Existe una costumbre muy arraigada de querer saber si una persona es favorecida con el amor de otra, mediante el proceso tradicional al deshojar una margarita blanca. Al arrancar cada pétalo se pronuncia el sí o el no para resolver el acertijo. Al monosílabo que corresponda el pétalo final arrojará la clave del problema.
La tradición es inveterada, aunque ha caído mucho en desuso. Lógicamente, no hay ningún principio racional que la sustente, como no se puede decir que persiga a alguien la mala suerte por pasar por debajo de una escalera. No obstante, son clásicas concepciones que confieren color, candidez y sabor a la vida.
¿Por qué debe ser una margarita blanca? ¿Por qué no elegir cualquier otra flor? ¿Por qué no contar simplemente los pétalos sin necesidad de destrozar la margarita? No siempre hay respuesta plausible en materia de usos y costumbres.
La expresión de que nos ocupamos no se ha utilizado exclusivamente para dilucidar lides amorosas, sino que se emplea también para significar incertidumbre en cualquier otro renglón de la vida. No obstante, volvemos a repetir, no existe base lógica o científica que justifique este proceder. De hecho, Joan Manuel Serrat, en su conocida canción “La mujer que yo quiero”, dice estar seguro de su amor y de la correspondencia de su querer: “La mujer que yo quiero, no necesita deshojar cada noche una margarita”.
Han existido mujeres famosas que llevan este nombre: Margarita de Escocia, y Margaret Thatcher, por decir algunos nombres. En la literatura, Margarita Gautier (que en realidad se llamaba Alphonsine, y posteriormente Marie Duplessis), la cual fue inmortalizada por Alejandro Dumas.
De acuerdo a la etimología, margarita significa perla. Por eso, cuando fallece una persona querida y valiosa, sentimos que se deshoja una margarita.
¿Valoro a las personas?