Del ‘Culiacanazo’ al Culiacán apático. La paz para todos, exigida por pocos

OBSERVATORIO

    alexsicairos@hotmail.com

    Lo que pasa es que la suave semilla de la paz tarda demasiado tiempo en germinar en el árido terreno del conformismo, y en cambio el espinoso follaje de la violencia crece rápido con ramificaciones que lo cubren todo bajo esa sombra tenebrosa que intimida a los pacíficos. Creamos corrientes efímeras que un solo día nos sacan a las calles para exigir vivir tranquilos y velozmente volvemos a lo mismo que, paradójicamente, es la simiente del miedo de la cual brota la selva del desamparo en que vivimos.

    Más por descuidos organizativos que por apatía de la sociedad, la marcha que dio inicio al movimiento “Sinaloa de Pie” resultó con poca respuesta de parte de culiacanenses que un mes antes preguntábamos en la desesperación dónde están las salidas de emergencia de una sociedad, de Sinaloa entero, que despertó corroborando la inmensa capacidad de la delincuencia organizada para tomarnos de rehenes a todos y al todo, y luego emprender la retirada sin que se vaya el miedo a que se repita el sometimiento por las armas criminales.

    La incongruencia de celebrar el aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917 y destinar la fecha al disfrute del paseo, al sesteo en casa, a la pereza de las voluntades, en la omisión de transgresiones a la Carta Magna que de todas las formas posibles perpetró una célula del Cártel de Sinaloa el 5 de enero de 2023. La tenue luz de la protesta menguada que a los demás nos mantiene despiertos, vivos, en contraposición con la espesa negrura del hampa, que nos quiere muertos.

    Lo que pasa es que la suave semilla de la paz tarda demasiado tiempo en germinar en el árido terreno del conformismo, y en cambio el espinoso follaje de la violencia crece rápido con ramificaciones que lo cubren todo bajo esa sombra tenebrosa que intimida a los pacíficos. Creamos corrientes efímeras que un solo día nos sacan a las calles para exigir vivir tranquilos y velozmente volvemos a lo mismo que, paradójicamente, es la simiente del miedo de la cual brota la selva del desamparo en que vivimos.

    Dejamos solos a las docenas de ciudadanos, niños inclusive, que sí salieron sin nosotros o a pesar de nosotros, a dar la cara por una generalidad mimetizada en la zozobra. ¿Quién piensa en la saña del crimen en fines de semanas prolongados por el asueto? O podría ser que nos atrincheramos en la lógica del condenado a muerte cuyo tiempo lo destina al gozo ante la inexorable proximidad del pozo, como último reducto de los desesperanzados.

    Pero no por ser pocos los marchistas disminuye la dimensión de la amenaza. Los que salieron nos representan tal cual somos, asiduos endosantes de las responsabilidades que nos toca para que los tenaces las asuman. La rara costumbre de plantarnos en el balcón de los indiferentes para ver pasar los cortejos fúnebres de aquellos que no por muerte natural hacen que suene el duelo en las campanas, premonición y sentencia para los abúlicos.

    Podríamos rogarles disculpas a las organizaciones Coral del Pacífico, Culiacán Participa, Banco de Alimentos y Construyendo Espacios para la Paz, sin embargo, el perdón hay que pedírnoslo a nosotros y sobre todos a los nuestros por el abandono de la trinchera social cuando ésta se convierte en el único asidero de los inermes, de los sin ley, pero igual significa el salto al vacío de quienes activan el instinto de sobrevivencia durante el fragor de las balas y a las horas se abandonan a sí mismos en la indolencia.

    Fueron otros, aún necesitándonos a todos, los que gritaron las consignas que al unísono debiéramos exclamar. “Respeto a la Constitución”, “exigimos Estado de derecho”, “exigimos seguridad”, “libertad de expresión”, “los ciudadanos somos libres”, sintetizan las idénticas aspiraciones de los sinaloenses, de los presentes y los ausentes en la marcha, ilusiones comunes que no son otra cosa más que el salvoconducto en la tierra de nadie. La pequeña mancha blanca que se desplazó de Catedral al Parque Acuático como bandera de paz desplegada para cualquiera.

    Después de todo tenemos que apartar la atención de la apatía para que creamos que pronto enraizará la cultura por la paz en torno las actividades que a diario realizamos en el hogar, el trabajo, la escuela, el espacio público y las oportunidades de recreación. Es una verdadera lástima el hecho de no atender la convocatoria a movilizarnos, aunque no deba reinar el escepticismo de que la parálisis comunitaria va a ser así, invariablemente, de gente estática sufriendo a ciudades en guerra, incendiadas y bajo la metralla.

    Construir la paz es una batalla a ganar, a como sea. Con mayorías ausentes y liderazgos que con golpes de realidad nos vayan despertado del largo sueño de los inconmovibles; propósitos que con todos los pasos sobre el pavimento expresen proclamas a favor de las calles como rúas de la concordia. Un día de éstos el fuego no dejará aparejos sin alcanzar e inseparables marcharemos en la trinchera de la pacificación de Sinaloa.

    Mientras tanto, gracias los que salieron un mes después del “Culiacanazo 2.0” a hablar por todos, a defender sin distingos el derecho a coexistir con apacibilidad, legalidad y humanidad. Sin importar que a veces no lo parezcamos, somos sinaloenses valientes.

    Reverso

    A esas voces que cantan,

    Por nuestra paz una plegaria,

    Sumemos a los que faltan,

    En esta lucha necesaria.

    Domingo de marchas

    En la jornada de marchas durante el cumpleaños 106 de la Carta Magna de México los desplazados de la sierra de Sinaloa por la violencia se manifestaron en Mazatlán y Guasave para refrendar la solicitud de un lugar para habitar con los servicios públicos indispensables. Parias en su propia Patria, se aferran a la esperanza de ser escuchados y atendidos en apego a los artículos primero y segundo de la Constitución que prohíben todo tipo de discriminación y velan por el derecho a conservar y mejorar el hábitat y preservar la integridad de sus tierras. Tal como lo dijo Miguel Ángel Gutiérrez Sánchez, líder del Movimiento Amplio Social Sinaloense: hay en el estado 180 mil familias que necesitan una respuesta del Gobierno en materia de oportunidades de vivienda digna para los que menos tienen.

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