Culiacán en guerra, como de película
El nexo Pedro Infante-Tacuichamona
Por la cercanía entre un hecho y otro y lo directo y precisión del ataque que privó de la vida al comandante Cristóbal David Barraza Sainz, coordinador del Grupo Élite de la Policía Estatal Preventiva, alguna línea de investigación tendría que revisar el posible vínculo del atentado sucedido el martes en el bulevar Pedro Infante, en pleno corazón del Desarrollo Urbano Tres Ríos, con la participación de la PEP en el operativo del sábado 12 de julio en la zona de Tacuichamona en el cual fueron abatidos Jesús Norberto Larrañaga, “El 30”, y tres personas más.
Culiacán procede a refrendarse como el centro de las batallas de la guerra entre las facciones del Cártel de Sinaloa por sucesos de violencia de alto impacto cuya intención parece ser la de sentar moralejas que al ser visibles para la población en general traen escarmientos de igual carácter público. Para asombro de todos, los sicarios del narco se mueven libremente entre convoyes militares, fuerte presencia de fuerza pública, cámaras de videovigilancia y bulevares y avenidas de intenso tráfico vial.
Testimonios de quienes sintieron el 15 de julio muy de cerca la irradiación intimidante de armas capaces de perforar blindajes dan cuenta de bucles de confusión que impedían determinar a automovilistas y transeúntes si se hallaban en un set cinematográfico simulando la brutalidad criminal, o presenciaban la autenticidad del Culiacán de los acostumbrados ajustes de cuentas entre narcos y la habitual circunstancia de gente de bien que de pronto se ve en medio del fuego cruzado.
Era la realidad trágica enmarcada en la lógica bélica que determina que a un ataque de alta dimensión, como el que conmocionó a habitantes de la Sindicatura de Tacuichamona y desató denuncias de abusos contra la población pacífica, le debe corresponder la respuesta de similar magnitud siendo ésta el asesinato que paralizó a un polígono esencial de la capital del estado donde se localiza el corredor automotriz, las sedes de la Secretaría de Educación Pública y Cultura y Unidad de Servicios Estatales del Gobierno del Estado y el inmueble que alberga al Poder Legislativo.
Los reportes de Inteligencia del Ejército, Marina y Guardia Nacional deben tener ya, igual de pronto que el crimen organizado reaccionó ante el caso Tacuichamona, el mapa de evidencias sobre las causas que detonaron la agresión letal al comandante “Nitro” más allá de que las redes sociales traten de instalar narrativas que suplen la inexistente versión oficial. En medio de silencios que las autoridades implantan, verdades a medias que construye la conversación pública y conjeturas disparatadas idóneas para la especulación en el ciberespacio, la realidad dice que sí funcionó la táctica delincuencial para agregarle más miedos a la gente.
No obstante que el tema se agote en horas como material para el morbo, y que la sociedad se disponga a esperar el siguiente desafío a la capacidad de asombro, vale analizar cómo los delitos se cometen en puntos de las ciudades supuestamente blindados por los operativos militares y policiales, que son supervisados por la vigilancia retoma, que comúnmente registran congestionamientos en la circulación vial, y que representan áreas sensibles en lo referente a seguridad pública.
Preguntar por qué con bastante tropa patrullando o realizando retenes en el casco urbano siguen filtrándose convoyes de sicarios o discretos francotiradores que ejecutan los crímenes tal como los planean. Luego, una vez que la violencia resulta plasmada en la calle y tatuada en la percepción de inseguridad aparecen por doquier las instituciones de la seguridad pública militarizada o civil, reaccionando tardíamente ante situaciones de fatalidad irreversible.
Sinaloa está fastidiado de amanecer todos los días presidiendo la nota roja y cerciorándose de que la capacidad de resistencia desvanece por cada pérdida de vidas, ocupación por el narco del espacio público o privado, vialidades que obligan a transitar con el acompañamiento de los delirios propios del terror. Y los sinaloenses merecemos saber el origen de ataques criminales como el del martes en la rúa Pedro Infante, quizás para medir los peligros o equilibrar los desasosiegos.
¿Existe relación de la acción militar y policial en las comunidades Estancia de los García, Las Habas y San Miguel de las Mesas, de la zona de Tacuichamona, con el asesinato del comandante “Nitro” perpetrado entre autos circulando, carros en venta, transporte urbano en servicio, dependencias del Gobierno y la inspección de videocámaras posiblemente ciegas?
Si es película, que termine,
Si es realidad, que acabe,
Pues en Sinaloa nadie sabe,
Si esto es verdad o es cine.
Por cierto, a quién se le ocurrió cerrar durante horas las vialidades Pedro Infante y Eje Federalismo provocando el mega embotellamiento que se extendió a todo el sector poniente de Culiacán por el hecho de canalizar el tránsito automovilístico en horas pico hacia las también congestionadas rutas Insurgentes- Emiliano Zapata y Rolando Arjona-Lola Beltrán, sin que la Policía de Tránsito se coordinara en controlar el caos citadino. ¿Quisieron ocultar la barbarie cotidiana ante los miles de personas que circulan por el lugar en que ocurrió el crimen? ¿O de plano buscaron agregarle desesperación a quienes querían llegar a sus casas para sentirse a salvo de las balas que rozan al tejido social entero?