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"PUERTO VIEJO"

"El Alcalde..."

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    Cuando escuchamos hablar de las bondades que disfrutan los ciudadanos de países como Nueva Zelanda, Suecia, Finlandia, Suiza y Canadá, en los que la construcción y la conservación del bienestar social es quehacer fundamental de los gobiernos, nos imaginamos que estamos muy lejos de alcanzarlos y no estamos muy errados en nuestra participación, pues la conducción del país ha estado en manos de la corrupción y la impunidad, ambiente bajo el que impera el peso del dinero sobre la tranquilidad y seguridad de la ciudadanía.
     
    Presidencia de la República, gubernaturas estatales y alcaldías son ocupadas por gente que sabe de leyes, pero que en la práctica, no necesariamente son hombres de leyes y  la actuación de todos ellos, representa un venero de la impunidad.
     
    Al ver nuestra realidad, también pensamos que ni tan siquiera hay texto legal que se ocupe del bienestar social. En ello estamos equivocados, pues aunque no lo creamos, hay ordenamientos en ese sentido desde hace muchísimos años; claro, incumplidos.  
     
    Paso a comentarles que en la Constitución Política de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, misma que también aplicó en la llamada Nueva España, se da cuenta del numeral número 13, en el cual, se establece de manera franca lo siguiente:
     
    “El objeto del gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”.
     
    Si bien es cierto que en nuestro país, tan noble precepto en ningún momento ha sido atendido por la clase gobernante, ha subsistido en las posteriores constituciones a la de Cádiz, a la espera de que algún día, lleguen al ejercicio del gobierno, en todos sus niveles, personajes convencidos de la noble tarea que se les encomienda a través del voto popular: conseguir el bienestar social de los gobernados.
     
    Es decir, un ambiente que permita acceso a la vivienda digna, a un sistema escolar dotado de todos los elementos que su finalidad requiere. A un sistema de salud, por lo menos decoroso y amigable; a un clima de paz bajo el cual, los ataques de la delincuencia sean la excepción y no lo rutinario.
     
    Por supuesto, se requiere de un mundo laboral que cuente con los estímulos suficientes para generar empleos de calidad, es decir, con salarios que le permitan a la clase trabajadora contar con lo necesario para satisfacer de manera suficiente sus necesidades básicas.
     
    Se dice que nuestra economía está entre las de mayor fortaleza a nivel mundial, sin embargo, sobre las cifras alegres que le dan sustento a tal categoría, está montada la pobreza de la mitad de la población, es decir, tenemos desarrollo pero no progreso equilibrado que nos acerque al mundo ideal que en su artículo 13 plantea la Constitución de Cádiz y la variante actual concebida como un derecho humano.
     
    Un elemento fundamental en la construcción de un ambiente de bienestar, se encuentra en el municipio, sin embargo, la mayoría de ellos, con su planeación urbana, se convierten en verdaderos escollos para lograr la excelencia en la calidad de vida y más, en las entidades municipales que denotan un gran movimiento constructivo, como es el caso del puerto mazatleco, que poco a poco está perdiendo su identidad arquitectónica.
     
    Entiendo que la conformación urbana de las ciudades cambia con el paso del tiempo y por efecto del empuje del aumento poblacional, con todo lo que esto implica, como un mayor parque vehicular, desarrollo de infraestructura urbana y demanda de servicios públicos, entre ellos los básicos, como agua, energía eléctrica, drenaje, seguridad y aseo urbano. 
     
    Pero todo lo anterior, no debe ser pretexto para que se pase a joder la tranquilidad de la población, permitiendo absurdas construcciones en zonas habitacionales totalmente saturadas en todos los sentidos y en las que prevalece la vivienda unifamiliar, tal y como lo están tolerando las autoridades municipales, las cuales, bajo el pretexto de la inversión pasan por encima del entramado jurídico que garantiza el bienestar social de la ciudadanía.
     
    El Alcalde mazatleco es un hombre con formación profesional en materia de derecho, pero definitivamente no es un hombre de leyes, dada su manifiesta desobediencia al ordenamiento jurídico que regula la construcción de torres habitacionales, conducta cómplice que perjudica gravemente el bienestar social. ¡Buen día!
     

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