El ideal filosófico primitivo consistía en hacer al hombre virtuoso; no se buscaba el propio prestigio ni la utilidad, sino implantar en el ser humano la senda que lo condujera al aprendizaje de la virtud. Sin embargo, como se señaló en el diálogo Menón, Sócrates resaltó la importancia de reflexionar acerca de la enseñanza de la virtud, o si ésta era connatural al hombre y no necesitaba ningún tipo de instrucción o, si de plano, ni siquiera se podía aspirar a alcanzarla.
Preocupado por la enseñanza de la virtud, el filósofo español Eduardo Infante publicó un libro titulado: Aquiles en TikTok (del que ya hablamos en una ocasión al tocar el tema de la educación), donde reflexionó acerca de cuál es el camino apropiado que conduce a la virtud.
Entre las preguntas que planteó, citamos algunas: “¿Tendría sentido recuperar la educación de la virtud? ¿Sigue siendo válida para orientar nuestras vidas tanto en el plano ético como en el político? ¿Existe una o varias virtudes?... ¿Se puede ser virtuoso en un determinado aspecto y mediocre en otro? ¿Una excelencia que no está al servicio del bien es una virtud?... ¿Cómo se adquiere el conocimiento de la virtud?... ¿Por qué las personas virtuosas no son capaces de transmitir la virtud a sus hijos?... ¿Existe una pedagogía de la virtud?” Tratando de iluminar esta reflexión, se remite a textos de Homero, Hesíodo, Sócrates, Platón y Aristóteles.
El miércoles 13 de este mes, el Papa Francisco también dedicó el mensaje de su audiencia semanal a hablar sobre el actuar virtuoso. Recordó que los términos latino y griego que hacen referencia a la virtud son iluminadores: virtus, que significa fuerza, valentía, disciplina, ascetismo; y areté, que remite a lo que resalta y suscita admiración.
¿Educo en la acción virtuosa?
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