Banco de Alimentos

BANCO DE ALIMENTOS
07/12/2025 19:05

    ¿Cuál es tu ikigai?

    En Japón existe una palabra que encierra una idea sencilla y profunda a la vez: ikigai. Se traduce como “razón de ser”, pero en realidad describe ese punto en la vida donde lo que amamos, lo que sabemos hacer, lo que otros necesitan y lo que podemos sostener a largo plazo se encuentra en equilibrio. No es una fórmula mágica ni una moda; es una guía para vivir con propósito.

    Buscar el ikigai no es un ejercicio intelectual, es un viaje personal. Empieza cuando nos detenemos a preguntarnos qué cosas nos hacen sentir vivos sin esforzarnos demasiado por explicarlo. A veces son actividades creativas, otras veces son profesiones, y en muchos casos son gestos que parecen pequeños, pero que iluminan la vida de alguien más. El problema es que solemos pensar que el sentido tiene que venir de logros extraordinarios o de proyectos complicados, cuando en realidad puede aparecer en actos muy humanos: escuchar, acompañar, compartir.

    Para muchas personas, ayudar a otros es justamente ese punto donde todo encaja. No porque sea heroico, sino porque es natural. Hay quienes al compartir alimento, tiempo o habilidades sienten que algo se alinea por dentro. No lo buscan para ser reconocidos; lo hacen porque descubren que su vida se expande cuando la de alguien más mejora, aunque sea un poco. Ese “poco” es suficiente para que el día tenga sentido.

    El ikigai no se encuentra de un día para otro. A veces vive escondido entre nuestras rutinas, esperando que le abramos espacio. Para descubrirlo, basta observar tres señales. La primera: aquello que te hace sentir paz incluso en días difíciles. La segunda: aquello que otros agradecen genuinamente cuando lo haces. Y la tercera: aquello que puedes sostener sin desgastarte, porque nace de tu identidad, no de la obligación. Cuando esas tres señales coinciden, estás cerca de tu ikigai.

    En el camino, todos pasamos por dudas: ¿y si ayudar no es suficiente?, ¿y si debería aspirar a algo más grande?, ¿y si lo que hago no cambia nada? Pero el sentido de la vida rara vez aparece en un gran acontecimiento. Normalmente surge en la constancia de un gesto. Un paquete de alimento que llega a una mesa, una conversación que calma a alguien, una mano extendida en el momento preciso. No cambia al mundo entero, pero sí cambia el mundo de alguien. Y eso es una transformación real.

    Las fechas decembrinas tienen la peculiaridad de hacernos más conscientes de la fragilidad de los demás y de la nuestra. Nos recuerdan que no todos celebran desde la abundancia, y que una parte importante de nuestra propia plenitud nace cuando damos, no cuando acumulamos. Tal vez por eso diciembre es un mes ideal para preguntarnos cuál es nuestro ikigai. Si descubres que está en compartir con quienes menos tienen, entonces no estás encontrando solo un propósito: estás encontrando una forma de vivir.

    Ayudar no requiere grandeza, solo disposición. No pide perfección, pide presencia. Cuando damos desde lo que somos, no desde lo que sobra, algo se ordena. Algo se ilumina. Y ese brillo es la pista más clara de que vamos por el camino correcto.

    Quizá el ikigai no sea una meta, sino una práctica diaria: mirar alrededor, reconocer la necesidad y decidir no pasar de largo. Si cada uno de nosotros encontrara aunque sea una pequeña forma de servir, nuestra vida sería más plena y nuestra comunidad más humana.

    Que estas fechas nos inviten a descubrir ese sentido. Y que, si nuestro ikigai está en ayudar, lo vivamos con alegría, con constancia y con la certeza de que ninguna acción solidaria es pequeña cuando nace del corazón. A veces, el camino hacia una vida con propósito empieza simplemente compartiendo un poco más con quien hoy tiene menos.

    ¿Cuál es tu ikigai?