Clases virtuales y deficiencias en la visión cercana

02/06/2025 04:00
    Limitar la visión de nuestras infancias y juventudes no sólo tiene efectos individuales, también compromete su desarrollo social y profesional. Un estudiante que no ve bien difícilmente podrá alcanzar su potencial. Reconocer esto y actuar a tiempo es una tarea que involucra a familias, docentes, especialistas, instituciones y autoridades.

    El uso intensivo de pantallas electrónicas en la educación ha traído consigo múltiples consecuencias, entre ellas el aumento de deficiencias visuales en niños y adolescentes, particularmente la hipermetropía, que se manifiesta como dificultad para ver objetos cercanos con claridad.

    En un contexto donde las clases virtuales pueden implicar entre cuatro y seis horas diarias frente a dispositivos digitales, este problema adquiere una dimensión preocupante y exige respuestas coordinadas desde la salud y la educación.

    La vista es la vía principal de acceso al conocimiento, ya que a través de ella recibimos cerca del 80 por ciento de la información del entorno. En el proceso educativo, esta función es fundamental, tanto para leer, escribir, observar materiales o para interactuar con los contenidos digitales. Sin embargo, cuando un estudiante presenta hipermetropía, realizar sus tareas escolares, responder ejercicios o atender a una clase virtual puede volverse agotador.

    Esta deficiencia en la visión no sólo afecta su rendimiento académico, sino también su autoestima, puesto que puede confundirse con dificultades de aprendizaje, generando estigmas injustos por parte de docentes y compañeros.

    Detectar esta condición visual no es sencillo. Se requiere una evaluación especializada con agentes ciclopléjicos -gotas que inhiben temporalmente la capacidad del ojo para enfocar-, ya que muchos niños logran compensar el esfuerzo visual, ocultando el problema hasta que éste se manifiesta con mayor gravedad. A largo plazo, esta sobrecarga puede comprometer su salud visual de manera permanente, e incluso derivar en pérdida de visión si no se atiende a tiempo. Es por ello que se deben establecer protocolos médicos adaptados al entorno escolar.

    En Sinaloa, hemos llevado a cabo estudios que han identificado que uno de cada tres estudiantes padece algún tipo de error refractivo, ya sea miopía, hipermetropía o astigmatismo. Esta proporción es comparable con regiones del mundo donde este tipo de afecciones son tratadas como un asunto prioritario de salud pública, especialmente en Asia.

    Aún más preocupante es que muchos de estos casos no habían sido previamente diagnosticados, lo que revela una carencia estructural en la atención a la salud visual infantil en el sistema educativo local y estatal.

    La virtualidad seguirá formando parte del modelo educativo en Sinaloa, especialmente en contextos donde las condiciones de seguridad limitan las clases presenciales. Por ello, es indispensable generar condiciones mínimas para que el uso de tecnologías digitales no comprometa la salud visual de nuestros estudiantes.

    Si bien las pantallas son hoy herramientas pedagógicas necesarias, su uso debe estar acompañado de acciones preventivas claras, incluidas en protocolos escolares y campañas de sensibilización para padres y docentes.

    Existen medidas preventivas y correctivas que pueden marcar la diferencia. La primera es realizar revisiones visuales periódicas. Padres y madres pueden acudir con sus hijos a ópticas, clínicas u hospitales para conocer el estado de su visión. En niños, lo recomendable es visitar al menos una vez al año a un oftalmólogo pediatra, quien puede realizar exámenes con herramientas clínicas como los ciclopléjicos.

    La segunda medida es el uso oportuno de lentes oftálmicos cuando sea necesario. Existen programas institucionales como los del DIF y la Secretaría de Educación Pública y Cultura que, en colaboración, ofrecen lentes gratuitos a estudiantes. A ello se suman campañas de organizaciones como el Club de Leones, que impulsa la entrega de anteojos sin costo en comunidades escolares. Invito a las familias a acercarse a estas iniciativas solidarias.

    Además, se pueden incorporar hábitos saludables en el aula virtual y en casa, como la regla del 20/20/20: cada 20 minutos de trabajo en pantalla, hacer una pausa de 20 segundos mirando un objeto a 20 pies de distancia (alrededor de seis metros). Esta sencilla práctica ayuda a relajar el sistema visual, reducir la fatiga ocular y prevenir complicaciones futuras.

    Limitar la visión de nuestras infancias y juventudes no sólo tiene efectos individuales, también compromete su desarrollo social y profesional. Un estudiante que no ve bien difícilmente podrá alcanzar su potencial. Reconocer esto y actuar a tiempo es una tarea que involucra a familias, docentes, especialistas, instituciones y autoridades.

    Colaboremos para garantizar que nuestras herramientas educativas no generen nuevas barreras. Porque ver bien también es aprender bien.