Ausencia

LA TAREA NUNCA ACABA
    Con la llegada de Morena, el fenómeno político se ha complejizado, por la sencilla razón de que, a diferencia del aquel gobierno de la alternancia con Vicente Fox, los nuevos inquilinos de Palacio sí llegaron a destrozar el andamiaje institucional sobre el que operaba quien detentó el poder durante 71 años, pero no se observa una consolidación del orden democrático, todo lo contrario; los equilibrios de poder tienden a desaparecer.

    Regresé a mi labor docente, ya me hacía falta. Desde hace años descubrí que necesito combinar la reflexión y la acción; si sólo hago la primera sin la segunda, me asfixio y, si sólo me concentro en la segunda sin la primera, me atrofio. Pensar lo que hago y hacer lo que pienso define mi vocación como servidor público. De hecho, esa es probablemente la más importante de las razones que me empuja a seguir escribiendo, someter mis argumentos al escrutinio público. De ahí mi frase, gobernar es argumentar.

    La discusión en grupo con mis alumnos como la preparación de mis cursos me llevó a revisar alguna bibliografía que hacía tiempo no tocaba. Concentrado en el ámbito educativo, me fui alejando de mi formación inicial: partidos políticos y sistemas electorales, justo el curso que ahora tengo el privilegio de impartir.

    Al inicio de cada clase acostumbro preguntar a mis alumnos qué leyeron, notas o columnistas; ambas suelen concentrarse en el Presidente de la República o en la autoproclamada “Cuarta Transformación.” Hacía mucho tiempo que el jefe del Estado mexicano había dejado de ser el centro del intercambio público y político, por lo menos desde Ernesto Zedillo hasta 1997 o, en todo caso, en que la discusión no dependía únicamente de Los Pinos, ahora Palacio Nacional. ¿Se debe esto al talento presidencial o a la ausencia de la oposición? La pregunta del millón.

    En nuestro curso, la primera lección abarca la evidencia internacional de 30 países de Europa del Este que transitaron hacia la democracia en la década de los 90’s y en pleno Siglo 21, por lo menos 25 países regresaron al autoritarismo por la vía electoral. Existen dos constantes a destacar: primero en los países donde hubo un fenómeno de regresión, como Polonia, Bulgaria, Rusia y otros más, aquí el problema estuvo en todo aquello que no hicieron los que llegaron, no los que se fueron. Cuando la oposición se volvió gobierno, no supo que hacer con el poder; entonces, el electorado llama a los originales, quienes empiezan a distorsionar el funcionamiento democrático de las instituciones. Por otro lado, los que consolidaron la democracia, como la República Checa, se dedicaron a romper con el pasado y no trataron de maniobrar sobre “l’ancien régime”, sino reinventaron el orden político y sus equilibrios.

    ¿Dónde está o bien, hacia donde se dirige México? Responder puede y no ser una tarea sencilla o bien, que no alcance en un solo escrito. Lo cierto es que, estamos donde estamos porque el PAN no hizo lo que le tocaba hacer cuando gobernó, ahí habríamos consolidado un régimen de libertades. Con la llegada de Morena, el fenómeno político se ha complejizado, por la sencilla razón de que, a diferencia del aquel gobierno de la alternancia con Vicente Fox, los nuevos inquilinos de Palacio sí llegaron a destrozar el andamiaje institucional sobre el que operaba quien detentó el poder durante 71 años, pero no se observa una consolidación del orden democrático, todo lo contrario; los equilibrios de poder tienden a desaparecer. El destino de la democracia mexicana está prendido de alfileres, por lo menos a juzgar por la evidencia internacional. ¿Será México la excepción a la regla?

    El destino de la democracia mexicana dependerá menos de Morena y su líder política, Andrés Manuel López Obrador, y más de lo que haga o deje de hacer la oposición.

    Algunos fundamentos que sustentan mi idea en el párrafo anterior:

    1. La alternancia. No existe alternancia posible si no existe alternativa. Mientras la ciudadanía sienta que la oposición no es una alternativa frente a Morena, seguirán optando por quien hoy gobierna. La elección del 2018 tiene características fundacionales, pues dejó atrás a los partidos que construyeron la alternancia, por lo menos durante 12 años, lo que no es poca cosa. Al colarse un partido en medio de todos ellos, los electores dieron la espalda a todo lo que el régimen representó.

    2. La primera alternancia acontece en la cabeza del ciudadano. Mientras la gente sienta que los partidos de antaño no han cambiado y sus opciones políticas, tantos su programa como sus perfiles, son los mismos del pasado, les alcanzará sólo para eso: para el ayer y no para el mañana. Por ejemplo, el PRI solía decir que, si no gobernaban ellos, el país se caería a pedazos; en el 2000, 63 por ciento de la población mexicana ya había sido gobernada por un partido de la oposición. En su cabeza, el elector ya tenía una alternativa frente al PRI, hoy no la tiene frente a Morena.

    3. La Presidencia de la República no lo es todo. Generar una alternativa con visión clara de futuro, otro futuro, con un programa renovado y líderes que entiendan el poder de otra forma a quienes hoy gobiernan, tomará tiempo. Existe una ruta que ha probado ser exitosa: lo local. La oposición debe recuperar las ciudades más importantes y ganar terreno en el Poder Legislativo, por una sola razón: ahí duerme el único contra poder eficaz en contra del histórico antidemocrático presidencialismo mexicano: el federalismo.

    4. La alianza. Que la alianza “Sí por México” no haya funcionado como se quería, no quiere decir que no funcione. Nunca se socializó entre la militancia, no se explicó porque era necesaria, los perfiles se parecían demasiado al rechazo en el pasado, a los militantes se les ignoró y las cuotas prevalecieron. Con todo y eso, no quiere decir que no funcione. Es más, es lo único que el hoy Presidente de la República considera lo puede frenar en sus aspiraciones por mantener la ruta de la “mal llamada” Cuarta Transformación. Su objetivo es el PRI, por las buenas o no tan buenas; los traerá de su lado o bien, buscará hacerlos funcionales a “su causa”. Es la mejor forma de dinamitar la viabilidad a la “alternativa”.

    Confieso sentirme como “pez en el agua”, volver a mis temas de formación académica me reconforta. Agradezco a mis alumnos por esta oportunidad. Por lo pronto, tengo claro una cosa, ojalá la oposición se preocupe menos por AMLO y más por recuperarse a sí misma. Hoy su ausencia es la que le duele a México.

    Que así sea.

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