Los partidos tradicionales, ante la debacle que viven, caen en el ridículo de pretender coartar la libertad de sus militantes; en su crisis corren el riesgo de quedarse solos, pues la crisis política que padecen es patética.

    No le busquen tres pies al gato. El Presidente Andrés Manuel López Obrador es un estadista buscando el mejoramiento de su pueblo, abatir las desigualdades que abruman a la mayoría de los ciudadanos y, en esa estrategia, caben todas las personas que han demostrado, en su desempeño político, sensibilidad social y un comportamiento ético, sin importar el partido de origen; las ideologías, como las creencias religiosas, son punto y aparte.

    Los partidos tradicionales, ante la debacle que viven, caen en el ridículo de pretender coartar la libertad de sus militantes; en su crisis corren el riesgo de quedarse solos, pues la crisis política que padecen es patética. El Presidente de la República, con esa actitud de sumar personalidades de fuera de su partido político, demuestra su talante democrático. Por el bien de la ciudadanía no se vale tener actitudes cerradas, si se es de izquierda o de derecha es irrelevante, lo importante es que el funcionario público sea un ciudadano probo en su desempeño. Cambiar al País es tarea de todos, no de uno, esa es la enseñanza.

    El Presidente López Obrador está empeñado en una transformación histórica en muchos aspectos del país y, para lograr sus fines, tiene que actuar con mucha imaginación, sin detenerse en cuestiones de forma sino de fondo, eso es lo que cuenta.

    Los agoreros del pasado se fijan en detalles intrascendentes y no ven o fingen no darse cuenta de los importantes cambios que se vienen realizando en todo el territorio nacional, lo ignoran premeditadamente, por eso mismo no dan una en sus predicciones y mentalmente siguen condicionados por el pasado. A pesar de las predicciones catastrofistas de esos chabacanos todólogos, la cuarta transformación marcha viento en popa, indetenible en sus planteamientos de impulsar el avance democrático del país. Desgraciadamente, la Oposición es muy menor, porque no debate con ideas, solo con denuestos y sofismas. Eso es lo único que por lo visto saben hacer, frente a eso el Partido Morena camina holgadamente.

    La alianza prianista no ha prendido entre los ciudadanos, por el contrario, son notables los descalabros que ha sufrido, ganándose fuertes críticas por parte de la ciudadanía, que cada vez constata que el tricolor y el azul son lo mismo, dos caras de una misma moneda neoliberal. No se ve en la oposición nada que la sitúe como un interlocutor que pueda posesionarse como una opción para disputarle al Partido Morena el poder; no se ve esa posibilidad ni remotamente, como se dice coloquialmente: “está muy flaca la caballada”.

    No se ve de aquí al 2024 que vaya a haber cambios en esta situación política. Se vislumbra un tiempo sumamente nublado para los prianistas de cara a la competencia presidencial del 2024, no se perciben por esa ala conservadora posibilidades ni capacidad de competir con fuerza, a pesar de que los tiempos políticos de la sucesión se aceleran y culminarán dentro de tres años. En cambio, el partido Morena tiene un abanico muy amplio en ese terreno, personalidades con mucho renombre y trayectorias muy sólidas y, además, lo más importante, cuenta con el apoyo popular para que seleccione al candidato presidencial que le dé continuidad a la cuarta transformación del país.

    Si las cosas marchan como hasta ahora, es muy probable que en el 2023 cristalicen los resultados de la febril actividad que desarrolla el presidente (es sabido que su jornada empieza desde la 6 de la mañana y culmina entrada la noche) y sentará las bases de un mejor México. La puesta en marcha de algunos de los megaproyectos será un detonante económico y un claro mensaje de que se está construyendo un país más próspero.

    La ciudadanía valora esa forma de gobernar en favor de un México progresista, porque saben la repercusión que todo ese plan de infraestructura va a tener en las diferentes regiones y en áreas tan importantes como las comunicaciones, el turismo y la ecología. Y se va a reflejar en el bienestar de las familias mexicanas, las cuales, por muchos años, fueron marginadas del progreso de la Nación.

    Los ciudadanos ven hechos tangibles: el cambio prevalece, lo sienten en su vida cotidiana. Y eso no es retórica, lo viven en su entorno, en sus hogares y en el seno de su familia.

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