En nuestra entrega anterior, señalamos lo que acontece en el mundo que más preocupa a la humanidad. Hicimos notar las agresiones israelíes de lesa humanidad en Gaza, y referimos otros focos de tensión en el mundo, que preocupan a muchos pueblos de la tierra; planteamos nuestros deseos fervientes de que se detengan esos focos de agresión y reine la paz y la concordia entre las Naciones.
La paz es una aspiración suprema a nivel mundial. Con ese fin fue creada la Organización de las Naciones Unidas, que aglutina a la mayor parte de los países del planeta. Sin embargo, vemos con preocupación que, en la mayoría de los conflictos entre las Naciones, han sido muy pocos los casos donde la ONU ha desarrollado una mediación exitosa. Esperamos que la Organización de las Naciones Unidas tenga una participación más decisiva en las controversias y en los conflictos bélicos, ponderando las soluciones políticas y los acuerdos de paz.
Esa es la aspiración más sentida de los pueblos del mundo, que los bloques hegemónicos dejen de actuar por su cuenta y de acuerdo con sus intereses inmediatos y solucionen sus controversias en el marco normativo de la Unión de Naciones, que nació precisamente para promover la paz en cualquier lugar del mundo.
Es muy desalentador que una de las potencias mundiales se proclame como el árbitro en los conflictos que se presentan entre los pueblos en muchos lugares del planeta. Que aparezca esa potencia con pretensiones hegemónicas y se quiera erigir en el árbitro de todo conflicto, pero para llevar agua a su molino, como se dice acá en México. Como en Gaza, donde el gobierno sionista de Netanyahu ya “acordó” cederle a Estados Unidos esa franja palestina, tan bombardeada y lastimada en la actualidad, para que el señor Trump se dé el lujo de construir allí un suntuoso “complejo inmobiliario”.
Tiene que resplandecer la libertad y la democracia en las naciones, para decidir su destino. Nada de “destino manifiesto”, ese sofisma que han esgrimido las potencias hegemónicas para apoderarse de territorios enteros y los recursos naturales de los países débiles. Algunos conflictos son provocados por las potencias económicas, para luego constituirse en árbitros interesados y apoderase de las riquezas naturales de esos pueblos.
Es cuestión de revisar la historia de los pueblos para darnos cuenta de los métodos que usa, en especial una de las potencias económicas, para apoderase de las riquezas naturales y las materias primas de países enteros, sin importarle los métodos empleados para lograr su objetivo. Ejemplos sobran para demostrar esta afirmación: inventan guerras e invasiones directas, con motivos falaces, para apropiarse de las riquezas del subsuelo de esas naciones. Esto lo han venido haciendo con impunidad infinita y sin ningún recato.
Lo hemos visto en el Medio Oriente, en África y en nuestro continente. La ambición de los países hegemónicos no tiene límite y desatan desaforadas guerras con tal de apoderarse de los recursos de esas naciones agredidas y mantener subalternizadas sus economías. Lo decía un Senador norteamericano, desde los tiempos de aquella misión punitiva que lanzó Estados Unidos en Chihuahua persiguiendo a Pancho Villa: “una vez que nuestros soldados ocupan un territorio en el extranjero, prácticamente ese territorio nos pertenece”.
Por eso, es importante que impere en los pueblos de todo el mundo la democracia y la libertad. Un gobierno que se apoya en el mandato popular es invulnerable a los apetitos hegemónicos de las potencias. Si se gobierna un país con apoyo popular, ese país está blindado contra toda intención intervencionista. La democracia es un escudo protector contra toda pretensión hegemónica, lo enfatizamos de manera plena.
México es un país, lo hemos reiterado, amante de la paz entre las naciones; por lo tanto, su pueblo ama la libertad y la democracia y es respetuoso de la soberanía de los pueblos del mundo. Y defiende su soberanía como el tesoro más preciado, lo ha demostrado a lo largo de su historia. Si algo une a los pueblos es la defensa de la soberanía territorial y, ante cualquier intento de sobajarla, como dijo el general Vicente Guerrero: “La patria es primero”.
La soberanía del País para este pueblo es sublime. No titubea en actuar con gallardía y patriotismo cuando en defensa de su soberanía nacional se trata, concepto de un enorme significado para los mexicanos, a los cuales siempre ha caracterizado su solidaridad con todos los pueblos del mundo.