La estatura de un ser humano –sentencia un conocido refrán- se mide de la cabeza al cielo, no de la cabeza a los pies. Con esta expresión se subraya la altura y grandeza de quienes son pequeños, pues su baja estatura les permite alcanzar mayor altura al medirse hasta el cielo.
Es cierto que hay chaparritos ególatras, de ahí que se hable de un complejo de las personas de baja estatura. Algunos historiadores señalaron que Napoleón sufrió los embates de este complejo de inferioridad y por eso buscó el poder y convertirse en Emperador (aunque, en realidad, su certificado de defunción alude a una talla de 1,68 metros). Aquí, en México, hay quienes enlistan también a Carlos Salinas de Gortari.
Son muchas las personas de baja estatura famosas por sus desplantes autoritarios. Se menciona que como tienen una muy baja autoestima, quieren compensar su carencia con agresividad, despotismo y mal genio. Es decir, tratan de compensar su aparente carencia con gestos y posturas más poderosas.
No obstante, numerosos estudios han demostrado la falsedad del complejo de Napoleón, como sostuvo el psicólogo inglés Lance Workman, quien afirmó que muchas personas de alta estatura son más agresivas y pierden la compostura más fácilmente.
Todo esto lo trajimos a colación porque la sociedad culiacanense lamentó el fallecimiento de un hombre bajo de estatura, pero de gran altura: Francisco Solano Urías. Una persona humilde, trabajadora, propositiva, digna y afable que destacó por su participación en lo empresarial, político y religioso.
Su vocación fue la construcción, ya que estudió Ingeniería Civil; sin embargo, amplió su labor a la formación de una sólida familia y al fortalecimiento de la sociedad. Fue dirigente del PAN estatal, Diputado, Presidente de la Comisión de Planeación y Desarrollo, entre otras tareas.
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