Diez meses: así son las narcoguerras
Balance de daños o borrón del olvido

OBSERVATORIO
09/07/2025 04:02
    Más de 300 días después... los hijos de Ismael Zambada y de Joaquín Guzmán profundizan las hostilidades, sin tregua ni cuartel; al Ejército. Marina, Guardia Nacional y Policía Estatal no le bastan los meses transcurridos ni 10 mil efectivos para recuperar la tranquilidad y legalidad. A los sinaloenses se nos acaba la capacidad de resistir y disfrazamos la rendición en el agotamiento de la capacidad de asombro. Sólo somos una fila de víctimas potenciales implorando la postergación de la bala.

    Otro mes cumplido de la crisis de la seguridad pública en Sinaloa que vertiginosamente roza al balance obligado de un año sobre tres acontecimientos violentos jamás destinados a la desmemoria: la retención forzada del narcotraficante Ismael “El Mayo” Zambada García y el posterior choque entre los hijos de éste y los de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, así como la presencia en la finca de Huertos del Pedregal de Culiacán, escenario de la traición, de Héctor Melesio Cuén Ojeda, quien dirigía el Partido Sinaloense cuando fue asesinado.

    En 10 meses que se cumplen hoy de la llamada narcoguerra despiadada e infinita que es librada en el Cártel de Sinaloa, ha prevalecido el frío recuento de los daños, con cierta tendencia a la normalización de la jungla en la que coexistimos. Tanto las autoridades como los ciudadanos le apuestan poco a que sea el Gobierno el que restablezca la paz, pues fincan más la esperanza colectiva en que el tiempo desvanezca las vivencias horrendas de los mil 681 homicidios dolosos y mil 707 personas privadas de la libertad registradas hasta el 7 de julio.

    La biografía más sombría que se haya registrado sobre esta tierra está escribiéndose con jeroglíficos de sangre. Imborrable en las efemérides que relatarán durante décadas el actual tiempo de barbarie, ni toda el agua que corre por los once ríos podrá diluir tanta narrativa de tragedia y terror, a no ser que la sociedad haga sobresalir la hazaña de la pacificación construida mediante el consenso de las valentías.

    Ya ni caso tiene repetir los modos del salvajismo que se vieron venir cuando el 25 de julio de 2024 “El Mayo” fue llevado a Estados Unidos en contra de su voluntad para ponerlo por medios extrajudiciales a disposición de la justicia del País vecino. Aquel estremecimiento que sobrevino en los sinaloenses imposibilitados en esas horas a tener una idea de la narcoguerra en ciernes.

    La estampida de muerte que fue oteada primero por la anulación de quien el Gobierno federal presumió por décadas que era factor de equilibrio y estabilidad en el organigrama mexicano del narcotráfico, y la secuencia terrible que mostró en las horas siguientes el asesinato del Ex Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa y la trama urdida para esconder todos los misterios adyacentes a dicho crimen.

    Más de 300 días después, en vez de reinar las respuestas que atemperen los ánimos de un Sinaloa perplejo, acobardado, las que dominan son dudas potenciadas cada vez que el silencio oficial legitima las sospechas. Los hijos de Ismael Zambada y de Joaquín Guzmán profundizan las hostilidades, sin tregua ni cuartel; al Ejército. Marina, Guardia Nacional y Policía Estatal no le bastan los meses transcurridos ni 10 mil efectivos para recuperar la tranquilidad y legalidad. A los sinaloenses se nos acaba la capacidad de resistir y disfrazamos la rendición en el agotamiento de la capacidad de asombro. Sólo somos una fila de víctimas potenciales implorando la postergación de la bala.

    Ya casi nada le pertenece a nadie. Los ciudadanos perdimos los espacios públicos a los que si acaso retornamos llevamos al miedo como acompañante; las actividades económicas lo único que administran es el tiempo faltante para que el hampa les llegue con igual devastación con la cual ya alcanzó a otras ramas productivas; a la Presidenta Claudia Sheinbaum lo único que le queda es el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, que hasta dejó de venir a Sinaloa donde indujo la quimera del súper policía.

    En tanto, más fantasmas atosigan a la gente de bien para que no baje la guardia en la lucha por la paz: las víctimas inocentes, entre ellas los 50 menores caídos en la refriega criminal, sin deberla ni temerla; los desaparecidos y sus familias donde sobrevive a duras penas la esperanza de encontrarlos; las bajas en los frentes militar y policial que recalcan el síndrome de los guerreros de terracota. Y el Gobierno que se cansó de informar, prevenir y proteger en una especie de abdicación a sus atribuciones.

    Ahora la autenticidad nos ha venido a decir cómo son en la vida real las guerras internas en el narcotráfico. Hace un año no lo sabíamos pero estábamos a punto de salir del error de creer que no habría nada peor que el choque de los hermanos Beltrán Leyva contra “El Mayo” y “El Chapo” en 2008, o la confrontación en 2017 de los Dámaso López, padre e hijo, contra los herederos de la parte del Cartel de Sinaloa que le correspondía a Guzmán Loera.

    Ya lo sabemos pero desconocemos o no queremos encontrar la manera de salir de 10 meses que lleva instalada la crueldad de la delincuencia del narcotráfico por encima del pasmo que exhibe el Gobierno, el desánimo de la sociedad de los buenos a la que incluso se le agotó la capacidad de asombro, y la construcción de paz que a duras penas asoma con la bandera blanca entre los pendones teñidos con la sangre de víctimas inocentes.

    Reverso

    Repleto el suelo de despojos,

    Y el aire irradiando horror,

    Significaría un mal mayor,

    Que el miedo nos cierre los ojos.

    Informe a contrarreloj

    Para cada oficina de Gobierno, curul del Congreso, institución de procuración e impartición de justicia, corporación de seguridad público, bastión de la lucha cívica, sector productivo y ciudadanía en lo individual y general inicia hoy la cuenta regresiva para que hagamos el balance de un año de narcoguerra, con la anotación al calce de qué aprendimos en el contexto de violencia de muy fuerte impacto que nos encontró viviendo la luna de miel con el crimen organizado que lejos de intimidarnos durante décadas de cohabitación, nos sedujo. Pronto hará 365 días de que el narco guardó sus capacidades para cautivarnos y sacó a relucir sus habilidades para tenernos muertos en vida.