CIDE y YouTube

02/07/2025 04:01
    En todos los partidos hay políticos que consideran indispensable tener escuadrones dedicados a halagar o enlodar a quienes ellos señalen. Las redes son un campo de batalla por la pasividad de las plataformas digitales y de las autoridades. A las tecnológicas las motiva el lucro, a los políticos el deseo de alcanzar cargos con manejo de presupuesto.

    Los tuiteros y youtuberos han incrementado su influencia en la vida nacional por razones que entendí durante mi efímero regreso al Centro de Investigación y Docencia Económicas, CIDE.

    El 13 de junio recibí en mi correo académico una invitación de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (SECIHTI) para ocupar uno de los 14 asientos del Consejo Directivo del CIDE. Acepté porque es un honor ocupar cargos en el sistema público de investigación, porque tengo experiencia en ese tipo de encargos honoríficos -entre otros, he estado en la Comisión Dictaminadora de El Colegio de México y en la Junta de Gobierno del Instituto Nacional de Salud Pública- y porque respeto al CIDE, institución pública de excelencia que se ha deteriorado desde que llegó a dirigirla el doctor José Romero.

    El 20 de junio me llegó el nombramiento y lo difundí por redes sociales. El jueves 26 recibí una llamada tempranera de la SECIHTI. Me explicaron que habían cometido un error involuntario al no aclarar que el cargo estaría ocupado por el doctor Felipe Ávila Espinoza hasta el 30 de septiembre. La petición era lógica y sólo pedí un comunicado para difundirlo por mis redes. La situación se enredó porque lo recibí 27 horas después.

    Durante esas horas un tuitero y youtubero incrementó una ofensiva con ese lenguaje de odio tan común en las redes sociales. Vale la pena comentar la evolución del personaje en cuestión. En 2014 me mencionó con un elogio. Luego empezó a criticarme esporádicamente y me convertí en carne de escarnio a partir de que me invitaron a ingresar al CIDE: lanzó virulentas críticas contra mí y contra la secretaria de ciencia. Cuando utilizó información confidencial del CIDE y cuando la SECIHTI le entregó información que a mí me negaba, concluí que tenía padrinos muy poderosos. A partir de ese momento manejo, como hipótesis de trabajo, que está al servicio de algún político poderoso.

    Lo concluí por experiencias pretéritas. Por ejemplo, el 26 de noviembre de 2019 impartió una ponencia en El Colegio de México el entonces titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto. Disertó sobre un tema de actualidad: “El lavado de dinero y la 4T”.

    Hubo quienes se disgustaron con la invitación que hice a Nieto porque al día siguiente apareció en mi vida @ChicShion, la cuenta anónima que tiene años denostándome. En su primer tuit me achacaba aplaudir la “política de exterminio de Calderón” y en septiembre de 2024 fue uno de los protagonistas de la campaña que culminó en mi despido sin explicaciones del programa Primer Plano de Canal 11. @ChicShion también estaba muy bien informado porque, supongo, tenía patrocinadores con poder y dinero.

    Durante el sexenio de Felipe Calderón nació la industria del odio digital. Ha prosperado porque en todos los partidos hay políticos que consideran indispensable tener escuadrones dedicados a halagar o enlodar a quienes ellos señalen. Las redes son un campo de batalla por la pasividad de las plataformas digitales y de las autoridades. A las tecnológicas las motiva el lucro, a los políticos el deseo de alcanzar cargos con manejo de presupuesto.

    Tienen el campo libre porque los periodistas o defensores de derechos humanos afectados estamos desunidos y carecemos de organizaciones que nos representen colectivamente ante las autoridades y empresas o interpongan demandas en nuestro nombre. Con frecuencia, nos autocensuramos o minimizamos las consecuencias del insulto con la esperanza ingenua de que será una incomodidad pasajera e inocua. No es el caso. La injuria ha sustituido al intercambio de argumentos. Y las redes sociales son un instrumento ideal porque se permite el anonimato y se tolera la injuria.

    Ese ha sido uno de los factores que hicieron posible el descuartizamiento público del CIDE mientras un coro entonaba acusaciones que jamás se han demostrado. Es lamentable el deterioro de esa institución académica, es evidente el deterioro de la cultura democrática, es reconfortante ver la entereza con la que su comunidad resiste un día sí y otro también.

    Ante ello, es irrelevante que me hayan invitado y desinvitado a estar en su Consejo Directivo. Siempre consideraré un honor que me hayan considerado para ser integrante del Consejo Académico del CIDE. Aunque sólo haya sido por siete días.

    Comentaré esta columna en mi canal de YouTube.

    Colaboró Gerardo Arroyo Beristain.