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"OPINIÓN"

"¿Dónde está la política nacional de protección del ambiente?"

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08/08/2020

    Rafael Morgan Ríos

    cp_rafaelmorgan@hotmail.com


    Ante algunas decisiones gubernamentales que evidentemente van a perjudicar el medio ambiente en México, a pesar de que el País es uno de los comprometidos en el Acuerdo de París, participante además en diversos tratados, acuerdos, convenios y declaraciones internacionales, como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y su Protocolo de Kyoto, la Carta Mundial de la Naturaleza, la Comisión de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible y un muy largo etcétera, no queda más que preguntarse: ¿cuál es y dónde está la política integral de protección del ambiente en México?

    Actualmente se puede decir que México ya no podrá cumplir con su compromiso en París, de reducir 22 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero y en un 51 por ciento la emisión de carbono negro para el año 2025. Igualmente, producir energía limpia en un 24 por ciento de las necesidades del País para 2024 y hasta un 43 por ciento en 2030. No sólo no se ha avanzado en esto, sino que se ha retrocedido con la cancelación o suspensión de 28 plantas productoras de energía renovable, así como con la decisión de la CFE de adquirir 2 millones de toneladas de mineral de carbón para generar energía y reactivar la zona carbonífera de Coahuila.

    Este gobierno, de hecho, está abandonando los Acuerdos de París, igual que Trump, que lo está haciendo explícitamente; México ya no tiene una política de saneamiento del aire que respiramos; otra prueba de lo anterior es que, según La Jornada, el Tren Maya que consumirá diesel, emitirá al año 431 mil toneladas de dióxido de carbono, equivalente a las emisiones de 125 mil autos al año.

    En cuanto a lo que el doctor Rito Vega llama “agenda azul”, tampoco se tiene claro cuál es la política de conservación y aprovechamiento óptimo del agua, cada vez más escasa y cada vez más contaminada; los lagos de México están gravemente contaminados; la Ciudad de México cada año ha tenido que racionar el agua en colonias, hoteles y otras empresas. No hay control ante la sobreexplotación de los mantos acuíferos subterráneos, ya sean los renovables o no renovables, algunos de los cuales ya se agotaron para siempre. En la Península de Yucatán, según el Centro Mexicano de Derecho Ambiental, organización apolítica que actúa en la defensa del medio ambiente, expone que el susodicho tren maya afectará la conectividad ecológica y contaminará o agotará el acuífero de la península y el anillo de cenotes denominado en 2013 Reserva Geohidrogeológica.

    No se aplica o no existe una legislación con castigos para quien desperdicie el agua de riego en las siembras; la corrupción en los distritos de riego es conocida y tolerada por autoridades y organizaciones agrícolas y ganaderas; se sigue utilizando el riego por gravedad, con muy alto desperdicio de agua y no hay algún programa oficial ni presupuesto, para apoyar a los pequeños propietarios a utilizar el riego por aspersión y el riego por goteo.

    La constante deforestación que ha sufrido el País durante muchos años ha provocado la disminución de las lluvias en México. Según nota de Excelsior, México es de los países líderes en deforestación con un quinto lugar en Latinoamérica, según la plataforma Global Forest Watch; de 2001 a 2019, México perdió casi 4 millones de hectáreas de bosques. En un foro sobre ecología organizado por Felipe Calderón, empresarios chilenos exponían que no se explicaban cómo, con 5 millones de hectáreas de bosque maderable, Chile exportaba madera a México, mientras que México, año con año pierde bosques sin que exista una política clara y completa de reforestar y proteger los bosques de la tala indiscriminada; no hay quien marque un alto a la quema de vegetación de cerros y montes para sembrar de temporal dos o tres años, después de los cuales la tierra se deslava y se produce la desertización, se pierden lluvias, paisajes y lugares turísticos; se ha descuidado la “Agenda Verde”.

    El drama del desperdicio y la contaminación de las corrientes y mantos acuíferos en México, requiere toda una política gubernamental que incluya legislación agresiva para castigar a los infractores, con programas de educación de agricultores en las zonas de riego, de campesinos en las tierras de temporal; de empresarios para que no contaminen y no desperdicien el agua; de amas de casa para que aprovechen mejor el agua potable; en fin, educar a los niños y jóvenes en todo lo referente al agua como un recurso escaso y que cada vez se va haciendo más escaso.

    En fin, si el Gobierno no se interesa, toca a la sociedad hacer su parte.

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