El pasado 9 de marzo, la Presidenta Claudia Sheinbaum celebró su primer acto de demostración de fuerza y arraigo con la base social de Morena, que fue movilizada en camiones desde todo el País para llenar el Zócalo de la Ciudad de México. El evento no resultó como ella esperaba.
La fila de los invitados especiales, siguiendo el protocolo, saludaban de mano a la Mandataria. Al final de la fila, antes de la subida al templete, estaban los líderes de las cámaras, controlados por Morena, la presidenta del partido, y el secretario de Organización, hijo del ex Presidente López Obrador.
Cuando Sheinbaum se acercaba decidieron voltearse de espaldas para tomarse una fotografía. Pienso, no soy el único, que este acto no fue un accidente, sino uno totalmente deliberado, diseñado para mandar un mensaje a la Presidenta. Así se ve en los videos.
Se le dijo que en este su primer evento de manifestación de fuerza y poder le debía quedar claro que hay un poder mayor al suyo, el de López Obrador, aquí representado por su hijo. De inmediato, la Presidenta entendió lo que sucedía y cuando se voltearon para darle la mano, ella se siguió de largo. Había recibido el mensaje.
Al día siguiente la prensa sólo habló de este hecho y de manera muy marginal recogió las palabras de Sheinbaum en su primera manifestación de poder a seis meses de haber asumido la Presidencia de la República. Para sus propósitos el evento fue un gran fracaso y al tiempo evidenció su debilidad.
Este no es el primer mensaje donde se le dice que no se manda sola. Ya Morena en las Cámaras no le ha aprobado iniciativas de ley que ella mandó. Eso nunca le ocurrió a López Obrador, dueño del partido, propiedad que ahora controla a través de su hijo.
¿En algún momento la Presidenta se atreverá a hacer a un lado a su mentor y líder? ¿Se atreverá a asumir todo el poder o lo seguirá compartiendo con él? ¿Se atreverá a hacerse del control de Morena o se lo dejará hasta el final de su mandato?
En estos primeros seis meses de gobierno, la Mandataria en su mañanera, en más de una ocasión, ha intervenido para hacer elogios de su mentor y líder, y en otras ocasiones para defenderlo de las críticas de diversos sectores, que con el tiempo se irán haciendo más evidentes.
¿Los elogios y la defensa que hace de su antecesor nacen de su propia convicción o es algo que le pide u ordena quien la antecedió? Es muy claro que ella está ahí, en la Presidencia, porque él la puso. Hay evidencias claras que muestran la existencia del maximato. ¿Este habrá de continuar a lo largo de su mandato o se va a deshacer de él?