Conacyt y la caja de Pandora

    A Barlovento
    Aunque los caminos que pueden conducir a un carterista a la cárcel son distintos a los que llevarían a un investigador universitario, más allá de las sutilezas de las formas, hay algo que les iguala: quebrantaron la ley, y ello les ha sido demostrado, por lo tanto, ambos deberían ser considerados delincuentes.

    El arduo trabajo del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, destapó uno de los escándalos de evasión fiscal y enriquecimiento más importantes de la historia: The Pandora Papers. Si usted no está muy familiarizado con el asunto, le comparto un apretado resumen.

    Desde hace dos años, alrededor de 600 periodistas de 117 países han venido revisando cerca de 12 millones de archivos, donde se enreda la madeja de muchos secretos financieros que desde 1971 se escondieron en paraísos fiscales ubicados en las Islas Vírgenes, Panamá y las Bahamas, por mencionar solo algunos. La información publicada en los portales de periódicos que se sumaron a la investigación como: Le Monde, The Washington Post, L´Expreso, El País, etcétera, dice que la filtración salpica a más de 27 mil empresas y 30 mil personas físicas entre las que se encuentran empresarios, políticos (ex presidentes, presidentes en activo), deportistas, actores, intelectuales, líderes de opinión internacionalmente reconocidos y hasta narcotraficantes. Entre los nombres más conocidos ya salieron a la luz Sebastián Piñera, Strauss-Kahn, Tony Blair, Claudia Schiffer, Julio Iglesias, Shakira y, entre otros muchos más, el entrenador del Manchester City, Pep Guardiola.

    El escándalo no proviene de qué empresas y personajes se hayan valido del esquema de inversión que les ofrecen los paraísos fiscales para incrementar de manera significativa sus fortunas, ya que éstos son legales.

    El problema viene de las tramas de opacidad que permite la jurisdicción porosa donde operan los paraísos fiscales. A mayor porosidad, mayor posibilidad de enriquecerse eludiendo la ley de los países de donde proviene el dinero. El esquema permite abrir “empresas”, por ejemplo, sin necesidad de tener físicamente una oficina, empleados, pagar la seguridad social, etcétera. La cuestión no es menor, ya que alrededor del 10 por ciento del PIB mundial circula en los paraísos fiscales.

    Por su conocimiento del marco legal, regularmente son despachos de abogados quienes se encargan de abrir las empresas, hacer la inversión y desaparecer el rastro de los inversionistas.

    Traigo a cuento el tema de los Pandora Papers, por la reciente declaración que hizo Andrés Manuel López Obrador con relación a las tramas de corrupción que están detrás de la investigación que se realiza en muchas universidades en México. En esto no se equivoca el Presidente: la opacidad en la investigación científica es un hecho difícil de ocultar. Me explico.

    En México y muchos países del mundo, quien forma parte del sistema nacional de investigadores posee un halo especial. Las y los miembros de ese selecto grupo, por descontado, son reconocidos como personas con un claro gusto por el estudio, los libros, la cultura, la sobriedad, la discusión sesuda y demás clichés que derivan en etiquetas de pensadores, liberales, progresistas e, incluso, el grupo de la bohemia.

    En el marco de las familias y las universidades, a kilómetros, es posible identificar a quien dedica su vida profesional a la investigación. En la familia son los lúcidos, los del vocabulario amplio, los educados, los moderados en el vestir y actuar, pero también los más torpes para cosas de la vida mundana como son reparar una tubería, cambiar una regadera, una chapa de la puerta, arreglar el coche o eludir un retén de la policía antialcohólica.

    A la luz de estos clichés, ¿cabe pensar que estas personas, de apariencia tan inofensiva, pueden ser unos bribonazos de pies a cabeza? ¿Cabe en nuestros esquemas mentales que 31 miembros del Sistema Nacional de Investigación y del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, tengan un expediente abierto por parte de la Fiscalía General de la República? ¿Se imagina a estos personajes conviviendo día a día en la cárcel con robacoches, tiradores de droga, carteristas y demás malandrines que están tras las rejas porque los cogieron con las manos en la masa?

    Aunque los caminos que pueden conducir a un carterista a la cárcel son distintos a los que llevarían a un investigador universitario, más allá de las sutilezas de las formas, hay algo que les iguala: quebrantaron la ley, y ello les ha sido demostrado, por lo tanto, ambos deberían ser considerados delincuentes.

    Al igual que se da en otros ámbitos, las formas de la corrupción en el ámbito de la investigación que se realiza en la universidad pueden identificarse en tres niveles: el micro, meso y macro.

    En el nivel micro, tenemos el comportamiento individual del investigador. Aquí las maneras de hacer trampa son muchas y, a mi entender, arrancan en el proceso de escritura. Robarse las ideas de otros sin citarlos, presentar escritos de otros investigadores como propios (hay quien traduce textos publicados en países muy lejanos, publican tareas solicitadas a sus alumnos o, de plano, pagan a otros colegas para que les escriban los artículos), obligar al estudiantado o colegas a que incluyan el nombre del profesor o investigador “senior” entre los autores del artículo, capítulo o coordinación del libro.

    A nivel meso, la diversidad de fraudes son muchos. Hay grupos de investigadores que, estando en una o varias instituciones, trabajan en bloque impidiendo la entrada a personas que podrían hacer aportaciones magníficas (esto se ve con claridad en el funcionamiento de los comités de revisión de perfiles de investigadores, proyectos o la determinación de quienes se verán beneficiados con los recursos ofrecidos en una convocatoria). Asimismo, tanto en centros de investigación como en universidades públicas y privadas, algunos recursos vienen “etiquetados” para que la camarilla de siempre se hinche con tesistas (que se convierten en escribanos de investigadores sin escrúpulos), garantice el espacio para que aparezcan sus nombres en libros, revistas, congresos, redes de investigación, viajes, equipos de cómputo y un largo etcétera que forma parte del glamur de la vida académica.

    A nivel macro tenemos parte de lo que últimamente ha venido sucediendo desde que Álvarez Buyllá tomó las riendas del Conacyt. Aquí, las instituciones pueden definir políticas de exclusión, persecución, productividad (imposible), establecer alianzas opacas con organizaciones públicas y privadas, favorecer a unos grupos y denigrar a otros.

    En suma, aunque se vean modositos, sofisticados o educados, tanto que parecieran incapaces de romper un plato, en el mundillo de la investigación universitaria, también se cuecen habas. Por los montos que ahí se manejan, así como por lo que implica en términos del avance y progreso científico en México, bien valdría la pena destapar la caja de Pandora de los Conacyt Papers, para desmadejar lo que conoce de cerca el Presidente.

    Y por no dejar, van unas cuantas preguntas al margen: ¿Qué hará López Obrador si en las investigaciones de los Pandora Papers aparecen más nombres de gente cercana al gabinete? ¿Mantendrá la misma política de escucho, veo y volteo hacia otro lado? ¿Los considerará traidores a la patria o víctimas de los detractores de la 4T?

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