Educar en el asombro

ÉTHOS
08/10/2025 04:00
    Anteriormente, era común que el ser humano se maravillara, asombrara o mostrara extrañeza ante las sorpresas que se le planteaban en el día a día; hoy, por el contrario, parece que, con la estatura científica e intelectual alcanzada, todo le parece normal y cotidiano.

    “¿Cómo educar en un mundo frenético e hiperexigente?”, se pregunta Catherine L’Ecuyer en su libro: “Educar en el asombro”. Tiene razón en preocuparse la canadiense afincada en España, quien es Doctora en Educación, porque nuestro ser y acontecer se transforma continua e incesantemente con los adelantos tecnológicos, planteando retos cada vez más exigentes a la educación.

    Anteriormente, era común que el ser humano se maravillara, asombrara o mostrara extrañeza ante las sorpresas que se le planteaban en el día a día; hoy, por el contrario, parece que, con la estatura científica e intelectual alcanzada, todo le parece normal y cotidiano.

    Sin embargo, el asombro es el acicate más sólido con que contamos para crecer y madurar. Los primeros filósofos se preguntaron extrañados por el origen del mundo y calculaban cuál habría sido el primer elemento o principio fundante. Sin la maravilla del asombro perdemos esa curiosidad vital que nos conduce a la sabiduría. Por eso, siempre se ha comparado el preguntar filosófico con la insaciable curiosidad infantil.

    El escritor, filósofo y periodista británico, G.K. Chesterton, asentó: “Cuando muy niños, no necesitamos cuentos de hadas, sino simplemente cuentos. La vida de por sí es bastante interesante. A un niño de 7 años puede emocionarle que Perico, al abrir la puerta, se encuentre con un dragón; pero a un niño de 3 años le emociona ya bastante que Perico abra la puerta”.

    Años después, el escritor checo Milan Kundera, en “El libro de la risa y el olvido”, expresó: “Los niños no son el futuro porque algún día vayan a ser mayores, sino porque la humanidad se va a aproximar cada vez más al niño, porque la infancia es la imagen del futuro”.

    Carl Jung, advirtió: “Todos nacemos originales y morimos copias”.

    ¿Educo en el asombro?