Con apacible
y serena
calma

ÉTHOS
06/03/2021 05:00

    Es conocida la distinción entre lenguas vivas y lenguas muertas. Éstas últimas son lenguas clásicas tradicionales que ya no se usan o no se aprenden como lengua materna, ni tienen tampoco hablantes, razón por la cual no experimentan cambios lingüísticos. En cambio, las lenguas vivas cuentan con hablantes nativos y están sometidas potencialmente a sufrir cambios lingüísticos y utilizar nuevas construcciones.

    Un claro ejemplo lo tenemos en la palabra calma, que para nosotros significa reposo, paz, tranquilidad, armonía, quietud. Sin embargo, no siempre fue así; incluso, su significado previo se colocaba en las antípodas del actual.

    Originalmente, la palabra calma se utilizaba para designar un calor sofocante o bochornoso (derivando del griego “kaûma”, que quiere decir quemadura). También llegó a significar “suspensión angustiosa” o “dolorosa inquietud”, como señaló el poeta y dramaturgo español, Manuel Machado Ruiz.

    “Conforme una palabra vive, crece, madura, por decirlo así, se va alejando de su primera significación puramente etimológica y, como gema tallada y pulida, adquiriendo nuevas facetas, matices y vislumbres. Algunos de ellos tal vez harto lejanos de sus primitivas luces”, expresó Machado.

    Recordó un texto en que Lope de Vega, dijo: “¡Clara, espera, aguarda un poco, / no dejes mi vida en calma, / que tengo turbada el alma / con las desdichas que toco!”

    Añadió que la expresión de un poema de Calderón de la Barca le parecía “desmayada” porque no entendía el significado primigenio: “negándose a la piedad de un nido que deja en calma”. Parecía que “el ave abandonaba su nido, dejándolo en la dolorosa angustia e inquietud de su ausencia”.

    Empero, con el paso del tiempo la palabra que nos ocupa cobró el sentido que conocemos debido al argot náutico de mar en calma.

    ¿Mantengo una serena, tranquila, sosegada y apacible calma?