Discriminación al turista pobre

ENTRE COLUMNAS

    Alguna vez escuché a un empresario hotelero tipificarlo como “turismo birriero”, algunos mazatlecos lo llaman “turismo sandwichero”, los más ingeniosos lo llaman “super turismo” (porque sólo consumen en los super). O peor aún, un conocido hotelero se refiere al turismo nacional, llamándolos “estos mexicanitos”.

    Estas expresiones son discriminatorias hacia un segmento de población por su condición socioeconómica. Como si sólo las clases pudientes y los extranjeros fueran merecedores a visitar el bello puerto de Mazatlán.

    Desde el punto de vista de la élite empresarial (que son los principales beneficiados) sólo son bienvenidos los que se hospedan en hoteles cinco estrellas, consumen en restaurantes gourmet y derrochan cantidades de dinero en lujos. Como si los menos afortunados no tuvieran el derecho al ocio y a la recreación. ¡Vaya! Si no gastan las grandes cantidades de dinero que quisieran, es simplemente porque no pueden hacerlo.

    A este tipo de discriminación se le conoce como Aporofobia. La filósofa española Adela Cortina, fue quien construyó etimológica, y sociológicamente el concepto en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia (2017). La profesora Cortina lo define como “El rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre”.

    Las expresiones mencionadas arriba son un intento de marcar diferencia y distinción ante el pobre, porque aquí también influye la clase, y creerse mejor por tener la capacidad de viajar en mejores condiciones y estar en una posición privilegiada, también es clasismo.

    En un mundo capitalista, a menudo estamos obsesionados por distinguirnos del resto, por ser mejores que los demás. En ese contexto, olvidamos que existen también personas poco afortunadas que tienen trabajos precarios; con bajos salarios, largas jornadas laborales, con pocas vacaciones y que, por supuesto merecen un descanso.

    ¿Acaso los turistas de bajos ingresos no tienen el derecho a ser tratados con la consideración y respeto que merecen? O ¿Acaso el derecho al ocio es exclusivo de los ricos? A fines del siglo XIX, Paul Lafargue, ya abogaba por el “derecho a la pereza”, en su obra proponía a los países industrializados trabajar menos horas, disponer de más tiempo libre y, de paso, ser más felices.

    Tal vez algunos habitantes locales en Mazatlán justificarán su discriminación argumentando que este segmento de turistas son los que más contaminan; que dejan desechos en las playas y que son más ruidosos. La verdad es que no existe una correlación directa entre la condición económica y el cuidado con el medio ambiente y/o su comportamiento. Creo incluso que los “turistas de borrachera” que nos visitan cada periodo vacacional, son en su mayoría de clases medias y altas.

    El motivo de este texto no es hacer una apología de la pobreza, tampoco de hacer una discriminación positiva al turista rico, sino de reflexionar sobre el trato y las expresiones en el lenguaje cotidiano hacia éste otro segmento de la población que nos visita.

    Para Adela Cortina, todos los seres humanos somos aporófobos pues el desprecio tiene su origen en profundas raíces cerebrales y sociales, pero que como sociedad debemos evitar. La aporofobia es uno de los principales problemas a erradicar en un país tan desigual como México. Aún está pendiente la difícil tarea de reducir las desigualdades económicas y sociales, pero también de cultivar el sentimiento de igual dignidad entre todas las personas.

    Es cuanto....

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