiene las riendas de su sucesión, y ha logrado crear la percepción de que él será el verdadero encuestado, sin que ello implique rupturas.
La foto del 28 de abril no sólo muestra camaradería y exhibe el control del Presidente sobre los tiempos y el método; también evidencia unidad, pues los cuatro de la mesa saben que fuera del proyecto no tienen ningún futuro.
Por cierto, mientras todo esto ocurre en el oficialismo, la Oposición sigue durmiendo.
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