Dentro de las medidas para evitar la propagación y contagio de la pandemia del coronavirus ocupa un lugar primordial la sana distancia. Sin embargo, no se recomienda el distanciamiento. Aun cuando no podamos acercarnos y saludarnos físicamente, podemos mantenernos ligados y vinculados emocional, afectiva y espiritualmente.
Esta certeza la tuvo muy presente el papa Francisco en el encuentro interreligioso que sostuvo en Irak. Al visitar Ur, la ciudad donde vivió Abraham -padre común de judíos, cristianos y musulmanes- resaltó dos actitudes básicas que tuvo para construir y abonar la fraternidad: mirar al cielo y caminar en la tierra: “El más allá de Dios nos remite al más acá del hermano. Pero si queremos mantener la fraternidad, no podemos perder de vista el Cielo”.
Agregó que todos necesitamos la ayuda y protección del Ser divino: “Todos lo necesitamos, porque no nos bastamos a nosotros mismos. El hombre no es omnipotente, por sí solo no puede hacer nada. Y si elimina a Dios, acaba adorando a las cosas mundanas... Alzamos los ojos al Cielo para elevarnos de la bajeza de la vanidad; servimos a Dios para salir de la esclavitud del yo, porque Dios nos impulsa a amar. La verdadera religiosidad es adorar a Dios y amar al prójimo”.
Respecto a la segunda actitud, precisó: “Los ojos fijos en el cielo no distrajeron a Abrahán, sino que lo animaron a caminar en la tierra... La pandemia nos ha hecho comprender que nadie se salva solo... Aun así, la tentación de distanciarnos de los demás siempre vuelve”.
Indicó: “También nosotros estamos ante un camino escarpado, pero necesitamos, como el gran patriarca, dar pasos concretos, peregrinar para descubrir el rostro del otro, compartir recuerdos, miradas y silencios, historias y experiencias”.
¿Guardo distancia, pero no me distancio de los demás?