Disgregación digital

En la columna de ayer abordamos algunas generalidades del libro “El arte de ser humanos”, de Rob Riemen, centrándonos, sobre todo, en la proliferación de la ansiedad. Sin embargo, un lector del círculo de nuestro estimado amigo Mario Niebla Álvarez, expresó una inquietud que Mario me hizo amablemente llegar:

“¿Qué pasará en China al eliminarse la actividad del ser humano por robots? El cuento del Rey Midas pasa a ser realidad. Es una maravilla la tecnología, que debe estar al servicio del hombre y no es para destruir la vida”.

Tiene razón en cuestionarse sobre el futuro debido a los avances tecnológicos, los cuales, como subrayó, deben estar al servicio del hombre. Las transformaciones serán drásticas en todos los ámbitos, iniciando por el campo laboral, y no solamente en China.

Sin embargo, no hay que asustarse irracionalmente (o apanicarse, como señaló Fox). Se perderán muchos empleos que asuman las máquinas, pero también se abrirá otro abanico de oportunidades, ya que se requiere personal para crear esas máquinas y para darles mantenimiento. Habría que ver con mayor frialdad el balance de empleos perdidos y generados.

Empero, definitivamente, no podemos minimizar el impacto que tendrá la tecnologización y la inteligencia artificial en la educación profesional de los tecnológicos y universidades, así como en la automatización laboral. Igualmente, surgirán cambios en requerimientos de empleo, tabuladores y retribuciones de salarios. No tenemos bolita de cristal para vislumbrar concretamente el futuro, sobre todo en ésta, que algunos llaman, la Cuarta Revolución Industrial.

Más que asustarnos por el distópico diluvio que viene, ocupémonos por la disgregación digital que nos atenaza e impide formar un nosotros, como indicó Byung-Chul Han. Los hombres digitales, expresó: “constituyen una concentración sin congregación, una multitud sin interioridad, un conjunto sin interioridad, alma o espíritu”.

¿Me preparo convenientemente?

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