“...Un soldado en cada hijo te dio...”, así lo escribió Francisco González Bocanegra, autor de la letra de nuestro Himno Nacional, y dichas palabras son tomadas muy en serio por algunos ciudadanos que están dispuestos a todo, incluso, en el extremo, entregar su vida por defender a la Patria y procurar un estado de bienestar social general. Son muy pocos los ciudadanos que definen su vida por ese camino; por supuesto no forma parte de esa estirpe el político común, el vividor del presupuesto, sino gente distinguida y auténtica como lo fue el michoacano sacrificado por la delincuencia organizada y la dejadez cómplice del Gobierno; me refiero a Carlos Manzo Rodríguez.
Carlos Manzo Rodríguez, académicamente fue formado en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), institución universitaria en la que obtuvo el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública. Dicha universidad fue fundada y es dirigida por jesuitas, la cual, seguramente les dio solidez a los principios y valores mamados en su casa, ya que dicha orden religiosa se caracteriza por su pastoral social.
A los 36 años consiguió convertirse en Diputado federal bajo el patrocinio partidista de Morena y a los 39 rompió con el partido de Sheinbaum para lanzarse como candidato independiente por la Alcaldía de Uruapan y el reventón se suscitó en virtud de que según su apreciación, los directivos morenistas no respetaron los resultados de la encuesta para determinar el nombre del candidato a la Alcaldía de Uruapan, contienda en la que estaba participando.
Y justo en ese rompimiento político empezó a escribirse el fatal destino de Manzo Rodríguez, ya que el poderoso partido en el poder pronto le pasó factura, dejando al garete en todos los aspectos a su persona y a su administración. Es decir, abrió un peligroso frente representado por su anterior partido y es bien sabido que un enemigo político es igual o peor de peligroso que el crimen organizado.
Pero el afán de servicio del valioso uruapense, lo llevó a romper el paradigma burocrático que rodea a la representación popular de una alcaldía y se lanzó a las calles como parte de su proyecto y de su convicción de procurar el bienestar social de todos sus gobernados y en ese ejercicio aceptó que la violencia que se vive en su municipio y en el estado de Michoacán no es un asunto que le compete solamente al Gobierno estatal y federal; bajo esa certeza, no tuvo empacho en hacerles frente a los grupos criminales, en muchas ocasiones, yendo a la cabeza de su cuerpo policiaco, a pesar de saberse superado en número de hombres y armamento por los poderosísimo grupos delincuenciales.
Carlos Manzo Rodríguez siempre estuvo consciente del peligro que corría su vida frente a sus poderosos enemigos, el bando político que quería cobrarle facturas a toda costa y la delincuencia organizada, pero eso no lo dobló y al final del día cayó abatido y con él se apagó una voz que exigía justicia para su pueblo, misma que seguirá retumbando en su tierra y en todo el país, haciendo valer la idea de nuestro Himno Nacional en la parte que dice: “Un soldado en cada hijo te dio”.
¡Buenos días!