“¡Disney, por qué compraste este estudio!!”, dijo mi hijo Ian Rainieri indignado al ver el capitulo de los Simpson donde, en el programa de Krusty el payaso, meten a una princesa con un unicornio para atraer al público de niñas.
Si, ya se dio cuenta mi hijo que todo lo que compra Disney ya no sirve, empezando por Star Wars.
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Saliendo Ian Rainieri de la escuela me hace una pregunta muy serio.
- ¿Sabes por qué Messi no ha bautizado a su hijo?
- Bueno... a algunos adultos no les gusta mucho la Iglesia católica y pues prefieren dejar que los niños elijan ya grandes su religión.
- No, no es por eso.
- ¿Y por que?
Es porque si lo bautiza le sale Cristiano. ¿Y sabes que hace el hijo de Messi cuando quiere jugar con su papá y él no tiene ganas?
Me rindo.
Enciende el FIFA,
No todos a los que le cuento este chiste saben que se refiere a un videojuego de futbol donde uno puede alinear a Messi en su equipo.
Cosas que se aprenden en la escuela.
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Mi mejor obsequio navideño y de reyes magos es este adolescente que hoy ruge sus catorce años. Ese hijo estaba programado para nacer un 7 de enero y, fiel a la cercanía de la fecha, se iba llamar Ian Gaspar.
Pero el destino me jugó una broma y nació un 28 de diciembre. A los que les llamé esa noche para darles la noticia no me lo creyeron. Pensaron que era una de mis tantas ocurrencias.
A los 14 años yo ya era un viejo y desde entonces no he dejado de rejuvenecer. A veces demasiado despacio; otras, en turbonadas de enjundia destructora. Tener un adolescente exige alto octanaje y constantes actualizaciones. Somos tan semejantes y a la vez muy divergentes.
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Hace diez años, fui por primera vez con mi hijo al cine. Le dije, al mostrarle unas fotos -mientras las veía de soslayo porque estaba concentrado con un youtuber-, que fuimos a ver Los Minions y me dice que estoy equivocado, porque antes era “Mi villano favorito” y Gru era más joven...
O sea que ya he llegado a la edad en que confundes cosas y etapas, pero tienes un hijo como bastón o garrote a un lado para recordarte no pocas verdades de la vida.
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Me pongo a ver con Ian “Aquaman”. Hasta ahorita lo veo completo y descubro y le digo que realmente es El señor de los anillos versión acuática. Cuando veo una escena disparatada de vértigo, le digo “Eeeeeh, que mentirero!”. Luego le pregunto si aún los niños usan esa frase... me dice que no, que a los niños de ahora se creen todo. Solo a él de vez en cuando lo trolea Minecraft, reconoce
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Me invitan a un juego de basquetbol de “papás” pero como estoy realmente lesionado no juego. Pensando a futuro le pregunto a Ian Rainieri quien podría ir en mi lugar a otra actividad si ando de viaje o enfermo otra vez.
Me dice que a “un amigo mío”. Le pregunto cuál.
Me dice que al escritor Francisco Hinojosa, a quien conoció hace años y escribió muchos de los cuentos de su libro de texto de primaria. Soltamos la risa y le digo que no se vale, que vive en otra ciudad y es más viejo que yo. Mejor dejamos la plática en paz.
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Cierta noche vimos, como a las 12 de la noche porque Ian tenía una tos que no lo dejaba dormir, un reportaje sobre los ladrones de tumbas en Egipto.
Resulta que muchos de ellos no eran vulgares delincuentes, sino los funcionarios del tesoro que en alguna época del mismo Egipto antiguo saqueaban tumbas para capitalizar una nación en constantes crisis por las sequías, las cuales aparecen mencionadas desde el Libro del Éxodo.
Hasta entraron las cámaras a la casa de uno de ellos que vivió hace dos mil años y dejó un grafitti en la entrada.
El hallazgo más reciente fue una vasija con un corazón momificado, el mismo que colocaba el dios Anubis en una balanza y no debía ser más pesado que la verdad pero tampoco más ligero.
Tuve que explicarle que las momias sí existen, no son parte de la mitología como el Kraken y los hobbits y son un proceso religioso para evitar la descomposición de los cuerpos y ganar el más allá.
Eso me hizo tener que detenerme en la explicación de que al morir nuestros cuerpos y huesos se vuelven polvo y los egipcios trataban de demorar ese proceso o cancelarlo de plano con la momificación.
De ahí pasamos al postulado cristiano de que “polvo somos y en polvo nos convertiremos” o sea el ritual del Miércoles de Ceniza.
Todo vuelve a los mismo significados milenarios cuando le explicas pacientemente a un niño y, de paso, ves las extrañas simetrías en los enigmas místicos del Cercano Oriente.
Se aprende más cuando se vive creciendo juntos. Y no es broma del Día de los Inocentes. Es una lección que dura toda la vida.