¿Cómo avanzar hacia una economía más productiva?

07/12/2025 04:00
    Si bien la crisis de productividad es una tendencia global, la diferencia radica en cómo decidimos enfrentarla en el contexto mexicano. La próxima revisión del T-MEC representa una oportunidad para que México se posicione como un aliado comercial cada vez más estratégico

    En una cocina, insumos como el número de trabajadores, la cantidad de sartenes y la potencia de los hornos son algunos de los factores que determinan el tiempo que se tarda en elaborar un platillo. Si comparamos los insumos utilizados con la producción generada —en este caso, alimentos—, estamos definiendo la productividad.

    Podemos suponer que un par de trabajadores más podrían reducir el tiempo de preparación en cinco minutos, o que la compra de nuevas ollas permitiría obtener tres platos adicionales en el mismo tiempo. De esta misma manera funciona la productividad a nivel país, a través de insumos como el capital, el trabajo, y la producción medida por el Producto Interno Bruto (PIB).

    En las últimas décadas, se ha observado una tendencia global de desaceleración en el crecimiento de la productividad. De acuerdo con la OCDE, en 2023 la productividad total de sus países miembros aumentó 0.6 por ciento en promedio. Durante el mismo periodo, la productividad laboral de la economía en la zona euro cayó casi 1 por ciento, mientras que en Estados Unidos creció 0.5 por ciento. Estas tasas se encuentran en sus niveles más bajos en más de 15 años.

    En el caso de América del Norte, la Productividad Total de los Factores (PTF) relativa de México y Canadá respecto a Estados Unidos también ha mostrado un declive importante. En 2023, la PTF en México y Canadá fue aproximadamente 34 por ciento y 19 por ciento menor que la de Estados Unidos, respectivamente.

    ¿A qué se debe la falta de crecimiento en la productividad? Diversos estudios señalan que el retroceso en la integración comercial es uno de los principales factores detrás de este fenómeno. Las políticas proteccionistas aplicadas en los últimos años han reducido el efecto de derrame del crecimiento entre países. Esto quiere decir que la disminución en la cooperación comercial limita el uso eficiente de los factores de producción e impide que las economías aprovechen sus ventajas comparativas para aumentar su productividad.

    A esto deben sumarse dos componentes más. El primero son las altas tasas de interés derivadas de los efectos de la crisis sanitaria de Covid-19. Si bien ha sido una estrategia para contener los niveles de inflación, a largo plazo restringe la inversión y dificulta el desarrollo de sectores estratégicos que inciden en la productividad y, por lo tanto, en el crecimiento.

    El segundo componente es la dependencia de la deuda como motor de crecimiento. En Estados Unidos, en 2024 la deuda superó 120 por ciento del PIB y se proyecta que aumente 56 por ciento hacia 2035. En el mismo periodo, Canadá registró un nivel de deuda equivalente a 110.8 por ciento de su PIB, y México, 51.3 por ciento. En los tres países ha prevalecido la tendencia a recurrir a un mayor endeudamiento, lo que pone en riesgo el desarrollo de motores reales de crecimiento.

    El desarrollo tecnológico y del capital humano mediante la inversión debe ser una prioridad gubernamental para reducir la dependencia de la deuda y establecer nuevas bases de crecimiento. La calidad de la inversión importa, así como su orientación hacia sectores estratégicos como energía y logística.

    No es coincidencia que ante una situación de necesidad de nuevas tecnologías para generar crecimiento, el Banco de Suecia haya galardonado este año a tres investigadores que dedicaron su vida al estudio del crecimiento económico impulsado por la innovación. Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt nos dan la receta para que una sociedad pase de generar innovaciones ocasionales a un progreso continuo. Reconocen que la innovación implica una “destrucción creativa”: abandonar tecnologías obsoletas por nuevas más beneficiosas. En este sentido, si queremos avanzar hacia una economía más productiva, la innovación debe encontrarse en el centro de las prioridades.

    Si bien la crisis de productividad es una tendencia global, la diferencia radica en cómo decidimos enfrentarla en el contexto mexicano. La próxima revisión del T-MEC representa una oportunidad para que México se posicione como un aliado comercial cada vez más estratégico. A su vez, debemos enfocar el desarrollo de industrias de vanguardia que actúen como motor de productividad y conduzcan a la economía hacia un crecimiento real y sostenible.

    La autora, Fátima Trujillo, es investigadora para la dirección general.