Escribo esta columna camino de regreso a Culiacán luego de impartir un taller de capacitación con ingenieros y arquitectos en la ciudad de Guasave sobre “construir con el medio ambiente y para la salud”. Tuve -como siempre que voy a esta ciudad- un grupo muy receptivo (veinte de manera presencial y 50 vía remota entre profesionistas y estudiantes). Durante toda una jornada de casi ocho horas hablamos, como transformadores de territorio que somos, de la creciente importancia de ser humildes y respetuosos con el entorno donde construimos. Compartí los cinco preceptos inseparables que recomiendo tomar en cuenta al momento de diseñar:
En primera instancia, debemos siempre adaptar el espacio arquitectónico al medio físico donde construiremos y no transformar el medio físico a las necesidades de lo que construimos. Esto implica adaptarse a las condiciones del lugar, pendientes, árboles, zonas húmedas, vistas, y aprovecharlas al máximo sin alterarlas.
El segundo precepto deriva del primero ya que implica conocer, estudiar, respetar y sobre todo, aliarse con nuestro entorno. No podemos enfrentarlo porque ambos terminamos mal. Considero que para diseñar un nuevo espacio arquitectónico quien lo haga debe conocer a fondo y en persona el lugar donde lo hará. Esto incluye vivirlo, utilizarlo, olerlo, escucharlo, activar todos los sentidos en diferentes momentos del día e incluso del año para “aliarse” con el lugar y tener así autoridad de intervenirlo.
El tercer precepto implica reconciliarnos con la naturaleza. Esto puede incluir a los árboles, los animales (de todo tipo), el agua que corre cuando llueve, el viento, los alimentos naturales, los sonidos y sobre todo el tiempo que le debemos dedicar, como si fuera el familiar más cercano.
En cuarto lugar -quizá de los más complejo para el ser humano- es cambiar hábitos. Un tema muy discutido con quienes asistieron al taller que coincidimos en la necesidad de cambiar. La pandemia nos ha dado grandes lecciones que nos están orientando, de forma casi imperceptible, a otro estilo de vida y se refleja también en nuevas formas de usar el espacio arquitectónico. No podemos derrochar recursos, no hay tanta reserva ya. No podemos tampoco producir tantos desechos ni contaminar como hasta ahora ha sucedido.
Finalmente, el quinto precepto, y no por eso menos importante, dicta que es vital conocer la arquitectura a través de su historia en un contexto determinado para con ello aprender de la experiencia de siglos de conocimiento de gente que quizá no era más inteligente, pero sí era mucho más observadora de su entorno y supo adaptarse a él simplemente porque no había condiciones para lo contrario.
Para llegar a conclusiones de cómo abordar el diseño de un espacio arquitectónico se requiere de mucho más conocimiento del que creemos tener. Los conocimientos en astronomía que alguna vez aprendimos al estudiar arquitectura los dejamos guardados en un cajón y hoy nos vemos sorprendidos de saber, por ejemplo, que el sol impacta cada día en cada punto del planeta de forma diferente durante todo el año. Solo dos días del año este “recorrido solar” coincide, en los equinoccios.
Durante este taller deducimos que los espacios arquitectónicos son de alto impacto para el medio ambiente y por consiguiente para la salud. Algo que sabemos con certeza pero que no reflexionamos a profundidad. Solo por dar un ejemplo: La mitad de las aguas residuales de una vivienda provienen del lavadero, lavadora, lavabo, regadera y fregadero. Toda esa agua (agua gris) ya utilizada en estos muebles es una turbia mezcla de agua, jabones y algunos residuos de alimentos. Esta agua fácilmente recuperable se mezcla con la otra mitad de agua residual que desechan los inodoros (agua negra). En ese momento duplicamos la cantidad de agua negra que se desecha o dirigimos hacia un costoso tratamiento para su reutilización. La separación previa de aguas grises reduciría la mitad el volumen de agua negra a tratar y esta agua gris, con un simple filtro, puede convertirse en agua útil para otros usos domésticos sin salir de casa.
Me traje a Culiacán gratos momentos de Guasave. Mucho aprendí también de su gente. Me sirvió además para revivir grandes aportaciones de algunos de mis arquitectos favoritos como Alvar Aalto que afirmaba que “la arquitectura moderna no significa el uso de nuevos materiales, sino utilizar los materiales existentes en una forma más humana” o el costarricense Bruno Stagno que afirma que “la pandemia ha revelado, como algo determinante en el diseño, la necesidad urgente de aire de calidad en ciudades, edificios y casas, al incorporar su recambio continuo para combatir un virus que se queda suspendido en el aire. Las corrientes de aire se deben diseñar ahora con más atención porque son indispensables para la salud”.
Finalmente, comparto la voz de uno de los grandes arquitectos de siempre, quien supo respetar la Amazonia mientras construyó en él grandes obras. El recientemente fallecido Severiano Porto de quien por siempre acuño personalmente su frase: “Ser arquitecto hoy en día significa ser un profesional que se dedica al estudio de la naturaleza y a la forma de vivir”, sencilla como él y su obra. Gracias Guasave por este reencuentro.