Cuando un libro toca la vida

Alejandro De la Garza

    El sino del escorpión celebra gustoso y reflexivo a Cristina Rivera Garza, quien este martes 5 de julio recibe el Premio Villaurrutia 2021 por su libro El invencible verano de Liliana, impresionante y conmovedora narración donde honra la vida y la memoria de su hermana, víctima de feminicidio; la dignidad y resiliencia de sus padres y su familia, su amor fraternal, la maestría de su oficio de escritora y, si se me permite el impulso, honra también la escritura de las mujeres mexicanas y las letras nacionales. Este libro ha desbordado el medio editorial y literario para tocar la vida misma con su indignación y su clamor de justicia, y ha alcanzado también la vida de sus lectorxs, en quienes suscita sororidad, solidaridad, admiración.

    El alacrán leyó el libro recién salido del horno digital allá por marzo o abril del 2021, y desde entonces, como muchos, se percató de la irrefutable trascendencia de esta narración para el feminismo, la lucha contra la violencia hacia las mujeres y el feminicidio, así como para la literatura y la cultura mexicanas. Una obra destinada a ganar varios premios —como en efecto ha sucedido—, a agotar varias reediciones y a recibir cientos de reseñas, comentarios, análisis, críticas literarias y opiniones documentadas. El arácnido confiesa su primera conmoción ante el libro y su incapacidad entonces para escribir una línea reflexiva y analítica sobre él, más allá de párrafos admirativos y merecidos comentarios alabatorios.

    La intención del escorpión fue entonces observar el horizonte mismo del libro (editorial, literario, cultural) y comentarlo desde una perspectiva más amplia, pero incluso su intención de recopilar y leer los textos referidos al libro fue rebasada rápidamente, pues en sólo tres meses registró casi un centenar de notas de prensa, reseñas, comentarios, ensayos analíticos, ponderaciones literarias y culturales sobre la narración, es decir cientos de páginas.

    La mezcla de géneros —crónica, relato, perfil y retrato de la joven y entusiasta Liliana, investigación literaria y periodística, indagación del concepto mismo de feminicidio—, lo despojado y directo de la escritura, la disposición y ensamblaje de todos los materiales, el tono sobrio de la obra en el centro de la indignación y la rabia ante la injusticia, hacen de El invencible verano de Liliana un registro de maestría. Pero el libro desbordó estos marcos y alcanzó la vida misma en su exigencia colectiva de justicia para Liliana y de búsqueda de su impune feminicida, desaparecido en Estados Unidos y de quien finalmente pudo saberse su paradero y fallecimiento hace ya varios años.

    El venenoso festeja entonces la amplia obra ensayística y narrativa de Cristina Rivera Garza —más de una decena de libros— y, en particular, este invencible verano de Liliana, donde recupera a su hermana treinta años después de su trágico feminicidio, a través del amor, la entereza y aun el dolor. Por todo ello, el alacrán no puede dejar de mencionar el curioso contexto del galardón a Rivera Garza, pues el Premio Xavier Villaurrutia se define como “un premio de escritores para escritores”, así, en género masculino, y a juzgar por los premiados esto es en efecto cuestión de hombres, pues de 1955 a la fecha se ha reconocido a 25 mujeres contra 87 hombres, es decir una proporción casi de cuatro a una. No faltarán cñores adustos sentenciando que la palabra “escritores” incluye los dos géneros, lo cual sólo revelaría no haber aprendido nada de feminismo y lenguaje inclusivo en los últimos en años. Y si acaso extreman al venenoso, éste preguntaría si el Premio Villaurrutia no debería ser más inclusivo como el mismo poeta de los nocturnos.

    Acaso es tiempo de que la Sociedad Alfonsina Internacional, la Secretaría de Cultura y el INBA, busquen una definición más adecuada y persigan un necesario equilibrio de género, al menos continuando con la tendencia de los dos últimos reconocimientos a Malva Flores y Rivera Garza, pues desde 2009, cuando se premió a Tedi López Mills, no se había reconocido a otras mujeres. Vale recordar el inicio de este Premio Villaurrutia allá por 1955, a instancias del escritor y crítico literario Francisco Zendejas Gómez. Sus tres primeros galardonados fueron Rulfo (por Pedro Páramo), Paz (por El arco y la lira) y Josefina Vicenz (por El libro vacío), y aunque se ha premiado a Rosario Castellanos y Elena Garro, Esther Seligson y Silvia Molina, Amparo Dávila e Inés Arredondo, falta reconocer y visibilizar a más mujeres escritoras, insiste el alacrán.

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