"Crianza y comportamiento social, una relación descuidada"
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01/06/2018 18:58
Ambrocio Mojardín Heráldez
Muchas veces se ha dicho y es una “verdad de kilo”, que nadie llega a la hermosa tarea de ser madre, o padre, con preparación formal para cumplirla. Nadie va a una escuela a que lo preparen y le ofrezcan un manual para guiarse.
Sin formación previa, enfrentamos la responsabilidad de la crianza, la más delicada que nos presenta la vida; la que sustenta el desarrollo de la persona en todos los aspectos. ¿Cómo la abordamos? ¿A partir de qué referentes? ¿Con qué consecuencias más probables?
Para bien y para mal, se es padre y madre por imitación e intuición, mucho más que por preparación. Para bien, porque aún desde la ignorancia, muchas de las dificultades que se enfrentan se vencen gracias al amor y la esperanza que le acompañan. Para mal, porque lamentablemente, muchos de los errores que se cometen tienen consecuencias dolorosas para toda la vida.
Ni el sistema educativo, ni el de salud, ni ningún otro sistema público, han entendido la seriedad de esto. Por ello, la ausencia de políticas apropiadas para atenderlo.
Según las ciencias del comportamiento, la crianza es la formación más íntima que recibe el individuo y de la que se derivan los efectos socializantes de mayor trascendencia. Son todas las acciones que emprenden las madres y los padres para dar sustento, promover el desarrollo integral y la formación de un sentido y un plan para la vida en las hijas e hijos.
La crianza es una tarea que exige la aplicación de todas las habilidades intelectuales, emocionales y sociales para atender y conducir el crecimiento y el desarrollo de las y los hijos. Es cuidar, sustentar, guiar, retar, evaluar y acompañar a las y los hijos, con la esperanza (y plena incertidumbre) de que el resultado será positivo.
Por ello, psicólogos como Henry Wallon la refieren como el enigma de la vida. En ella todo cuenta, pero no cuenta igual para todos, no cuenta en absoluto y quizá tampoco para siempre.
El motor o eje más importante de la crianza es el estilo de autoridad sobre el que se finca. La autoridad es el conjunto de principios con que se aseguran armonía interna y bienestar en los integrantes de una familia o de un grupo, así como las actitudes que se asumen de frente a ellos y que condicionan la interacción.
La psicología del desarrollo, con al menos 50 años de investigación, ha concluido que hay básicamente cuatro estilos de crianza: autoritario, negligente, permisivo y democrático. La diferencia en estos estilos la marcan tres cosas: 1) La forma en que las madres y los padres dan afecto a sus hijas e hijos, 2) Cómo regulan el comportamiento de estos y, 3) Qué tan congruentes son ellos en lo que hacen y exigen.
Las madres y padres autoritarios son de poco afecto y limitadas expresiones de cariño para las hijas e hijos. En la regulación de comportamiento buscan obediencia ciega, son extremadamente estrictos, directivos e intolerantes; siempre están corrigiendo a sus hijos y les limitan en extremo las libertades. No son muy congruentes entre lo que dicen y hacen, pero no toleran que se les haga ver eso.
Las madres y padres negligentes son fríos y dan nulo respaldo afectivo a sus hijas e hijos, no se implican en sus sentimientos, cumplen sus obligaciones parentales como a la fuerza y poco se interesan en lo que eso causa. Son cómodos, no se interesan por el orden y no ponen reglas para no tener que supervisarlas. Tienden a ser extremadamente complacientes y a exagerar la cantidad de sus regalos materiales cuando “andan de buenas”. No les interesa ser congruentes y no aceptan observaciones sobre su forma de comportarse.
Las madres y padres permisivos son cálidos en efecto para sus hijas e hijos, pero no buscan estar cerca de ellos para conocer lo que sienten y piensan. Tienen nula exigencia para ellos y ofrecen libertad sin referentes ni límites, además que no les corrigen para la mejora. Buscan ser congruentes en sus comportamientos, pero no aceptan observaciones cuando son incongruentes.
Las madres y padres democráticos son cálidos en el afecto para sus hijas e hijos, buscan estar cerca de ellos y recurren a diferentes expresiones de cariño para comunicarse. En la regulación del comportamiento ponen reglas y consecuencias claras y supervisan que se cumplan. También buscan ser congruentes y abiertos a las observaciones que sus hijos les hacen sobre su comportamiento de padre y persona.
Los efectos de estos estilos de crianza en la formación de la persona son muy diferentes, pero el de mejores resultados es el democrático. De éste se reconocen los hijos con mejor desempeño intelectual, emocional y social. Son los de mayor creatividad y de mayores habilidades para establecer relaciones sociales armónicas.
Los de peores resultados son el negligente y el permisivo. Las y los hijos de padres negligentes destacan por su inestabilidad psicológica, sus fáciles conflictos con la autoridad, por su insensibilidad al dolor ajeno y la tendencia a crear dominios a toda costa. Con facilidad entran al delito y tienden a ser abusivos. Quienes fueron formados por padres permisivos tienden a ser entusiastas y vivaces pero inmaduros y fácil presa del engaño; no controlan sus impulsos, no saben tomar decisiones, carecen de autocontrol y abandonan con facilidad las tareas y compromisos.
Las hijas e hijos criados bajo estilo autoritario tienden a ser explosivos y poco tolerantes; extremos en sus emociones y también autoritarios, con propensión al uso de la fuerza. Son inseguros, pero pueden llegar a ser muy eficaces en lo que se proponen.
No habría que sobredimensionar los efectos de la crianza, porque el factor humano es muy flexible y dinámico, pero la investigación dice que mucho de la estabilidad psicosocial de las nuevas generaciones y mucho de la estabilidad de la convivencia social dependen de cómo se ejerce ésta. Tomarlo en cuenta parece sensato y hacer esfuerzos por emprender verdaderos programas de formación de padres y madres puede resultar en grandes ganancias. ¿O usted qué opina?
@ambrociomojardi;
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