Barbarie

07/05/2025 04:00
    El interés más alto de la humanidad es que prevalezca la paz y la justicia social entre los pueblos, dos aspiraciones que cuentan con unánime consenso por parte de los pueblos de la tierra.

    No cabe duda, vivimos tiempos claroscuros, en algunos casos sumamente preocupantes. Las guerras que han estallado en algunos puntos del planeta no dejan de provocar preocupación en el conglomerado de la humanidad. No vemos acciones contundentes frente la barbarie que vienen cometiendo los gobernantes de Israel contra el pueblo Palestino, en la Franja de Gaza, masacrando a jóvenes y niños principalmente.

    Urge parar ese genocidio. En pleno Siglo 21, en la era de la comunicación global, la humanidad es testigo, casi en tiempo real, de los ataques del gobierno sionista de Benjamín Netanyahu contra la población de Gaza. El Ministerio de Salud de Palestina informó, a fines de noviembre, que más de 44 mil personas habían muerto y 104 mil habían resultado heridas, desde que las hostilidades se intensificaron el 7 de octubre de 2023. Casi toda la población palestina de Gaza fue desplazada por la fuerza. Con espanto el público mundial ve cómo día a día aumenta la cifra de fallecidos en esa guerra de exterminio, que no para por parte del ejército israelí. Es increíble que las Naciones Unidas no hayan sido capaces, hasta la fecha, de parar esa atrocidad de lesa humanidad, contra el pueblo de Palestina; son infinidad las voces en todo el planeta clamando parar la masacre.

    Nuestra conciencia no va a descansar mientras no se ponga fin a ese anacrónico genocidio, que estremece las conciencias libres en toda la humanidad. Lo que está haciendo el gobierno de Israel tiene mucha semejanza con lo que Adolfo Hitler hizo a los judíos en la II Guerra Mundial. Ahora, presos de la ideología sionista, los gobernantes judíos pasaron de víctimas a victimarios, y aplican en Palestina su campaña de “tierra arrasada” y limpieza étnica (y religiosa) contra el martirizado pueblo de Palestina. Un crimen de lesa humanidad, sin quitarle ni ponerle.

    Los pueblos del mundo rechazan actos semejantes, inauditos en pleno Siglo 21. Hay incontables voces en el planeta que ven con horror lo que informan los medios suscitarse a diario en las tierras de Jerusalén. No se ve en ningún punto del globo terráqueo algo semejante. Grabadas han quedado, como registro histórico de esa barbarie, escenas desgarradoras. Una de las más dramáticas, entre muchas, es la que protagonizó un niño palestino que, herido de muerte, advirtió a los soldados israelíes: “Le voy a decir a Dios”.

    Mientras en otra parte del planeta, en Ucrania, también en guerra, esperamos que medie la razón y la ecuanimidad para terminar con ese foco de tensión, y que se firme el ansiado tratado de paz. La aspiración suprema de la humanidad es que prevalezca la paz, la convivencia pacífica entre naciones, más aún si éstas son naciones vecinas. No hay otra situación que preocupe más a la humanidad que las guerras, que sólo traen ruina, destrucción y pérdida de vidas. El interés más alto de la humanidad es que prevalezca la paz y la justicia social entre los pueblos, dos aspiraciones que cuentan con unánime consenso por parte de los pueblos de la tierra.

    Un pueblo que siempre se ha distinguido en su lucha por la paz, es el pueblo de México. A lo largo de su historia ha luchado porque prevalezca la paz en todo su territorio. La violencia siempre ha brotado producto de los malos gobiernos, que gobernaron de manera despótica y sembraron discordia y pobreza. Afortunadamente, en la actualidad, el país cuenta con la presidenta Clàudia Sheinbaum Pardo, quien viene dirigiendo al país por buen rumbo. Si las cosas siguen sin contratiempo, al término de su sexenio, va a dejar un país más seguro, con leyes y jueces más justos y con una de las economías más solventes del mundo. Vemos esa expectativa con muchas posibilidades de que sea una realidad.

    Cuando no hay democracia estallan las guerras. Por ello, la mejor forma de preservar la paz es vivir en democracia, en armonía con el pueblo. El servir al pueblo (y no servirse de él, como en el pasado) es la meta por la que luchan los gobiernos de la cuarta transformación. Trabajan (o debieran trabajar) desde el gobierno, obedeciendo el mandato del pueblo, sin variación, velando por su interés y protegiendo sus derechos. Por fortuna, vemos que la política que sigue la presidenta Sheinbaum tiene esa genuina preocupación por el bienestar del pueblo, todas las acciones de su gobierno caminan sobre esa sola línea, cumplir con el mandato popular y hacer que los frutos de la Constitución sean para todos.

    Lo hemos dicho siempre: “con pueblo todo, sin el pueblo nada”. Es una de las máximas invariables en todas las actividades de los gobiernos de la cuarta transformación. Ha habido, en ocasiones, pequeños tropiezos, pero se resuelven aplicando la Ley, sin medias tintas.