Una capital moderna se define cada vez menos por su infraestructura física como por su habilidad para leer, en tiempo real, los riesgos de la ciudadanía. En las grandes metrópolis, las emergencias son tratadas como un idioma propio, donde cada llamada, cámara y alerta dibuja la relación entre gobierno y sociedad.
En ese tablero global, la Ciudad de México construye un modelo que combina datos, cercanía social e infraestructura tecnológica para enfrentar uno de los dilemas actuales: cómo responder a una ciudadanía que demanda seguridad con atención diferenciada, velocidad, sensibilidad y evidencia.
Este año, la evolución del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) reconoce que los riesgos no son homogéneos y las víctimas requieren un trato distinto según el contexto en el cual viven.
Durante el periodo comprendido entre el 1 de enero y el 23 de noviembre de 2025, la plataforma atendió más de 1.8 millones de incidentes, un incremento del 58 por ciento si se compara con 2019. Lo relevante no es cuántos, sino cómo se atienden, qué tipo de emergencias se reciben, perfiles sociales detrás de esas llamadas y decisiones tomadas en el minuto crítico.
Estos números no solo describen la demanda; revelan que la línea 911 sigue siendo el principal articulador del auxilio ciudadano. Los motivos más frecuentes -agresiones, accidentes, escándalo, denuncias por sospecha- muestran la textura de una ciudad donde la emergencia es parte de la vida urbana.
Lo decisivo en 2025 ha sido el giro ético hacia la especialización. Una mujer que denuncia violencia o una persona LGBT que enfrenta riesgo recibe una atención estructuralmente distinta, diseñada para evitar la revictimización, identificar factores específicos y activar servicios acordes a la naturaleza de la agresión. Esto representa un cambio de época. La emergencia se concibe ahora como un fenómeno atravesado por género, orientación sexual, contexto territorial y condición social, no como un dato genérico despersonalizado.
El avance tecnológico también ha tenido su propio ciclo. El programa “Ojos que Te Cuidan”, impulsado por la jefa de Gobierno, Clara Brugada, marcó un punto de inflexión. Con 15 mil 200 tótems con 30 mil 400 cámaras al cierre de este año, la ciudad registra un incremento de 36 por ciento en la infraestructura de videovigilancia.
Esta expansión tecnológica es relevante, pero lo es aún más la videovigilancia mixta, una innovación que coloca a la CDMX en un nivel comparable al de ciudades pioneras como Londres. Convenios con Oxxo, Walmart, Antad, Canaco, la Asociación de Hoteles y otros sectores empresariales crearon un ecosistema de colaboración donde la cámara privada alimenta la capacidad pública de reacción.
El sector privado asume corresponsabilidad directa en la seguridad, integrando sus dispositivos al circuito institucional. El modelo convierte a la capital en una de las primeras ciudades de América Latina con una red híbrida capaz de leer el territorio desde ambas esferas: la pública y la comercial.
Aun con los avances, el reto de 2026 será monumental. La clave de la seguridad no está únicamente en la tecnología, sino en la capacidad de combinar datos con justicia, vigilancia con derechos y monitoreo con sensibilidad. La CDMX se mueve en esa dirección.
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El autor es coordinador general del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (@C5_CDMX).