Desaparición forzada; Ley desaparecida
Rescatados en Zapotillo, luz en el túnel
Con la estrategia que aplicaron las Bases de Operaciones Interinstitucionales en Zapotillo, Municipio de Mocorito, logrando liberar a cinco personas privadas ilegalmente de la libertad, se demuestra que con labor de inteligencia y la adecuada coordinación entre la fuerza pública sí es posible atender esa parte terrible de la narcoviolencia en Sinaloa que son las desapariciones forzadas con más de 800 víctimas desde el 9 de septiembre de 2024. El éxito de tal acción también plantea dirigir mayores tácticas conjuntas especializadas específicamente contra este delito.
Las dos partes en choque al interior del Cártel de Sinaloa libran la búsqueda y eliminación de aquellos que identifican como serviles de un bando a otro y basta que uno de sus sicarios señale a alguien como colaborador del enemigo para ir por él y por su patrimonio. En la alta beligerancia de este conflicto interviene el conocimiento que un segmento tiene del contrario al haber delinquido juntos durante años en la misma organización del narco.
Los casos de desapariciones forzadas han superado sólo en los recientes cuatro meses el promedio de 620 casos reportados cada año, tomando en cuenta el registro entre 2006 y 2022 de 10 mil 570 delitos de este tipo. La estadística es real, aterradora, y al no dar tiempo para sentarnos a lamentar la circunstancia el apremio de implementar con urgencia las soluciones sí debe movilizar a Gobierno y sociedad.
Ha llegado el momento de extraer el problema de las privaciones ilegales de la libertad del total de la numeraria trágica derivada del bache de barbarie y darle un tratamiento aparte antes de que Sinaloa destaque en el mapa delictivo nacional por la alta incidencia de desapariciones. O bien porque si uno solo estuviera desaparecido sería motivo suficiente para activar la búsqueda con todos los recursos logísticos disponibles.
Dentro de la normalización a la que accedemos una vez que el crimen permanece en su guerra interna, ráfaga y miedo que nos adormece para que asumamos como destino la fatalidad sin tregua ni cuartel, la adecuada operación del Ejército, Marina, Guardia Nacional y Policía Estatal Preventiva en Zapotillo significa la alta posibilidad de que regresen con sus familias las y los desaparecidos por la narcoguerra.
Es verdad que la escalada delictiva deriva en 702 homicidios dolosos, 2 mil 326 vehículos robados, decenas de domicilios atacados con balas o incendiados, y vialidades, carreteras y caminos bloqueados, así como la afectación a la economía por establecimientos comerciales cerrados, sin embargo, prevalece la factibilidad regresar con vida a sus hogares a quienes fueron extraídos de éstos en contra de su voluntad.
Este operativo en Mocorito, que rescató a cuatro personas con vida y una ya fallecida, fue gracias a que en Culiacán ha sido situada la tecnología, expertos y fuerza élite para escanear los movimientos de grupos criminales y planear e instrumentar las tareas de contención. Aparte de los puntos de revisión, la reacción inmediata, y los sobrevuelos de helicópteros y avionetas, las instituciones militares ubicaron aquí el correspondiente Gabinete de Inteligencia.
Antes de la colisión brutal entre los hijos de Ismael Zambada García y Joaquín Guzmán Loera, cuando la captura de “El Mayo” por medios violentos para ponerlo a disposición de la justicia de Estados Unidos fue la chispa que detonó la guerra en el narco, las desapariciones forzadas en Sinaloa atraían la atención de organismos internacionales de paz y derechos humanos. Es muy posible que con el incremento de las privaciones ilegales de la libertad ocurridas de septiembre a la fecha, el ombudsman mundial declare la alta incidencia como delitos de lesa humanidad.
Antes de que eso ocurra, del personal, equipo e inteligencia desplegados en Sinaloa por la Sedena, Semar y Guardia Nacional debiera derivar la correspondiente unidad que atienda las desapariciones forzadas, anteriores y recientes, con éxitos como el de Zapotillo que son la única esperanza de rescatar con vida o localizar los cuerpos de los que dejaron de existir. De hacerlo, el gesto humanitario será como una luz al final del túnel de la narcoviolencia.
Cuando se quiere, se puede. A pesar de la atmósfera donde impera la sensación de desprotección, con la planeación y optimización de militares y policías disponibles en conjunto con el marco de atribuciones concedidas recientemente a los estados en materia de seguridad pública es posible ir más allá de las respuestas dadas hasta hoy a los sinaloenses. Podría decirse en referencia al buen operativo de Zapotillo que una golondrina no hace verano, pero lo que sí logra es esparcir el polen de la confianza.
Aunque es inconcluso el brillo,
Para tantos que nos hacen falta,
La luz que viene de Zapotillo,
Mil y un esperanzas rescata.
Como mensajera de un Sinaloa donde las familias esculcan la tierra buscando rastros de sus hijos desaparecidos, y llevando como equipaje toda la solidaridad ciudadana, la organización de rastreadoras Sabuesos Guerreras hará escuchar sus voces a través de María Isabel Cruz Bernal en el Congreso Mundial Sobre Desaparición Forzada, el 15 y 16 de enero en Ginebra, Suiza. Que el planeta entero sepa de estas madres heroicas.