Cultura en Mazatlán, melodrama corrupto
‘El Químico’ y el arte de pudrir lo que toca

OBSERVATORIO
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    El Instituto Municipal de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán es otra de las instituciones que ‘El Químico’, moderno Rey Midas del servicio público, echó a perder. Denuncias penales, renuncias, sospechas, malos manejos de recursos públicos, intrigas palaciegas y sed de poder acabaron con la labor de décadas que le dio brillo al puerto y hoy en labor de reconstrucción que no va más allá de inspirar vergüenza y causar pesar por lo arruinado.

    Desde que a Luis Guillermo Benítez Torres le renunció el primer Director de Cultura, Óscar Blancarte, cuatro meses después de que lo designó en el cargo, las antes resplandecientes artes de Mazatlán adquirieron el semblante mortecino de lo que agoniza al ser asfixiado por la corrupción. Allí, en esa área que para la Perla del Pacífico ha sido como oasis en el desierto de la barbarie, también devastó el político neandertal, mismo que no acaba de pagar por el pésimo desempeño como Alcalde durante cuatro años.

    El Instituto Municipal de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán es otra de las instituciones que “El Químico”, moderno Rey Midas del servicio público, echó a perder. Denuncias penales, renuncias, sospechas, malos manejos de recursos públicos, intrigas palaciegas y sed de poder acabaron con la labor de décadas que le dio brillo al puerto y hoy en labor de reconstrucción que no va más allá de inspirar vergüenza y causar pesar por lo arruinado.

    Debe acabar ya la tragicomedia de la cultura mazatleca escenificada más tiempo del que permite la resistencia ciudadana frente a hechos de corrupción. El viernes el actual Presidente Municipal, Édgar González Zataráin, dio a conocer que existen tres nuevas denuncias presentadas contra ex funcionarios del ámbito en cuestión, por pérdida de equipamiento y manejos presupuestales anómalos.

    En noviembre de 2022, después de prácticamente todo Mazatlán lo exigió, la Síndico Procuradora, Claudia Magdalena Cárdenas Díaz, denunció ante la Fiscalía General del Estado al ex Director de Cultura, José Ángel Tostado Quevedo, quien relevó en el puesto a Óscar Blancarte. Hombre de todas las confianzas de Benítez Torres, Tostado mancilló como ninguno otro los espacios de las bellas artes, tanto así como si el célebre Teatro Ángela Peralta fuese convertido en porqueriza.

    Pero la clave para descifrar el aquelarre de la corrupción parece estar en lo que el prestigiado cineasta Blancarte ha acusado con pruebas y valor civil. Por ejemplo, la carta que publicó una vez que dejó de ser parte de la administración de Benítez, culpándolo de que “con su visión miope y su frivolidad ha secuestrado los espacios públicos que pertenecen a la ciudadanía y en especial a los artistas”, y de que “su gestión ha convertido al Instituto de Cultura en una tienda de abarrotes, donde su administrador, José Ángel Tostado, se ha dedicado a malos manejos con la anuencia de usted”.

    Y hay más elementos para localizar el origen del fracaso y expoliación en Cultura. En noviembre de 2019 tanto Blancarte como Marsol Quiñónez, también ex Directora del IMCTyA, elevaron ante el Ministerio Público la querella correspondiente en la cual dan detalles sobre presunta desviación de recursos, alteración de documentos, celebración de contratos sin firma y pago de compromisos inexistentes. En esta denuncia, que hicieron del conocimiento del Congreso, pidieron la renuncia de regidores y funcionarios municipales que solaparon al Alcalde Benítez.

    Pasó de todo en tan poco tiempo. Los que llevaban años como hacedores de cultura fueron tratados con el desprecio característico en políticos cerriles, tal como fue en el caso del maestro Ramón Alberto Gómez López, miembro del Sistema Nacional de Creadores del Arte, que al ser desalojado de la Escuela y Taller de Teatro sin más argumento que el autoritarismo del anterior Alcalde morenista, optó por la protesta pacífica para exigir respeto para él, docentes y alumnos.

    El recuento es tan largo y penoso que a Shakespeare le habría servido para agregarle escenas a su obra La Tempestad, en este caso a la borrasca que la cultura mazatleca ha enfrentado desde que “El Químico” la sujetó a tal destino. Un vendaval que no acaba porque el tiempo no aporta la calma que solamente proviene de la ley aplicada con mano firme y sin las prebendas que le permiten al Alcalde indiciado jugar con la justicia de igual manera que jugó con una de las actividades que a Mazatlán le son como la ola a la arena. ¿Logrará el Alcalde Édgar González que la Vicefiscalía Anticorrupción limpie este otro lunar de indecencia tatuado en el rostro de la administración pública municipal?

    Al ex Alcalde la cultura sólo le sirvió como caja chica para costear sus viajes al extranjero y al interior de México sustentados en la engañifa de la promoción turística. Los desórdenes financieros que dejó, de presupuestos imposibles de solventar la avaricia personal, y carros alegóricos del Carnaval que costaron como si fueran revestidos de oro, descífrense con aquella estampa donde Benítez y Tostado acuden juntos a Ontario, California, a la pelea boxística entre el mazatleco Gilberto “El Zurdo” Ramírez y el alemán Dominic Boesel.

    Pero qué bonito se escuchó la Banda El Recodo en la Feria Internacional de Madrid, en enero de 2019, para gozo del Alcalde de Mazatlán y sus invitados. No se diga del manjar ofrecido en la Ciudad de México a los legisladores federales con la mariscada de mayo del mismo año. O la megafiesta de fin de año en Olas Altas, de diciembre de 2021 y la rifa de carros de agencia durante el Día de la Madres de 2022.

    Reverso

    Lo que “El Químico” no entiende,

    Es que agravia al ciudadano,

    Y también traiciona y ofende,

    A nuestro ruiseñor mexicano.

    No pisarán la cárcel

    A los dos políticos desterrados de los paraísos morenistas del poder (Luis Guillermo Benítez Torres y Jesús Estrada Ferreiro, ex presidentes municipales de Mazatlán y Culiacán) los arropa todavía aquella indicación que dio el amigo de ellos, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, para que paguen por la corrupción perpetrada en el desempeño del servicio público, pero bajo ninguna circunstancia hacerlos que pisen la cárcel. Los aplazamientos en la impartición de justicia y juicios políticos sin fecha de caducidad tienen el propósito de tenerlos contenidos, jurídicamente paralizados, pero nunca privarlos de la libertad.

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