Hace un mes, el 8 de septiembre, don Adrián García Cortés habría cumplido 100 años, pues nació en un vagón de ferrocarril en la ciudad de Guamúchil, en 1924. Quijotesco caballero y preciso cronista que cabalgó desafiante e impertérrito en su incansable rocinante de la memoria.
No podemos olvidar ni dejar de mencionar a quien consagró su vida a la conservación de los archivos y el legado histórico. No vivió para festejar su centenario, pero sí logró festejar sus 90 años, pues falleció el 27 de diciembre de 2014.
Su amor por los archivos, documentos, letras y libros fue incalculable. Su método de investigación fue siempre meticuloso y riguroso. Era responsable y puntual para entregar sus colaboraciones. No admitía otro trabajo si planeaba que no lo podría terminar en el tiempo que se le requería y si no establecía claramente las reglas de programación y de operación. Los acuerdos los consignaba por escrito, no dejaba nada al azar ni a la improvisación.
Se distinguía por su apertura, amistad, cortesía y amabilidad. Acostumbraba conjugar el humor con la solemnidad. Su conversación era franca, respetuosa y sincera, aunque aderezada con chistes, bromas e ingeniosas frases que se permiten al abrigo de la amistad. Su hablar era correcto y reposado, con un estilo refinado y solemne. Era habitual que arribara a las citas y encuentros con su inseparable boina y portafolio, o bolsa en que portara libros y documentos.
Experimentado periodista, apasionado del urbanismo, fiel cronista e impulsor del Palacio de la Memoria. Excelente investigador: disciplinado, organizado, meticuloso y objetivo. Se aficionó a la lectura y mostró amor por las letras desde temprana edad. Fue profeta que desafió a la fugacidad y al olvido; escribir se convirtió en su liturgia cotidiana.
¿Cultivo el arte de la memoria?