¿Comer o no comer heces? Esa es la cuestión

    alberto.kousuke@uas.edu.mx
    En el caso de los seres humanos, consumir nuestras propias heces o las de otros es generalmente motivo de preocupación. Sin embargo, la historia humana es larga y nuestra especie tiene una curiosidad inherente, por lo que existen relatos de personas que han utilizado sus propias heces en medicina y en otras prácticas culturales.

    Los seres humanos somos propensos a diversos tabúes en relación con ciertos aspectos que otros animales disfrutan sin restricciones. La ingestión de heces, técnica y científicamente conocido como coprofagia, es uno de esos comportamientos. Este fenómeno puede abarcar tanto la ingesta de heces propias como ajenas, y es sorprendentemente común en el reino animal. Las razones detrás de la coprofagia pueden ser variadas, incluyendo motivaciones sociales, nutricionales o medicinales.

    Las heces son el producto de desecho generado por el proceso digestivo de un organismo. Sin embargo, no todos los organismos tienen una eficiencia digestiva óptima, lo que conlleva a que algunos nutrientes útiles aún permanezcan en las heces.

    Dentro de los diversos desechos que existen en el mundo natural, el guano de murciélago destaca como uno de los más nutritivos. El estilo de vida de los murciélagos requiere un alto consumo de energía, y sus sistemas digestivos son relativamente cortos, lo cual provoca que hasta un 31 por ciento de los nutrientes ingeridos se eliminen a través de las heces. Como resultado, el guano de murciélago contiene casi el doble de proteína que una hamburguesa de cualquier cadena de comida rápida. Inclusive, algunos científicos han señalado que, de encontrar una forma de esterilizar el guano de murciélago, este podría convertirse en una valiosa fuente de alimento para los seres humanos.

    En consecuencia, no es de sorprender que otros animales hayan ideado la brillante idea de reciclar los nutrientes restantes en el guano de murciélago. Por ejemplo, las salamandras ciegas que habitan en cuevas en el medio oeste de Estados Unidos aprovechan al máximo los valiosos nutrientes que los murciélagos dejan prácticamente desaprovechados. Aunque las salamandras en general son carnívoras estrictas, se ha descubierto que estas especies complementan su dieta centrada en la carne con el consumo de guano de murciélago, ya que su composición nutricional es comparable a lo que ya comen.

    No solo las heces en sí mismas resultan ser extremadamente nutritivas, sino que la biopelícula microbiana que se forma sobre el guano de murciélago actúa como un suplemento nutricional adicional para estos animales.

    En muchos casos, el consumo de heces es solo una parte complementaria de su alimentación, ya que siguen consumiendo otros alimentos y podrían sobrevivir sin recurrir a esta práctica en particular. No obstante, en el caso de los conejos, las heces son tan vitales para su dieta que pueden sufrir desnutrición e incluso llegar a fallecer sin su propia ingesta fecal.

    Los conejos poseen una característica denominada cecotrofia, la cual implica que para cubrir todas sus necesidades nutricionales, deben ingerir sus propias heces. El sistema digestivo de estos animalitos es peculiar, ya que han evolucionado para consumir material vegetal duro, pero sus cuerpos no producen las enzimas necesarias para descomponerlo. Así, se enfrentan al mismo desafío evolutivo que las vacas: ¿cómo extraer hasta el último nutriente de una dieta que consiste principalmente en fragmentos de césped? La solución que encontraron fue desarrollar una estructura especial llamada ciego, una bolsa ubicada entre el intestino delgado y grueso, donde los alimentos pueden fermentar y permitir que las bacterias y los hongos realicen la tarea de descomponer los nutrientes que quedan atrapados en su interior.

    En el otro extremo del sistema digestivo, después de pasar por el ciego, los conejos producen dos tipos de residuos. Por un lado, las bolitas fecales normales y corrientes, compuestas principalmente por fibra no digerida, que son descartadas. Por otro lado, producen heces especializadas y ricas en nutrientes llamadas cecotropos, las cuales son consumidas por ellos mismos, a menudo directamente de su ano. Puede parecer desagradable, pero esta es la forma que han encontrado para obtener una segunda oportunidad de obtener nutrientes de todo ese pasto. De hecho, los conejos realmente necesitan esta ingesta de heces, ya que padecerían desnutrición si no consumen regularmente sus cecotropos. Entonces, en el caso de los conejos, comer sus propias heces no solo es una buena idea, sino la única idea que tienen para su supervivencia.

