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"Opinión"

"De la revocación del mandato a la reelección"

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21/03/2018

    Carlos Elizondo Mayer-Serra

     

    Se oye tan democrático: cada dos años el pueblo tendrá la oportunidad de renovar o no al Presidente de la República en funciones. El mismo día de su registro ante el INE como candidato presidencial, López Obrador volvió a prometer la revocación de mandato a través de una consulta al elector cada dos años. En sus palabras: “El pueblo pone y el pueblo quita”. ¿Quién puede estar en contra de este principio?
     
    Sin embargo, no es casual la ausencia de esta figura de revocación en los regímenes presidenciales. La elección del Presidente es por un período fijo en el que tiene la responsabilidad de conducir al Gobierno federal. El castigo del ciudadano, de haberlo, se da en las elecciones intermedias. 
     
    Hay varias razones por las cuales la revocación de mandato es una mala idea, aunque seguramente sea muy popular. La primera, porque transforma la acción de Gobierno en un concurso de popularidad de corto plazo. El ciclo de planeación de por sí corto como es un sexenio con su elección intermedia a los tres años y sus innumerables elecciones locales se haría aún más breve. Buena parte de la agenda política giraría en torno a esa consulta ciudadana. 
     
    Segundo, no es fácil imaginarse cómo se organizaría la consulta. De ganar la Presidencia, ¿cada dos años López Obrador regresaría a hacer campaña por todo el territorio nacional? ¿Por cuánto tiempo, tres meses como en la campaña oficial que inicia el 30 de marzo? ¿Tanto se acostumbró a hacer campaña que no quiere ponerse a trabajar seis años seguidos? ¿El INE las organizaría? ¿Se le daría presupuesto para levantar las más de 155 mil casillas que se requieren en una elección nacional? ¿Estarían vigiladas por el millón cuatrocientas mil personas que participan como funcionarios de casilla? ¿Con qué dinero haría campaña siendo Presidente en funciones? ¿Se separaría del cargo para no abusar de su poder? ¿En qué consistiría la campaña de los partidos de oposición?  ¿Se les asignaría un presupuesto? Por supuesto todas estas preguntas son ociosas si López Obrador está pensando en una encuesta como las que tanto le gustan para ejercitar su dedo al nombrar candidatos para puestos de elección popular. De estar pensando en eso, sería una farsa.
     
    Tercero, en una contienda de revocación de mandato el Presidente lleva una clara ventaja. Tiene, como se dice en Estados Unidos, el poder del púlpito, es decir la voz del Ejecutivo que convoca en automático a todos los medios de comunicación. En el año dos de gobierno, hasta Peña Nieto, hoy el menos popular de los presidentes desde que se mide bien la aprobación presidencial, seguramente hubiera evitado la revocación. En los referéndums y plebiscitos la participación ciudadana suele ser baja y con ello se puede ganar con el mero voto duro del partido en el poder que es fácil de movilizar. Más aún desde una Presidencia que estará repartiendo todo tipo de programas sociales, como becas para los jóvenes, tal y como ya lo prometió López Obrador. Con todos los recursos del Gobierno federal y sin un adversario, la aplanadora presidencial fácilmente puede arrollar. 
     
    Cuarto, requeriría un cambio constitucional para hacerse de forma seria y atender las muchas preguntas que un ejercicio como este inevitablemente plantea. No se puede consultar a la gente sobre algo de tanta importancia simplemente organizando una elección casera. Además, podría resultar, aunque sea improbable, que el Presidente fuera derrotado. En ese caso debe estar previsto qué viene después. ¿Quién queda a cargo? ¿Por cuánto tiempo? ¿Cuándo se elige un nuevo gobierno?  ¿Sería por lo que resta del mandato o por un nuevo sexenio?
     
    López Obrador, sin embargo, no ha propuesto una reforma constitucional para regular la revocación de mandato. De hecho, en la reciente Convención Bancaria en Acapulco, aclaró que gobernaría con las leyes actuales y no se pondría a hacer reformas constitucionales, sino hasta la segunda mitad de su mandato, con una excepción. En sus palabras: “Vamos sólo a modificar el artículo 108 de la Constitución, vamos a enviar la iniciativa de ley con ese propósito, para que se pueda juzgar al Presidente en funciones por delitos de corrupción”. ¿A cuál López Obrador hay que creerle, al que propone la revocación de mandato o al que dice que no reformará la Constitución salvo en el artículo 108?
     
    El quinto problema es cuántas revocaciones haría, ¿dos o tres? Si le va bien en las primeras dos, es decir en las de los años dos y cuatro de gobierno, será muy tentador hacer una tercera en su sexto año. Eso se llama reelección. Es una natural consecuencia de hacer lo que el pueblo desee. Me voy si así quieren. Me quedo si me lo piden. Nuevamente en sus palabras: “El pueblo pone y el pueblo quita.”
     
    @carloselizondom 
     
    Profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey

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