El fenómeno del agua alcalina se ha convertido en una tendencia en el ámbito de la salud y la nutrición, acompañado de afirmaciones que prometen una amplia gama de beneficios, desde la mejora del rendimiento físico hasta la prevención de enfermedades crónicas. Sin embargo, al examinar esta tendencia bajo el escrutinio científico, se revela un panorama complejo, caracterizado por una falta de evidencia sólida y una serie de interrogantes sobre su efectividad y seguridad.
Para entender adecuadamente el concepto de agua alcalina, es esencial tener en cuenta los fundamentos de la química del pH y su relación con el cuerpo humano. El pH es una medida de la acidez o alcalinidad de una solución, con valores que van de 0 a 14. Un pH inferior a 7 indica acidez, mientras que un pH superior a 7 indica alcalinidad.
Es fundamental comprender que el cuerpo humano gestiona una variedad de niveles de pH en diferentes sistemas fisiológicos, desde la sangre hasta el tracto gastrointestinal, cada uno con su propio rango específico. La sangre mantiene su pH en un estrecho rango entre 7.35 y 7.45, gracias a sistemas reguladores como los riñones y los pulmones. En el caso del estómago, este es altamente ácido para ayudar en la digestión de los alimentos y la destrucción de patógenos. El pH del jugo gástrico varía generalmente entre 1.5 y 3.5, siendo más bajo durante la digestión y aumentando entre las comidas. La piel tiene un pH ligeramente ácido, típicamente entre 4.5 y 5.5, que ayuda a mantener su función de barrera protectora y a prevenir el crecimiento de bacterias y hongos. El pH de la boca puede variar dependiendo de factores como la dieta y la salud oral. El pH de la saliva normalmente se encuentra entre 6.5 y 7.5, pero puede disminuir después de consumir alimentos ácidos o dulces, lo que puede aumentar el riesgo de caries dentales. El pH en diferentes partes del tracto gastrointestinal varía para facilitar diferentes procesos digestivos. Por ejemplo, el pH en el intestino delgado puede ser ligeramente alcalino, alrededor de 7.4, mientras que en el intestino grueso puede ser más ácido, alrededor de 5.5 a 7. El pH de la orina puede variar dependiendo de varios factores, como la dieta, la hidratación y la salud renal. Normalmente, el pH de la orina se encuentra entre 4.5 y 8, con un valor de alrededor de 6 a 7 considerado como un pH óptimo. Esta diversidad en los niveles de pH es crucial, ya que cada sistema requiere un equilibrio óptimo para funcionar correctamente.
El agua alcalina se caracteriza por tener un pH más alto que el agua corriente, típicamente entre 8 y 9 en la escala de pH. Los partidarios del agua alcalina argumentan que esta alcalinidad puede ayudar a neutralizar los ácidos en el cuerpo, contrarrestando así los efectos perjudiciales de una dieta y un estilo de vida ácidos, lo cual no tiene sentido ni fundamento científico. La capacidad del cuerpo para regular su propio pH significa que cualquier cambio en el pH del agua ingerida probablemente tenga un impacto mínimo en el pH interno del cuerpo.
En cuanto a los presuntos beneficios para la salud del agua alcalina, las afirmaciones son variadas y a menudo exageradas. Se ha sugerido que el agua alcalina puede actuar como un poderoso antioxidante debido a su potencialmente alto contenido de iones de hidróxido, que pueden ayudar a neutralizar los radicales libres en el cuerpo. Sin embargo, la evidencia científica que respalda esta afirmación es inconsistente y limitada. Asimismo, se ha afirmado que el agua alcalina puede mejorar la hidratación celular y aumentar la energía debido a su capacidad para penetrar las membranas celulares con mayor facilidad que el agua común. Sin embargo, no existen datos para confirmar tales efectos y no existe lógica bajo ese argumento.
Por otro lado, existen preocupaciones legítimas sobre los posibles efectos secundarios del consumo excesivo de agua alcalina. Beber agua con un pH muy alto puede interferir con la acidez natural del estómago, lo que podría afectar la digestión y la absorción de nutrientes. Además, el consumo prolongado de agua alcalina en grandes cantidades podría potencialmente desequilibrar el pH del cuerpo, lo que podría dar lugar a una condición conocida como alcalosis, que puede tener efectos adversos en la salud, como confusión, náuseas y espasmos musculares. Asimismo, el agua alcalina, al tener un pH más alto que el agua normal, puede alterar transitoriamente el equilibrio ácido en el estómago. Esta alteración puede afectar la acidez natural del estómago, que normalmente actúa como una barrera protectora contra las bacterias y patógenos que se ingieren con los alimentos o el agua. Cuando el pH del estómago se desequilibra, especialmente si se vuelve menos ácido de lo normal, puede crear un entorno más propicio para el crecimiento bacteriano, incluido el Helicobacter pylori.
Aunque el agua alcalina no es intrínsecamente perjudicial y puede no presentar riesgos significativos para la salud en cantidades moderadas, tampoco existen pruebas sólidas de que proporcione beneficios sustanciales.
El consumo de agua alcalina no tiene ningún beneficio sobre la salud. Se debe tener en cuenta que una dieta equilibrada y variada, combinada con hábitos de vida saludables, sigue siendo la piedra angular de la promoción de la salud y el bienestar a largo plazo.
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alberto.kousuke@uas.edu.mx