El Alfa y el Omega

EL OCTAVO DÍA
08/09/2024 04:02
    El analfabetismo prosigue, pero con variantes más distorsionadas, por lo que la fecha de hoy, del Día Mundial de la Alfabetización, pasa casi desapercibida.

    Hoy es el Día Mundial de la Alfabetización. Para mí es una fecha importante porque representa uno de mis primeros oficios y, de paso, algo que me preparó para otros que luego me sobrevinieron, oficios que por fortuna consistieron en compartir el asombro y la maravilla de las palabras.

    La fecha fue establecida por la Unesco y antes, cuando nuestro País adolecía más del analfabetismo en los adultos, tenía una mayor presencia.

    Lo que nacimos en los 70 vimos por tele, radio y revistas campañas de vacunación, planificación familiar y alfabetización. Éramos un país en desarrollo y todos aprendíamos algo; aún me sé los jingles.

    (La que fracasó totalmente fue la de cuidar el dinero: Regale afecto, no lo compre. Hoy si la gente no sube a las redes lo que se come o compra, no existe para los otros).

    El analfabetismo prosigue, pero con variantes más distorsionadas, por lo que la fecha pasa casi desapercibida, ya sin la mediática cruzada nacional.

    Según datos oficiales consultados, en México hay 3.9 millones de personas que no saben leer y escribir; ellos representan el 4.17 por ciento de la población de 15 años o más. De esta cifra, el inquietante 62 por ciento son mujeres.

    La mitad de las personas en situación de analfabetismo en México se encuentran en cinco estados de la República: Chiapas, Veracruz, Oaxaca, Estado de México y Puebla.

    Pero el otro problema que más nos impacta es el terrible analfabetismo funcional, un fenómeno que existe desde que el alfabeto se creó y afectaba a las personas que sí sabían leer y escribir, pero que no ejercían mucho ese don, y se mantenían con un lenguaje muy limitado.

    Por ende, vivían con una inevitable estrechez para los alcances del pensamiento abstracto. En la Edad Media se entendía porque los libros estaban en los monasterios bajo llave, pero hoy en día, Estados Unidos es el país con más analfabetos de ese tipo. (En Rusia, que es más grande, la gente lee mucho más o juega ajedrez).

    Yo culpo diariamente a la malhadada tecnología, aunque también la llevan nuestros viejos maestros y funcionarios de educación pública, que insistían demasiado en las matemáticas y volvieron la enseñanza del idioma español, -lengua nacional para ellos-, un complejo tratado de dramática y ecuaciones lingüísticas de verbos, en vez de ejercer la sana libertad del lenguaje y el conocimiento de la lectura como vehículo para la imaginación y el aprendizaje.

    Yo con orgullo fui alfabetizador a los 14 años, en una modalidad de clases dadas por una radionovela y, a partir de ahí, entré a la farándula de la vida cultural mazatleca. El sociólogo Leodegario Díaz López fue mi primer jefe en el INEA. Mis alumnos eran adultos de colonias emergentes, entre ellas la Francisco Villa y luego la Venustiano Carranza.

    No sufrí mucho en esa etapa de alfabetizador, porque hasta los cholos me respetaban. Muchos de los adultos tenían ya conocimientos generales de leer y escribir y habían dejado sus estudios desde niños para trabajar. Querían el papelito y habían sido convencidos de superarse, previamente, por entusiastas trabajadoras sociales. Recuerdo con mucha luz esos dos intensos años

    Yo asistía en visita domiciliaria, por las tardes, a darles un repaso-clase luego de la radionovela. La mayoría terminaban siendo enseñados por sus propios parientes, apenados de que un joven “profesor” fuese a sus casas a darle clase al papá o la abuelita. A los 14 gastaba bigote cerrado y por mis modales me veía adulto.

    Existía una modalidad para televisión: El que sabe, sabe... pero en esos remotos tiempos no cualquier podía tener tele, pasaban el programa a la hora que trabajaban y a los pueblos no les llegaba la señal. Era más común la radio.

    Todos concluyeron su libro de enseñanza antes de tiempo, a solas o con ayuda de la familia. Las últimas semanas me quedaron casi libres.

    Me trataban bien y no pocas veces me convidaban de sus humildes y sabrosas cena. Muchos provenían de pueblos donde la gente importante y de respeto eran el cura, el médico y el maestro. Y para la mayoría, la motivación de salir de allá fue darle educación a los hijos.

    También pagaban bastante bien en INEA: 2 mil pesos al mes. Ascendí luego a Organizador Regional porque algunos responsable anteriores a mí dejaron todo a medias y así gané 6 mil. Una fortuna que se me iba en libros y novias.

    De la A a la Z se aprendía con métodos modernos, lejos del arcaico “Silabario de San Miguel” que usaban los curas. El Alfa y el Omega, como dice Jesucristo en el Apocalipsis para recordarnos que Él era El Principio y el Final... y de paso hacerle saber a sus críticos que era un carpintero que sí sabía el alfabeto.

    Del profeta de Galilea no nos queda nada escrito más que sus frases: sólo sabemos que podía hacerlo porque una vez escribió algo en la tierra para aplacar a los fariseos y escribas, deseosos de apedrear a una dama atrapada en el pecado.

    Los exégetas se rompen la cabeza desde hace siglos sobre qué frase escribió Jesús para darles una indirecta a los fariseos que podían leerla; hay un consenso de que lo hizo más como una manera de cambiar la conversación y nadie de la muchedumbre se animase a lanzar “la primera piedra” mientras él estuviese a un lado de ella.

    Los evangelios en ningún momento afirman que fuese María, la del pueblo de Magdala.

    Celebremos siempre la alfabetización: aquello que se escribe en el polvo y en la roca se mantiene vivo hasta el fin, igual que el Alfa y el Omega, las letras iniciales y finales del poderoso alfabeto griego: Alfa, Beta, Gamma, Delta, Épsilons y etc... hasta llegar al Omega, que en matemáticas se usa para simbolizar a los cuasi metafísicos números transfinitos.

    -

    @juanjose_rdgz