"Autonomía y libertad adolescente, el temor de los padres"
Ambrocio Mojardín Heráldez
Cuando las familias llegan a la edad en que alguno (s) de sus miembros es adolescente, su dinámica sufre varios ajustes. Uno de los más notorios es el que se motiva con la exigencia que éstos hacen de mayores libertades y el reconocimiento de un estatus cercano a la autonomía.
Es una etapa que pone a prueba el ejercicio de autoridad, pero también la visión de crianza. Las reglas que antes eran claras y se respetaban parece que dejaron de serlo y empiezan a condicionarse. Las hijas y los hijos adolescentes las retan y argumentan contra ellas para beneficiar su expectativa de “libertad”; las relativizan a su “conveniencia” y ofrecen argumentos que lo “justifican”.
Como respuesta común e inmediata, los padres y madres de familia responden con medidas extremas como el “encierro” o la limitación extrema de las libertades que gozaba. Una medida que refleja miedo y mal conducida se vuelve razón de grandes problemas familiares.
Las y los adolescentes exigen mayor libertad y autonomía como reflejo de consolidación de su individualidad. Les motiva una urgencia por confirmar las habilidades y conocimientos que dominan y una gran necesidad de experimentar lo que creen que corresponde a su edad. ¿Conviene darles libertad? ¿Por qué y en qué medida? ¿Con qué y cómo empezar?
Para responder estas preguntas quizá sirvan las siguientes recomendaciones de la psicología educativa: 1) Tomar en consideración que el adolescente no llega a esta etapa de un día para otro. La vida le ha llevado por etapas previas que le han ido preparando para entender su mundo y reconocer el potencial con que cuenta para enfrentarlo. 2) Hacer recuento, de las condiciones en que las hijas e hijos han llegado a la adolescencia; qué de ellas les beneficia y qué no. 3) Leer en sus antecedentes de comportamiento y en sus intereses actuales las posibles motivaciones para demandar mayor libertad y autonomía.
Cuando los adolescentes descubren que tienen nuevas capacidades, de inmediato y por todos los medios buscan ponerlas en práctica. La mayoría de las veces con propósitos poco claros y de muy corto alcance.
En cuanto ven que tienen mayor fuerza física buscan demostrarla; en cuanto se dan cuenta que son buenos para las relaciones interpersonales buscan hacer nuevos círculos de amigos; en cuanto notan sus habilidades de comunicación oral más completa, buscan usarlas para persuadir a las personas con quien conviven y una vez que descubren sus intereses sentimentales definen “estrategias” para satisfacerlos.
Es una reacción que incomoda y altera la dinámica familiar, pero tiene que verse de manera positiva y atenderse con distancia solidaria. Que reclamen más libertad y autonomía es muestra de su desarrollo y maduración personal; que lo expresen abiertamente es indicador positivo del trato que han recibido; peor resulta que no lo manifiesten.
Las y los adolescentes aumentan la autoestima y la seguridad en sí mismos con las oportunidades que tienen para reconocerse en contextos diversos. Entre más vivencias tienen, mejor criterio desarrollan; entre más difíciles son las experiencias que enfrentan, más crecimiento logran.
De ahí se que se recomiende permitirles conocer espacios y tener experiencias nuevas; que se enfrenten a situaciones desconocidas y que conozcan el efecto de sus pensamientos y acciones. Optar por mantener o instalar un régimen extremo de autoridad, que les limite esas oportunidades tiende a ser contraproducente. Buscarán darse lugar para hacerlo y enfrentarán más riesgos.
Ofrecer libertades y autonomía tiene que decidirse despues de responder las siguientes preguntas: ¿En qué contexto van a ejercer la libertad que demandan? ¿Con quiénes es más probable que lo intenten? ¿Qué riesgos y qué beneficios puede traerles las experiencias que buscan?
Toda experiencia debe mantener protegido su bienestar y su crecimiento integral y merece aprobarse. A pesar de que cause incomodidad, o altere las creencias que tienen los padres.
Los escenarios más complejos tienden a incluir mayores riesgos, pero también mayores ganancias. Si no comprometen la integridad personal de las hijas y los hijos pueden resultar los más positivos.
En todos los casos, la compañía con distancia es necesaria. Las y los adolescentes necesitan consolidar su autoconcepto y para ello requieren de la retroalimentación. Una respuesta que solo se puede dar con cercanía y apertura.
Cerrarse a la exigencia natural que presentan por mayor libertad y autonomía para tomar decisiones es la peor respuesta que como padres y madres se puede dar. Es mucho mejor conocerlas, identificar su motivación y anticipar la forma en que las van a usar.
Hay que darles la libertad y autonomía que exigen, siempre cuidando los factores mencionados y sus efectos. Con ello ayudaremos para que se vuelvan personas más maduras y estables. En su crecimiento la familia también crecerá y el ejercicio de autoridad será más fácil y más satisfactorio. ¿O usted qué opina?
@ambrociomojardi