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    México ahora, como se ha dicho reiteradamente, cuenta con una ciudadanía muy informada sobre cómo afrontar el futuro, para que no mengue su bienestar, para que el País sea más soberano y su participación cada vez más decisiva.

    Este año, que apenas inicia, traerá buenas nuevas a los habitantes de este País. Será el 2024 un año de elección presidencial, renovación de las cámaras y los municipios, lo que tiene una gran trascendencia para la vida nacional. Esto se da en medio de un mejoramiento de la economía, existen factores macroeconómicos que lo señalan con claridad, lo que hace que los ciudadanos vean su porvenir con optimismo.

    Sabemos, cuando repasamos la historia, que la derecha aprovecha (y hasta provoca) las crisis económicas para engañar a los votantes. Está en sus genes políticos la manipulación: necesita ese “estado de crispación” para decirle a un pueblo, que se debate en la miseria, no la verdad de que eso lo provoca la concentración de la riqueza en una oligarquía, sino para catafixiarle sus libertades políticas, a cambio del autoritarismo y mano dura. Por fortuna, esas trasnochadas políticas autoritarias son cosa del pasado, porque lo que el pueblo quiere es democracia y bienestar social.

    Este sexenio, como nunca en casi un siglo, el pueblo probó las mieles de la democracia. México ahora, como se ha dicho reiteradamente, cuenta con una ciudadanía muy informada sobre cómo afrontar el futuro, para que no mengue su bienestar, para que el País sea más soberano y su participación cada vez más decisiva. Por eso su objetivo es fortalecer la transformación, con miras a alcanzar su liberación de las pesadas cargas que le pusieron en el pasado. Cada vez más, los ciudadanos están convencidos de que en sus manos está la solución: consolidar un país de bienestar para el trabajador y su familia.

    El pueblo es el propio arquitecto de su destino. En este País ha entendido, con mucha objetividad, cuál es el camino para alcanzar su redención plena y lograr que México arribe al lugar que le corresponde en el concierto de las naciones. No cabe ni la menor duda de que se camina hacia ese horizonte con pasos firmes, con la seguridad de que no hay nada que impida lograr sus metas, que no son otras sino la construcción de una República democrática, que siempre hemos anhelado.

    Como se demostró en el 2018, cuando los ciudadanos se deciden no hay poder capaz de oponerse, de hacerle frente a la voluntad del pueblo. Está comprobado que los ciudadanos de este País somos dignos herederos de grandes civilizaciones, por tanto nuestro pueblo tiene razones sobradas para aspirar a metas superiores. Si el País se ha estancado en su desarrollo, ha sido por causa de filibusteros que hicieron causa común con saqueadores de toda laya, para usufructuar, en su propio beneficio, las riquezas naturales de esta nación.

    Por fortuna, todo indica que ese negro pasado terminó y que el pueblo ha iniciado su marcha a favor del progreso y la libertad, por propia voluntad cívica.

    Esa marcha no se va a detener ni para tomar aviada, su ruta es indetenible hasta lograr la liberación del pueblo. Como dijimos al principio: el pueblo tiene claro cuáles son sus objetivos y los va a lograr sin ninguna duda, eso está claro como el agua. Todo depende de no aflojar el paso ascendente en el combate a la corrupción y a otras lacras que, como vimos en el pasado, se hicieron gobierno por medio de todo tipo de triquiñuelas.

    Nuevos vientos recorren México, esos vientos son anunciadores de nuevas oportunidades para las mayorías. El trabajador, la estudiante, la ama de casa, el hombre de campo sabe cómo alcanzar el mejoramiento de su condición social, de sus libertades políticas. Antes se hablaba de “progreso”, pero sólo un grupo de plutócratas engordaba su rancho. Ahora se busca que las oportunidades de progreso sean para toda la sociedad, hacia allá se camina con paso firme sin perder de vista el objetivo.

    Ahora --pese a rémoras o pintitos en el arroz-- hay una nueva mística de gobierno: servir y no servirse con la cuchara grande. Esto es lo que el pueblo admira del Presidente Andrés Manuel López Obrador, que no está obsesionado ni con el poder ni con el dinero, que sabe que el poder sólo tiene sentido cuando se pone al servicio de las nobles causas del pueblo.

    Este país tiene recursos de toda índole, para en poco tiempo alcanzar, por derecho propio, el lugar que le corresponde entre los países de mayor desarrollo en el mundo. Esta realidad promisoria pronto la vamos a ver concretarse, eso está garantizado.

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