Cinco dimensiones de la responsabilidad

27/06/2021 04:10
    La intuición, sin dejar de reconocer que es una aliada fantástica, no siempre nos conduce hacia las mejores decisiones, sobre todo, cuando los afectados pueden sumar miles o cientos de miles.

    Debido a su explícito, y a veces velado enfoque en la ética aplicada, en esta columna he venido compartiendo algunas metodologías para abordar y resolver ciertos dilemas éticos que enfrentamos en la vida cotidiana.

    Por no obviar, vale la pena recordar que un dilema moral (o ético) es una situación ante la que hay que decidir, donde las alternativas para elegir, moralmente hablando, se contraponen. Por ejemplo, piense en un médico, empeñado en mantener con vida a uno de sus pacientes enfermos de Covid-19, que se ve ante la dificilísima necesidad de retirarle el equipo de medicina crítica, para reasignarlo a otra persona con más posibilidades de sobrevivir. Habrá quien diga: “legalmente el médico está obligado a emplear el equipo con quien tiene una mayor esperanza de vida”, sin embargo, ello no elimina el dilema que enfrenta el doctor. Su problema, en este caso no es legal, sino moral. Y así como este, los casos brotan como yerba en el campo en las distintas áreas donde transcurren nuestras vidas.

    Como hemos dicho en otro momento, para enfrentar adecuadamente este tipo de situaciones no basta con tener buenas corazonadas. La intuición, sin dejar de reconocer que es una aliada fantástica, no siempre nos conduce hacia las mejores decisiones, sobre todo, cuando los afectados pueden sumar miles o cientos de miles.

    Lo mismo sucede en el caso de los métodos que plantean seguir a rajatabla una serie de principios éticos. Su nivel de abstracción vuelve muy ardua la tarea de tomar una decisión concreta cuando se tiene el tiempo encima y los recursos son muy limitados. Por ejemplo, imagine que el Presidente Municipal de Culiacán decidiera a partir del este referente moral: “Porque es lo justo, habrá toque de queda en la ciudad, para evitar la propagación de la cepa delta del Covid-19”. Quizá el Alcalde está convencido que la decisión encarna su muy particular idea de justicia, misma que, seguramente no comparten muchos otros actores que se verán afectados por ella.

    Con el fin de no caer en el intuicionismo ingenuo o en la trampa del abstraccionismo que tienen algunos métodos para la toma de decisiones, plantearé uno de mi autoría que he venido probando a lo largo de varios años a través de las clases que imparto en la maestría en negocios, las clases de ética aplicada en profesional y otros espacios donde discutimos la relación entre ética y responsabilidad social.

    De entrada, hay que reconocer que el nombre no tiene la mayor chispa de ingenio, pero también vale decir que el título no resulta contundente, porque hace referencia a un método que permite abordar dilemas morales teniendo en consideración cinco dimensiones de la responsabilidad.

    Cada una de las dimensiones planteadas contiene una serie de preguntas que tratan de ayudar al decisor a superar las limitaciones propias de nuestra particularísima idea sobre lo moral, tratando de llevarlo hacia una moral postconvencional, es decir, una que además de considerar algunos principios universales inherentes a la dignidad humana, tiene en cuenta la cuestión ecológica presente y futura.

    Con el propósito de que usted tenga el remedio y el trapito, pensemos en un dilema al que podamos aplicar el método. Valga pues el intento.

    Imagínese que esta mañana el Presidente de la República recibe la siguiente confirmación: el monto por la consulta para la revocación de mandato, tal como lo dijo Lorenzo Córdova, costará poco más de nueve mil millones de pesos. Estando las cosas como están, el Presidente se vio aguijoneado por la siguiente pregunta: “Qué debo hacer: ¿cumplo con mi promesa de hacer la consulta o invertimos ese dinero en las obras pendientes?”. Aquí el Presidente se ve en el dilema de seguir el dictado de su corazón (cumplir con la palabra empeñada) o atender lo que recomendaría la razón (invertir ese dinero en algo con más utilidad para la sociedad). ¿Qué hacer?

    El Método de las Cinco Dimensiones de la Responsabilidad, permitiría realizar un ejercicio de reflexión moral en los siguientes términos:

    1. Dimensión legal: ¿La decisión que se tomará está dentro del marco legal vigente? ¿La decisión podría ser dada a conocer a los diferentes grupos de interés, sin que ello suponga o derive en una disputa legal?

    2. Dimensión económica: ¿La decisión es económicamente viable para todos los grupos de interés? ¿La decisión hace compatible viabilidad económica con buena reputación gubernamental?

    3. Dimensión moral: ¿La decisión no atenta contra sus valores o los del equipo que la toma? ¿La decisión está alineada a los principios éticos que vertebran la democracia? ¿Qué principios refleja y cuáles omite? ¿Proyecta los principios postulados por los organismos y tratados internacionales? ¿La decisión genera beneficios efectivos entre los distintos grupos de interés? ¿La decisión garantiza la dignidad y derechos de los distintos grupos de interés? ¿La decisión simboliza un motivo de orgullo?

    4. Dimensión social: ¿La decisión tendrá respaldo y legitimidad social? ¿La decisión podría ser aceptada en otros contextos culturales?

    5. Dimensión ecológica: ¿La dimensión es ecológicamente sostenible? ¿No afecta o impacta negativamente a las generaciones venideras?

    Seguramente Usted habrá pensado que son demasiadas preguntas, y que resulta imposible responder afirmativamente a todas, sin embargo, si se toman en cuenta los siguientes criterios, es posible que esa dificultad se disipe: 1) Si la decisión no se encuentra dentro del marco legal, no debe ser tomada; 2) si la decisión es viable para el Presidente y la 4T, pero inviable para el resto de los grupos de interés, la decisión no debe ser tomada; 3) si en las dimensiones económica, moral y social, hay más de una respuesta negativa, es decir, no viable, la decisión no debe ser tomada; y 4) si esta generará un daño, a las personas o el medio ambiente, imposible de reparar, no deberá ser tomada.

    No adelantaré ninguna respuesta a qué debería hacer el Presidente. En todo caso, le invito a que se ponga en los zapatos de él, y dé respuesta a cada una de las preguntas, asegurándose que los cuatro criterios se cumplan. Seguramente corroborará que resolver de manera adecuada un dilema moral, no es tarea fácil, pero que es posible abordarlos de una manera que el decisor y los afectados por la decisión puedan considerar justa.

    Y por no dejar, van unas cuantas preguntas al margen: ¿Qué hay del caso Lozoya? ¿En qué quedó el de García Luna? ¿Cienfuegos? ¿Bartlett? ¿Irma Eréndira Sandoval salió del gabinete, y así, sin más, se regresa a la universidad dejando en el aire la aclaración sobre sus nueve casas adquiridas con un sueldo de académica? ¿Qué entender ante estos largos silencios?