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"Opinión"

"¿Dejarán morir al PRI? II"

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07/03/2019 20:48

    Llegó el año 2000 y los tiempos de la primera derrota, un carismático político salido de las elites empresariales del bajío arrebataba la Presidencia nacional al partido invicto. Una transición pacífica, respetando el orden constitucional. Tal como lo afirma José Woldenberg “para el 2000 México estaba muy lejos de ser aquel país monopartidista”. 
     
    Vicente Fox sacó poco más de 16 millones de votos, que representaron el 42.5 por ciento de la votación, Francisco Labastida alcanzó 13.5 millones de votos que daban el 36.1 por ciento, mientras que la izquierda de la mano de Cuauhtémoc Cárdenas llegó a 6.3 millones de sufragios que representaron el 16.6 por ciento. El PRI recibió un tremendo descalabro pero mantuvo la mayoría de las entidades del país y una cámara equilibrada. La diferencia de la derrota del PRI en el 2000 y 2006 con la derrota de 2018, radicó en los valiosos votos que la ciudadanía le dio al tricolor para mantenerse con mayorías en las cámaras. En un ejercicio de plena división de poderes. Fox gobernó en su primera etapa con 211 diputados del PRI, 206 del PAN, 50 del PRD, 17 del PVEM, siete del PT, cuatro de Convergencia, tres del PSN y dos del PAS.
     
    Los conflictos del tricolor seguían al interior, llovían culpas en las cúpulas. Se complicaba mucho entender la nueva realidad del partido sin la figura presidencial. Pero pronto se encontró el camino en el rol preponderante que jugaron los gobernadores y los líderes de las bancadas. La dirigencia nacional comenzó a tomar poco a poco los controles de la mano de los mandatarios estatales, comenzando así una nueva forma de administrar el poder, en la institución que se recuperaba de manera lenta pero constante.
     
    Los legisladores de oposición en los mandatos de Fox y Calderón fueron los que mantuvieron viva la esperanza para el regreso del PRI. Sin menospreciar el trabajo que hicieron los gobernadores para mantener la operación de la “maquinaria territorial”, un elemento distintivo de la estrategia político electoral del tricolor. 
     
    Llega el 2012 y Enrique Peña Nieto lo hace de nuevo, derrota fácilmente a una candidata del PAN que no alcanzó a despegar en las preferencias, derrota también a la izquierda encabezada por Andrés Manuel pero la votación para el tabasqueño se incrementa y nace justo después de la elección el Movimiento de Regeneración Nacional en la ruptura con sus antiguos aliados. Comienza el éxodo primero de perredistas y luego de priistas, poco después comienzan a llegar panistas y de todos los partidos que ven el gran potencial que tendría el movimiento de López Obrador.
     
    Del proceso electoral pasado ya se escribió mucho y bastaría con recordar lo esencial, Morena arrasó y mantiene hasta hoy niveles impresionantes de intención de voto debido al vínculo con la incuestionable popularidad del Presidente, quien abiertamente tiende puentes de amistad y acuerdos con aquellos que antes fueron los artífices de la defensa tricolor, los gobernadores.
     
    El PRI tiene los días contados porque no tiene por donde hacer frente, los diputados plurinominales que entraron a las cámaras son los mismos personajes cuestionados del sexenio pasado, representan al PRI aborrecido y cuestionado que los imposibilita para hacer un bloque de oposición creíble. Además los gobernadores están alineándose al Presidente, le hacen los honores y festines en donde se para, se dejan humillar y abuchear por las huestes de Morena y peor aún, varios están tramando sacar candidatos afines o comunes para el proceso electoral de 2021. Y ahí justo ahí, es donde se levantará el acta de defunción del dinosaurio.
     
    En julio de este año el PRI renovará la dirigencia nacional, seis se han apuntado pero en realidad se escuchan tres, el ex Rector de la UNAM José Narro, la ex Gobernadora Ivonne Ortega y el también ex Gobernador Ulises Ruiz. Se dice que la elección será abierta a la base -o lo que quede de ella- y que la organización del proceso interno será escrupulosa. Lo cierto es que aún con la elección impecable en términos de organización, poco queda por hacer si los tricolores no están dispuestos a cambiar su esencia y esto implica opciones radicales como abrir las candidaturas a ciudadanos, pactar la paz interna y dejar de pelearse por espacios desde una visión sectaria o feudal. Pocas opciones de sobrevivencia tiene el viejo dinosaurio, es la última oportunidad, o se reinventa o muere. Luego le seguimos...
     
    **Me sumo a la pena que embarga a nuestra casa editorial, falleció el compañero de planas Joel Díaz Fonseca, columnista y director editorial jubilado. Para él un reconocimiento al esfuerzo que mantiene vivo este periódico Noroeste y a su familia un abrazo solidario. QDEP**