    Es posible que hayas notado que los perros a veces comen heces, ya sea las suyas o las de otros perros, sin importarles la procedencia. La explicación más plausible está relacionada con la prevención de parásitos. Debido a que los perros muestran un fuerte apetito por las heces que tienen menos de dos días de antigüedad, los científicos sugieren que estos animales, o más bien sus ancestros lobos, tienen un interés en el bienestar general que a menudo subestimamos.

    Los perros son especialmente propensos a padecer parásitos intestinales, y estos se propagan cuando los huevos de los parásitos viajan de un huésped a otro a través de las heces contaminadas. Sin embargo, los huevos necesitan madurar hasta convertirse en larvas para poder establecerse en un nuevo huésped, un proceso que puede tomar varios días. Dado que los huevos en sí no pueden sobrevivir en el sistema digestivo de un nuevo huésped potencial, es completamente seguro que el consumo de heces infectadas con huevos no resulte perjudicial, incluso reduce el riesgo de un brote de parásitos, ya que los parásitos son eliminados antes de que lleguen a eclosionar.

    En consecuencia, es posible que los lobos hayan comenzado a ingerir heces frescas alrededor de sus madrigueras como medida preventiva para evitar brotes de parásitos dentro de la manada, y también para protegerse de convertirse en huéspedes de dichos parásitos. Si aprendieron a consumir las heces mientras aún estaban recién expulsadas, todos salían ganando, excepto los parásitos, que quedaban fuera del juego. Afortunadamente para nuestros queridos perros domésticos, en la actualidad contamos con numerosas intervenciones farmacológicas para tratar las infecciones parasitarias, lo que permite que eviten ese particular hábito gastronómico.

    Por último, volvamos nuestra atención hacia los seres humanos. Nosotros somos criaturas complejas y no existen evidencias de que ninguna cultura o sociedad haya adoptado regularmente la costumbre de consumir heces como hacen los animales mencionados anteriormente. Sin embargo, hemos experimentado con la coprofagia en diferentes contextos. Por ejemplo, en Groenlandia, las heces de un ave llamada perdiz de nieve son consideradas una delicia culinaria. Además, en Indonesia se utiliza un método de procesamiento de café que implica el consumo de granos parcialmente digeridos defecados por mamíferos silvestres llamados civetas de las palmas. Inclusive, existe una variedad de café poco común que se procesa a través del tracto digestivo de un elefante.

    En el caso de los seres humanos, consumir nuestras propias heces o las de otros es generalmente motivo de preocupación. Sin embargo, la historia humana es larga y nuestra especie tiene una curiosidad inherente, por lo que existen relatos de personas que han utilizado sus propias heces en medicina y en otras prácticas culturales. Por ejemplo, en la medicina tradicional china, se ha empleado tanto las heces frescas como las secas de seres humanos y de otros animales, como aves, búfalos de agua e incluso cachalotes, desde el Siglo 4. Una receta que data de entre los años 300 y 400 d.C. en China, conocida como “sopa amarilla”, implicaba la elaboración de un caldo a partir de las heces de una persona sana, el cual se utilizaba para tratar problemas digestivos como la diarrea y la intoxicación alimentaria.

    Sorprendentemente, la idea básica de utilizar las heces de una persona sana para ayudar a una persona enferma aún se encuentra en investigación. Se trata del trasplante de microbiota fecal, una técnica que busca desarrollar terapias para problemas relacionados con la flora intestinal utilizando muestras directas de microbiomas saludables. De hecho, en este año 2023, la FDA ha aprobado el medicamento Vowst, derivado de las heces, para tratar infecciones recurrentes causadas por la bacteria Clostridium difficile.

    Por lo tanto, podría decirse que la ingestión de heces tiene cierto lugar en la medicina moderna. Ya sea para el control de parásitos o para obtener una nutrición mejorada, resulta evidente que existen numerosas razones evolutivas para que los animales, incluidos nosotros mismos, consuman heces, ya sean propias o ajenas. No obstante, personalmente prefiero dejar esa práctica en manos de las salamandras.

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