El arquetipo del condómino moroso

BUHEDERA

    Tomado de: https://ensayosalbertooliver.blogspot.com/2016/06/psicologia-del-condomino-moroso.html

    “El homo sapiens, en el colectivo, es estúpido”.

    El concepto de condómino moroso consuetudinario (CMC) representa junto con el de “asociado moroso en conjuntos o calles cerradas”, no solo un arquetipo, es también un padecimiento social colectivo, que aparentemente parece crecer con la crisis, ligada el bajo crecimiento y los bajos ingresos, amén del desempleo, que impulsan la morosidad; sin embargo, creemos que no es así.

    El condómino moroso consuetudinario (CMC) siente que por sus atributos genealógicos, personales, reales o ficticios, le permiten ser moroso y no molestarle, que se le debe de considerar. En realidad, los afectados, lo único que gana es que se le considere un (a) ‘hij@ de put@’.

    Piensa que ‘los otros’ deben tener menos problemas o estar en mejores condiciones económicas que él o por lo menos, quiere creerlo y/o lo pretende dejar ver, aunque su pretensión de honor o dignidad expresa lo contrario. Es un menor de edad, un irresponsable.

    El CMC considera, de manera ingenua con la eterna ‘tentación de la inocencia’ de Pascal Bruckner, que el hecho de que él no considere a los otros que sí pagan; que ellos sí deben considerarle a él y ser amables, correctos, cordiales y serviciales, como todo buen vecino educado lo debe hacer, ‘es lo justo’.

    La opción para el CMC de cambiarse de domicilio a donde no requiera tener esos gastos y esos latosos vecinos; sin embargo, no es una opción para él, para su dignidad de HP@.

    El CMC es temerario y un consumado transgresor, pero él piensa que tiene atributos personales que lo avalan, le disculpan y le salvan de la crítica social. Este tipo de vecinos no merecen ninguna consideración vecinal, administrativa ni judicial.

    El transgresor afecta siempre a la colectividad, en este caso se afecta tanto el patrimonio propio como el de ‘los otros’. Una persona normal puede enriquecerse ella misma, al mismo tiempo que se enriquecen los demás. Su antípoda es el vecino moroso consuetudinario, que de manera irresponsable, tan impúdica como solemne, no solo empobrece su patrimonio, sino que empobrece también al de los otros. No es sujeto de confianza ni de propios ni de terceros.

    El CMC no es una persona inteligente ni honorable y saben que él también lo sabe. A los ojos de los otros copropietarios que sí cumplen en tiempo y forma, no les parece adecuado su comportamiento, sobre todo al ver los estados de cuenta siempre con adeudos in crescendo, le reprueban; se vuelve odioso, indeseable, como indignante encontrarle, saludarle, saber de él, verle a los ojos, hacerle cualquier comentario.

    ‘Perder la vergüenza, es difícil’, decía mi padre, pero señalaba que una vez perdida, el CMC HP@ ya se siente triunfador (se han corrompido), muy a gusto’.

    El CMC, en algunos casos, saluda de manera correcta, cordial y amable, en ese caso, presenta la actitud del que siente merecer el respeto del otro. Ignora, no sabe o ha olvidado que, la voz ‘respetar’, viene del latín ‘observar’ y éste del griego ‘saber ver’; en este caso, saber pagar oportunamente.

    El CMC cree que con una actitud física ‘respetuosa’ al encuentro casual, puede salir avante y recibir a cambio una sonrisa afectuosa. El moroso consuetudinario se queda en las apariencias, es infantil e ingenuo, se desea autoengañar, no se permite crecer, ser un verdadero adulto. Genera un desencuentro profundo permanente.

    Se ha comprobado que los vecinos que sí cubren en tiempo y forma de manera regular, no por excepción, sus compromisos contraídos al adquirir una propiedad en condominio, como cuotas de mantenimiento y colaboraciones extraordinarias, en tiempo y forma, son gente de inteligencia media superior, más evolucionados, emocionalmente más fuertes, odian y reprueban el comportamiento del CMC, no desean que siga siendo su vecino, encontrarle, verle, saber de él, nada; ya que lo único que tienen en común es una enemistad o desencuentro al no coincidir sus intereses patrimoniales, los más sencillos, elementales e importantes, ordinarios, como legítimos”.

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